martes, 25 de enero de 2022

Vergüenza y vulnerabilidad se escriben con V.

 



" Hay cosas que me da vergüenza sólo imaginarlas, pero a la vez sólo imaginándolas me excitó, por ejemplo estar en el rincón con el culo al aire..."

La semana pasada os hablaba de una conversación y entre otros temas, salió este, así que voy a intentar dar con las claves de esa dualidad con la vergüenza. 

En teoría a nadie le agrada pasar vergüenza. El sistema social de recompensa y castigo es una de las patas de nuestro sistema de convivencia social. Por lo tanto, todos estamos programados para evitar la vergüenza. Cuando uno está siendo desaprobado por una "autoridad" automáticamente nuestra educación cultural, nos hará sentir la vergüenza de no poder disociarse fácilmente con el objeto de la desaprobación (es decir, contigo mismo). De hecho la vergüenza es buena, porque nos evita repetir comportamientos que nos comprometen. 

La capacidad de sentir la vergüenza es una buena señal, ya que indica dónde están los problemas y solicita una rectificación. La culpa es el resultado de lo que otros han impuesto y la vergüenza es el resultado del propio interior, el miedo a la no aceptación  Esto nos protege realmente bien para que podamos mantener un vida social.


Lo natural evitar la vergüenza tanto como pueda. Tengo miedo de que no me acepten. Lo que ocurre es que a veces nuestra propia mente actúa cómo un ente ajeno y la vergüenza se convierte en culpa, para con uno mismo. Entonces hemos pervertido totalmente ambas emociones. Ya que sin necesidad de un ente externo que nos recrimine el "error" sentimos culpa. Ahí es dónde puede surgir la necesidad de echar mano de alguien real externo, que nos cambie la culpa, por vergüenza. 

Una de las sensaciones asociadas a la vergüenza es la vulnerabilidad, todos somos vulnerables y por eso solemos ponernos mil paredes que la tapan. Cuando aparece la culpa está ahí dentro de esas paredes y para hacerla salir es necesario abrir una puerta y mostrarla, de ahí la capacidad de expiar la culpa a través de la vergüenza, que nos hace sentir vulnerables. 

La erotización de la vergüenza, de alguna forma la hace más llevadera y asumible, no es una vergüenza que anuncia culpa sino todo lo contrario, es una vergüenza que libera la culpa y una de las cosas que más culpa nos genera, es cuando creemos que nuestra sexualidad es diferente, oculta y avergonzarte. Erotizar la vergüenza, pasar vergüenza pero que excite, consigue también arrancar esa culpa por tener unos gustos, fuera de lo común. 

Un juego no deja de ser una representación pervertida de los estándares sociales, que a veces tanto nos agobian. Rehaciéndolos a nuestro gusto, consiguiendo no sólo evitar la ansiedad sino que además usándolos para crear una atmósfera erótica totalmente transgresora, nos libera por dos sitios.



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