Este texto, es parte de un castigo, que ya contaré.
Cuando iba a su encuentro, se me pasó varias veces por la cabeza volverme, echarme para atrás en el último momento, siempre tenía es baza. Pero por suerte no lo hice.
Eran muchas horas de conversaciones, intercambio de historias y demás, las que llevábamos encima, a pesar de eso, las dos nos habíamos metido en algo que no entraba en nuestros planes y habían muchas dudas. Las dudas quedaron resueltas en menos de un minuto. Charlamos, reímos y de forma no planeada empecé a sentirme al lado de P. Cómo si estuviera ante una hermana mayor o una mentora.
Hasta que llegó el momento, mi lista de faltas era tan larga, que sentía vergüenza y más aún cuando empezó a enumerarlas, de repente me hice pequeña muy pequeña y cuando dijo la frase:
- Pequeña vete al rincón a reflexionar sobre los cambios que debes hacer urgentemente
Me recorrió una corriente eléctrica de los pies a la cabeza o al revés. Y lo hice sin pensar. Que rato más largo!!!. La escuché levantarse y salir, pero no me atrevía a mirar. Luego otra vez acercarse y entonces pronunció mi nombre. Me acerqué hacia ella y con un gesto me indicó que me tumbase en sus rodillas.
Ahí surgió de nuevo la duda, incluso el miedo, y si al final no era cómo imaginaba... tragué saliva y me rendí si había llegado hasta ahí, al menos probar. En cuanto me coloqué en su regazo, pasaron por mi cabezas un montón de imágenes. La de aquella niña que buscaba a escondidas y temblorosa de excitación la palabra: azotes, en el diccionario, la de aquella adolescente que provocaba en clase en busca de una reacción que nunca llegó, la de la mujer que había intentado sin éxito lo mismo con algún chico. Y allí estaba, con un pijama en las rodillas de una mujer!!! Cómo un flan.
Sentí sus manos dulces acariciarme y eso me tranquilizó, me recordó porqué y para que estaba allí y eso me sonrojó. El primer azote, fue inesperado, no me dió tiempo a reaccionar. Cayeron unos cuantos más, pero no dolían, los sentía más bien como una caricia más fuerte. Paró de repente, y ahí sí noté cierto calor. Entonces empezó a hacerme preguntas, sobre mis rutinas, mi caos, mi tendencia a dejar todo para mañana y mi desorden. Y mientras seguía noté su mano meterse en la parte de atrás de mi pantalón y tirar de el, fue una sensación abrumadora cuando noté el aire en mis nalgas, había elegido unas braguitas inocentes, blancas con los bordes con un poco de encaje azul celeste, pero que dejaban al aire parte de mis nalgas. Así en bragas siguió sermoneandome y cuando terminó, me bajó las bragas. No me lo esperaba, dije un "no" y su respuesta fue.
- Cuando estés en mis rodillas decido yo, tú podrás decidir si estás o no según de portes.
Entonces empezó a hablar su mano, los primeros azotes no fueron dolorosos para nada, al contrario los sentí agradables durante un rato, luego si empezaron a picar. Se detuvo otra vez y sentí algo diferente sobre mi piel, en aquel momento no sabía que era, duro y áspero.
Lo primero que noté fue el sonido diferente y después un dolorcito más punzante, de repente empezaron a caer los impactos más fuertes y rápidos, ahí sí dolía y empecé a moverme un poco.
- Ya puedes patalear, gritar...hasta que no crea que has aprendido la lección no voy a parar.
En ese momento me di cuenta de que necesitaba apagar la parte de mi cerebro que trata de darle sentido a las cosas, esa parte que intenta razonar absolutamente todo, y yo necesitaba simplemente sentir. Solo esar presente. No te resista. Quédate quieto. Sólo siente. Y entré en algo parecido a un trance, hasta que me despertó su pausa. Ahí apareció el dolor, sentía el latido de mi corazón en la piel de culo.
- Ahora vas a contar diez y si te portas bien habremos terminado.
Que cosas. Contar a diez, parece tan fácil e inocuo... conté hasta diez, cinco en cada nalga, los que más dolieron, pero aún así hubiera contado diez más
P que estaba más atenta a mis necesidades físicas de lo que yo podría haberlo estado. Supo el momento exacto en que mi cuerpo había tenido suficiente. Si hubiera dependido de mí, habría seguido intentando pasar. Pero ella sabía que no se trataba de eso. No se trataba de mostrar cuánto puedo aguantar. No se trataba de causar una buena impresión. Se trataba de parar cuando llegaba el momento. En ese momento todo cobró sentido y su mano acariciando mis nalgas en llamas, me hicieron ser consciente de que cómo debían estar.
Después, me hizo levantarme y sentarme en su regazo hablamos. La conversación continuó como había terminado. Sentí un alivio inmediato. Pronto, me sentí cargada de energia, feliz, contenta y en paz. Sentí calidez, emocionalmente y mucho calor físico donde ella había estado trabajando con su mano y una cuchara de madera que descubrí. Me sentí vista, escuchada, cuidaao y, lo más importante, sentí algo que nunca antes había sentido realmente. Sentí un respeto absoluto por esta figura de autoridad / mentora / amiga que había entrado en mi vida solo unos meses antes. P. me había dado algo que nadie más me había dado: orientación sincera y mano firme. Lo había estado buscando durante tantos años. Esa guía sincera y mano firme. Una mano forjada en el fuegos de hierro y hormigón, y de alguna manera pegada a la persona más dulce que existe.
Un rato después le pedí permiso para darme una ducha. Me lo dio y allí me di cuenta que no sólo había calentado mi culo y despejado mi cabeza... había algo más que se manifestaba entre mis piernas y algo que aún nos llevaría tiempo aceptar.
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