martes, 30 de mayo de 2023

Introducción a la Disciplina Doméstica XX

 





De vuelta a las reglas.


Aunque en esta serie es un tema que ya he tratado desde distintos puntos de vista, no está de más darle una vuelta de tuerca más, ya que de alguna manera son el fundamento o los cimientos del juego, aunque con el tiempo se abran más posibilidades. 

Hoy vamos a tratar las reglas, desde el punto de vista de construcción de relación y lo voy a hacer basándome en tres puntos.


1. Las reglas deben acercar más a la pareja.


A lo que añadiría, sin importar cómo es la relación. Cuándo hablo de pareja, siempre me voy a referir a pareja de juegos, sea tipo pareja convencional de convivencia diaria o pareja de juegos exclusivamente.

Y en efecto las reglas o normas, deben servir para crear vínculo, cómo forma de conocerse e involucrarse. Por lo tanto aunque me repetía, debemos evitar la arbitrariedad y el autoritarismo. A la hora de plantearlas, debemos tener claro qué meter en el juego y que no. La Disciplina Doméstica es una relación de equidad, en la que uno colma al otro una necesidad y viceversa, pero nunca en ningún caso es una relación de esclavitud o sumisión.


2. Debe crear una dinámica  que refuerce roles y a la vez sea divertida.

En efecto las normas o reglas sirven entre otras cosas para eso, para establecer y reforzar el rol de autoridad y de rendición de cuentas. Así debe la autoridad debe ser siempre proporcional, justa y a la vez estricta y firme. Por otra parte quién acepta la autoridad, debe tener claro las consecuencias de su decisión y que no siempre podrá elegir las consecuencias derivadas y todo eso tiene que ser divertido, erótico y excitante para las dos partes.


3. Deben mejorar el bienestar y sumar a la relación.


Este punto es bastante lógico, si dos personas que comparten fantasía de forma complementaria se unen, es evidente que eso va a enriquecer su vida íntima. Ahora bien lo que a priori es un juego, se puede exprimir y ayudarnos a mejorar y crecer, tanto individualmente cómo conjuntamente. Aquí suelo poner el mismo ejemplo siempre, pero las relaciones en las que voluntariamente se cede la potestad de tener la última palabra a uno de los dos, evitan muchas de esas pequeñas discusiones que con el tiempo acaban por convertirse en grandes grietas. Tener que decidir y más aún cuando es una constante en la vida social, laboral o familiar, puede ser una losa muy pesada en la espalda, tener un espacio donde simplemente aceptar, sin pensar, pueder ser muy liberador e incluso ayudar a mostrar partes de la personalidad normalmente reprimidas.

Y para terminar este post voy a dejar un par de preguntas en el aire, que deberíamos hacernos todos, en el momento de dar el paso de fantasía a realidad

¿Que quiero hacer? 

¿Cómo quiero sentirme? 

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