martes, 8 de diciembre de 2020

Luz y silencio

 



Nunca he acabado de entender, esa querencia por el negro y la oscuridad en los mundos BDSM. No sé si nunca habéis estado en algún local bdsmero, pero al menos en los que  he estado yo, siempre me ha llamado la atención la iluminación débil y el ambiente oscuro y de alguna manera a mi me tira para atrás. Cierto que no me considero un bdsmero, que me defino como algo diferente, pero aún así me llama la atención porque es totalmente opuesto a lo que yo considero que debe ser el spanking.

Un juego de spanking tiene que ser luminoso, la luz es importante. La luz te permite apreciar todo esos matices y estímulos visuales tan importantes para un spanker, ya que los físicos no los tiene, salvo quizás un ligero hormigueo en la mano. Sólo con luz puede ver como la piel va cambiando de color a medida que la azotaina progresa, como paulatinamente, se pasa de un rosa ligero subiendo a un rojo intenso y vivo, esas ondulaciones en la carne tras cada azote, la curvatura perfecta de las nalgas y del cuerpo para exponerlas más al ataque del estímulo físico, te permite rectificar la posición para hacerla aún más expuesta. La luz te permite ajustar más la zona de impacto, insistir en unas o desistir de otras, para que descansen, hasta la nueva acometida. Pero hay más la luz permite ver el sonrojo en la cara y el deseo en la mirada, la ropa interior fijada a medio muslo, que cae en el ímpetu del momento, la tensión y distensión de los músculos, el relajamiento que indica la rendición total a la sensación, el paseo de la vergüenza camino del rincón, el contraste entre las pieles fronterizas, incluso el brillo sospechoso, en la hendidura del sexo rosado y brillante. Por eso no concibo un juego de spanking en la penumbra de las luces de cortesía y la única oscuridad que veo compatible, son las del encaje negro y el nylon de unas medias.

Y por supuesto silencioso, el silencio para mi es fundamental. Tiempo ahí de sobras antes para recrearnos, en supuestas discusiones o debates, en provocaciones y reacciones, en el momento que empieza la acción, se debe imponer el silencio, ya el propio juego compone su propia banda sonora de percusión, desde el ruido constante y rítmico de las palmadas, hasta el sonido paralizante del cuero cortando el aire antes de explotar sobre la piel. El silencio no es caprichoso, no es un gusto sólo, es muchas veces la única referencia fiable del estado de la otra persona, escuchar su respiración, su reacción a cada nuevo azote, sus gemidos y jadeos, son tal vez el arma más fiable para chequear donde está y cómo. Si gusta de ambientar la escena con música, hay muchas otras opciones, sobre todo para el after care, durante el momento de estímulo físico real y potente, lo mejor es el absoluto silencio y si somos de los que durante, nos gusta recordar y recrearnos en el porqué de la situación, las pausas son ideales para ello, otorgan un descanso a la piel y podemos dejarnos ir sin interferir. Ese silencio escandaloso de una azotaina, para mi no debe ser interrumpido, ni adulterado por nada.

Un juego luminoso y silencioso, para mi así debe ser.

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