martes, 3 de agosto de 2021

La otra cara del control.




" El buen "top" se controla para así poder controlar al "bottom". Sabrá estar es un papel estricto y severo que hace fluir las lágrimas y a la vez será el amante que besa y provoca placer....Debe entender que para cortejar la mente ha de usar el humor y la inteligencia, ganar el alma con compasión y calidez y tomar el cuerpo con una fuerza determinada....El "top" ideal usa el dolor para expander los límites del placer, vigilando siempre no dañar o herir...." Phillip Miller/ Molly Devon (Screw my roses, and send me the thorns).


 He empezado la entrada con la cita de un libro, que me ha parecido ideal, para introducir el tema de esta entrada, que no es otro que la visión del control desde el otro lado, osea desde el lado "top", que en nuestro caso sería desde el lado spanker del juego.

Cuando hablamos de control, tendemos a pensar generalmente que una parte lo cede (spankee) y la otra lo ejerce (spanker) y es un reducción muy simplista que conviene aclarar. Para empezar hay algo fundamental, no confundir poder con control. En los juegos el poder va de abajo a arriba, justo lo contrario de lo que puede parecer. Es muy fácil de entender, es quien cede el control, quien realmente tiene el poder, ya que es precisamente la capacidad de ceder el control, lo que le otorga ese poder. Para que me entendáis en un juego hay dos parte que buscan o aceptar un rol determinado. En un caso es un rol que pretende sentir vulnerabilidad e indefensión y por el otro mando y autoridad, pero es la elección del primero lo que faculta al segundo: osea el poder fluye de abajo a arriba y al llega arriba transformado en control.

Pero ese control que es cedido al spanker, le incumbe también a el mismo. Tal y como dice que la cita que os compartía "controlarse para poder controlar". Eso es básico el spanker no solo controla durante el juego a la spankee, sino que también hace un ejercicio de control y contención de si mismo.

Y cuando hablamos de control y contención solemos pensar, que eso va siempre asociado al dolor a los límites del dolor físico. Pues eso es solo una parte de esa contención hacia si mismo, hay mucho más. En la cita se habla de "vigilar para no dañar o herir". No lo toméis la pie de la letra, en esa afirmación entra lo físico, pero también lo emocional, que da menos pistas. En un juego no solo jugamos con el dolor físico sino también con emociones, algunas de ellas con raíces muy profundas, no pocas veces es mas fácil llegar a herir en lo emocional por exceso y yo creo que una de las tareas más difíciles de un spanker es controlar y equilibrar todas esas sensaciones que se entremezclan durante un juego. Por un lado tenemos la parte física, la puramente sexual, el dolor físico y por otro las emociones. Aunque la comparativa pueda parecer poco humana, se asemeja a afinar un instrumento musical, es ir tocando acordes y ajustar hasta que suenen tal y como queremos, jugando con la intensidad hasta dar con la nota exacta que queremos.

Sin embargo lo más complicado de todo esto, es que a la vez, que gestionas a la otra parte, debes gestionarte a ti mismo, que también vas a vivir seguro ese desajuste en algún momento. Donde te puede vencer multitud de estímulos. La compasión por ejemplo, si intuyes o interpretas un sufrimiento que si bien puede ser real, puede estar aún muy lejos de donde se puede llegar, conteniendo que también pasa, la tentación a veces muy fuerte, de pasar a algo más sexual, antes de llegar a ese punto de no retorno, lo cual puede crear sensación de frustración en quien cede el control.

Dar azotes es algo que todo el mundo sabe hacer, tener un juego satisfactorio es otra historia. A quienes les gusta esto desde el lado spankee, no solo le gusta recibir azotes, sino que a través de esos azotes necesitan sentir diversas cosas, entre ellas sin duda la principal es esa de la vulnerabilidad e indefensión, que en el fondo es no tener el control. Pero para poder hacerlo necesitan tener la seguridad de que alguien controla y difícilmente puede controlar nada, quien no es capaz de controlarse a si mismo, incluso en esos momentos de máxima excitación. En el fondo nosotros también somos unos masoquistas.

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