sábado, 13 de agosto de 2022

A vueltas con las pantallas.

 






Ya habíamos pasado por esto mismo unos meses atrás. Es cierto que con el confinamiento y el encierro, el ocio o la posibilidad de evadirse quedaba muy reducida. Y fue en aquel momento cuando nos suscribimos en una página de spanking, dónde había debates muy interesantes. La verdad es que nos sirvió en aquel momento de vía de escape al tedio del confinamiento. Pero llegó un momento que se nos fue de las manos y hubo que ponerle freno. En especial ella, que empezó incluso a tener insomnio.

La cosa se solucionó, estableciendo unas reglas, es curioso el efecto de las reglas en estos juegos, simplemente establecimos un uso razonable de pantallas. A partir de cierta hora con la excepción de la televisión, ya que ella tenía por costumbre tenerla puesta de fondo antes de dormir y programada para apagarse sola.

Lo cierto es que a diferencia de otras, esta funcionó y ya no hubo más problemas. Pero tal vez los días cortos, el invierno cercano, hicieron que volviera un poco a las andadas, de hecho empezó a ser habitual que la última imagen de ella del día fuera en la cama con el móvil en la mano. Al principio no le hice mucho caso, pensé que era algo pasajero, pero empezaron a manifestarse malhumores matutinos más frecuentes de los habituales y la gota que colmó el vaso, fue una noche que debían ser las dos de la mañana más o menos, despertarme y encontrarmela jugando con el teléfono aún.

Bronca, a dormir y mañana hablamos. Y hablamos y volvimos a restricción de pantallas, la norma era muy clara. Media hora antes de irnos a dormir, se acababan las pantallas con la excepción de la tele. Ni teléfono, ni ordenadores, ni tablets. Ver la tele, leer, escuchar música relajante...Lo aceptó aunque aquella misma noche ya intentó renegociar, negativa tajante por mi parte y punto. Cuando estableces una norma en una relación así, también te afecta a ti, por pura coherencia así que la disciplina va generalmente en las dos direcciones. Pero el garante que se cumpla siempre eres tú, contigo mismo en plan autodisciplina y para con la otra persona ejerciendo la autoridad que te ha concedido.

Unas noches más tarde, cuando llegó la hora de apagar pantallas estaba muy animada con el móvil y cuando le corté el rollo se cogió media pataleta, pero sin llegar a agotarme la paciencia es más le dije que si no se comportaba como una adulta le quitaría el teléfono después de cenar cada día. Una pequeña discusión zanjada por la vía rápida.

Nos fuimos a la cama y aún seguía medio enfurruñada, la busqué para jugar un poco pero se hizo la estrecha y desistí. Tengo el sueño muy ligero y noté algo, que se levantaban pensé que iría al baño y seguí, pero ya mi cabeza estaba en modo vigilia y alerta. Tardaba mucho.

Me levanté sigilosamente, sin hacer ruido la casa estaba a oscuras pero la mente tiene su propio mapa y algo de luz siempre hay. Y al asomarme al salón allí estaba en el sofá, con la cara iluminada por la pantalla del móvil, alargué el brazo y encendí la luz, torpemente intentó esconder el móvil, con cara de sorpresa.

- Que haces despierto?

- Pillarte 

- Pufff es que no podía dormir 

- Ya, dame el teléfono y tira a la cama, mañana ya solucionaremos esto.

No podía decir mucho, la había pillado con todo el equipo. Se levantó, yo fui para la habitación y me metí en la cama.

- Santi no te enfades, no podía dormir, te prometo que...

- Dame el móvil

- Joder que tengo la alarma programada.

- No te preocupes que en mi mesilla la vas a escuchar igual y si no ya te levantaré yo. El móvil.

Protestó, pero me lo dio, lo dejé en mi mesita de noche y apagué la luz.

Por las mañanas había días que coincidíamos y días que no, ella solía salir antes, pero la mayoría de días me levantaba para desayunar juntos. Aquel día no, cuando sonó la alarma y se levantó le di el móvil y me quedé en la cama, quería que pensará bien. Antes de irse vino a darme un beso y se fue.

Nada más escuchar cerrarse la puerta me levanté, desayuné me vestí y me fui a trabajar. En toda la mañana no le dije nada y ella a mí tampoco. Hasta que le quedaba una hora para salir y le escribí.

- Voy para casa ya, hoy olvídate de gimnasio, correr, cafés y demás, te quiero puntual en casa que tenemos asuntos pendientes.

No me contestó, aunque sabía que lo había leído. Me fui para casa, llegué antes y preparé el escenario. Quería que cuando llegara ya tuviera un impacto visual, algo que le provocase una revolución de mariposas en el estómago. Fue fácil una simple silla en el centro del salón, ya en su cabeza significaban muchas cosas.

Escuché abrirse la cerradura, cerrar la puerta y sus pasos en dirección a mí que la esperaba sentado en el sofá. Entró, me dijo un "hola" de compromiso, dejó la mochila y vio la silla, al verla inconscientemente resopló. La miré y le hice con el dedo el gesto que se acercara a mí.

Se acercó mirando al suelo...

- Dame el móvil

- Pufff está en la mochila 

- Pues ve a buscarlo y me lo traes.

Se dió media vuelta, rebuscó en la mochila y me dio el teléfono. Lo cogí.

- Durante un mes desde hoy, cada día después de cenar tu móvil es mío. Sólo te lo daré si te llaman. Y no lo recuperarás hasta el día siguiente. Está claro?

- Y los WhatsApp?

- Si es por algo urgente ya te llamarán.

- Pufff si de verdad, que es que ayer no podía dormir, sólo ha sido una vez.

-No!!! Llevas días ya saltándote la norma, duermes mal, tienes malhumor por las mañanas y hasta ayer había aguantado pero levantarte e irte al salón de escondidas pasa todas las líneas habidas y por haber. Así que no cuela. 

- De verdad, te prometo que no pasa más, cuando nos vayamos a la cama lo dejo en tu mesita.

- Nena, no estoy negociando nada contigo y pon las manos encima de la cabeza, ya.

Bajó la mirada y lo hizo. 

Nada más hacerlo, busqué la cintura de los vaqueros que llevaba, desabroché el cinturón y luego cada uno de los botones, empecé a bajarselos no sin esfuerzo, lo que me gustan cómo lo quedan y lo que cuesta bajarlos, a la altura de la rodilla ya ni bajaban se daban la vuelta sobre sí mismos. Al terminar metí un dedo por la cintura del tanga, estiré la goma hacia mí y la dejé ir de golpe, sonó un pequeño estallido y automáticamente bajé el tanga hasta dónde me dejaron los vaqueros enmarañados por debajo de sus rodillas.

- Tu y ello tenemos un trato y es que si no se cumplen las normas pierdes cualquier derecho o capacidad de decidir por un rato y por eso ahora mismo estás así frente a mí. Y por eso te voy a castigar severamente. 

Me levanté la cogí de la mano y la llevé junto a la silla. En el centro del salón. 

- Me voy a tomar un café y pensar en cuál será el castigo más eficaz. Ni se te ocurra moverte de aquí.

La dejé allí plantada, cuando mandas a alguien al rincón es humillante, pero tiene la protección de la pared, en cambió allí plantada la sensación era parecida a la de estar cara a la pared, pero además sin nada que tapase, totalmente expuesta por detrás y por delante. 

Me tomé mi café tranquilamente, la espera es fundamental para crear una atmósfera de castigo. En aquella situación que venía cocinándose desde la noche tampoco convenía alargarla mucho. A los cinco minutos, me presenté sin decir nada, me senté en la silla, dura en incómoda. Pero la silla en medio de la sala, un silla desnuda sin apoyo también daba un mensaje. Para una mujer adulta ser colocada en el regazo de alguien en una silla, con la cabeza más baja que el cuerpo y las piernas estiradas y sólo apoyando la punta de los pies en el suelo, tiene cómo un efecto regresivo y de absoluto descontrol.

Sin decir nada puse mi mano izquierda en su espalda e hice una ligera presión hacia mis piernas, el mensaje es claro: ponte en posición y la posición implica sentir vulnerabilidad y exposición. Lo hizo lentamente. Una vez puesta y expuesta la sujeté con firmeza con mi brazo izquierdo por la cintura y con la mano derecha empecé a acariciarle las nalgas frías del rato que llevaban expuestas.

- Debería darte vergüenza a tu edad que el único mensaje que entiendas claramente sea este. 

Ya no dije nada más empecé a azotarla con mi mano, de forma progresiva, empezando despacio y suave para ir subiendo de intensidad y velocidad a medida que los azotes se acumulaban y empezaban a colorear su piel blanca, hasta que repentinamente empecé a darle muy seguido y desordenado, una ráfaga larga y me detuve de repente. Tenía ya el culo de un rosado oscuro. Al parar empecé a acariciarle la cara interna de los muslos, en silencio. Y otra vez de repente empecé de nuevo a azotarla, ahora ya a ritmo constante sin variaciones, alternando cachete y cachete y cubriendo bien todo el culo. Estuve un buen rato, ese ritmo lo puedo sostener casi eternamente además el sonido rítmico de las palmadas me excita. Quería ver su culo rojo brillante y encendido, tal vez el único límite sea mi propia mano que también se calienta y que fue lo que me hizo parar. 

Al parar escuché un suspiro de alivio, y volví a acariciarle la cara interna de los muslos. Así estuve un buen rato también, hasta que le dije de levantarse, lo hizo, sin mirarme.

Me levanté y le dije 

- Ve a dejar la silla en la habitación y trae el tawse.

Aquí hay dos cosas a señalar. Una la colaboración en el castigo, síntoma de rendición y aceptación. Lo segundo pedirle un instrumento diferente, su efecto es similar al de un cinturón, pero en este caso si es algo construido específicamente para azotar y eso le da un punto distinto al ritual.

Mientras ella hacía lo que la había dicho, yo puse un cojín sobre el brazo del sofá. Cuando volvió llevaba consigo el tawse marrón de dos lenguas de cuero. La hice pararse frente al brazo del sofá y piernas rectas, brazos extendidos palmas hacia arriba y sujetando el tawse. 

Cogí mi teléfono y le hice unas fotos desde todos los ángulos, delante, detrás con el culo bien rojo y perfil. Al terminar fui al baño, cogí una toalla y la puse encima del cojín sobre el brazo de sofá. Entonces le cogí el tawse y esa era la señal para que se pusiera en posición. Era una posición muy contradictoria para ella, en alguna ocasión me había dicho que se veía sexy en ella, pero también sabía que era una posición muy expuesta y generalmente propia para los castigos más duros. 

Los brazos debían estar totalmente estirados y con las manos bien visibles. Las piernas rectas y juntas el brazo del sofá eleva el culo y con el cojín aún más, dejé suavemente el cuero encima de su piel enrojecida, me subí las mangas. Y volví a coger el tawse es un instrumento cómodo, sólo tienes que dejarlo caer hacia atrás del hombro y golpe seco, la gravedad ayuda. Cuando cayó el primero, se movió algo, más por la sorpresa que otra cosa, no le dije número y eso a veces crea más incertidumbre. El ritmo era siempre el mismo, azote y chequear reacciones, cuando llevaba una veintena, ya tenía todo el culo con las marcas típicas del cuero, franjas rectangulares, y siempre castigando un poco más la nalga que queda más alejada, que es la recibe el impacto del extremo, pero en esa posición no podía cambiar de lado por la pared. Continúe con una veintena más, el fondo rojo, ya estaba todo el cubierto de franjas con puntitos más rojos. Paré puse el tawse sobre su espalda y hice una foto en primer plano de cómo tenía el culo. 

Fui un momento a la habitación a por algo. De vuelta seguía allí sin moverse, la cogí de la cintura y la estiré un poco hacia atrás, con mi pie le separé un poco las piernas. Y desde atrás sin esperarlo le di una palmada en el coño tras la cual se lo agarré con toda la mano.

- Tienes el culo, en llamas y estás goteando.

Yo sabía que recordarle esa reacción tan contradictoria de su cuerpo, le daba mucha vergüenza. Empecé a frotarle el coño con ganas, alternando con algún azotito.

- No si aún se va a creer la señorita que va a tener premio...pues va a ser que no, yo si me voy a dar un homenaje contigo, pero eso es parte del castigo. Algo frío cayó entre sus nalgas era lubricante, que empecé a extender con un dedo. Sobre todo alrededor del culo, o mejor dicho del agujero del culo. Me puse un poco de lubricante en el dedo y le metí la punta, haciéndolo girar para lubricar por dentro el canal anal, hasta meterlo entero lo más profundo, con la otra mano más lubricante y mi dedo empezó a entrar y salir de su culoz hasta notar cero resistencia, entonces añadí un segundo dedo, un gemido y le dije mientras entraba el segundo.

- Ahora te voy a follar el culo, cómo nunca, pero quiero ver en todo momento tus manos y cómo te muevas buscando estímulo que no sea sentir mi polla en tu culo, cogeré otra vez el tawse.

Saqué los dos dedos, me desnudé de cintura para abajo, eché una buena cantidad de lubricante en mi polla, la apunté entre sus nalgas calientes y marcadas, empecé a hacer fuerza y fui notando como cedía y me daba paso, despacio la metí entera hasta tocar con mi piel su piel caliente y marcada. Así estuve quieto un rato, que sintiera bien mi polla invadiendo su culo. Hasta que empecé a moverme bombeando despacio sintiendo cómo cada suave embestida su culo cedía más, hasta que la cogí de la cintura con fuerza y empecé a follarle el culo cómo nunca mi pubis chocaba contra sus nalgas cada vez más rápido ella gemía y apretaba los puños y yo empezaba a tener la necesidad imperiosa de correrme y lo hice en el fondo de su culo. Cuando se la saqué separé sus nalgas, para ver lo dilatado que estaba. 

Recuperé el aliento y le dije.

- Voy al baño cuando vuelva te quiero desnuda de cintura para abajo.

Al volver se había quitado las zapatillas, los calcetines, los vaqueros y el tanga. 

Le di el móvil y le dije.

- Ahora siéntate y narra tu castigo en el grupo, el motivo, el desarrollo y las consecuencias, cuando termines me lo dices que te enviaré una foto para que ilustres la narración y luego lo cuelgas y no te olvides de incluir, que durante un mes vas a tener el uso restringido del móvil.

Al sentarse creo que fue consciente del castigo que había recibido, ya que nada más tocar con la piel la silla, hizo el gesto de volver a levantarse y suspiró, luego empezó a luchar por encontrar una posición cómoda.

Estuvo casi una hora escribiendo. Cuando me dijo que ya estaba le envié la foto del primer plano de su culo, cuando había terminado de azotarla.

- Ya está colgado.

Cogí mi móvil y entré en el grupo, en la sección de castigos reales y vi que acababa de colgar algo.

- Ven aquí con el móvil.

Se levantó y se acercó, cuando estuvo a mí altura le dije.

- Empieza a leer tu narración en voz alta.

Se puso roja, la buscó en el móvil y empezó a leer, delante de mí, yo empecé a acariciarle los muslos pero no tardé mucho en buscar con mis dedos su coño, que goteaba, paró de leer y empezó a jadear cuando dos de mis dedos entraban y salían de su coño.

- Sigue leyendo 

Lo intentó, alguna frase más, pero ya no pudo terminar, la agarré por la cintura, ella apoyó su cabeza en mi hombro y se corrió como nunca mojando mi mano, temblorosa y jadeante, empecé a acariciarle el culo, muy sensible, porque fue tocarlo y quejarse un poco que escocia, pero así estuvimos un rato ella apoyada en mi hombro y yo acariciándole el culo que acababa de castigar.

Hasta que le dije 

- Creo que una ducha no nos iría mal.

Me levanté nos abrazamos y nos besamos y juntos de la mano nos fuimos a la ducha. 








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