- Se puede saber qué buscas?
Me dijo, después de verme un rato, remendando armarios, bolsillos de chaquetas y cajones.
- Mis llaves del trastero que no las encuentro.
- Luego te quejas de mi vaya cabeza. Y para que las quieres?
- Necesito las pinzas de la batería del coche. Déjame las tuyas.
- Puffff pues no sé dónde están ahora, además no recuerdo que hubiera ninguna pinzas. Te has quedado sin batería o que?
- No, no son para mí, me las han pedido.
- Pues que se busquen la vida
- Déjame las tuyas va.
- Que no sé dónde están
- Si siempre las llevas en el llavero.
- Puffff mira que eres pesado.
Se levantó fue al bolso que colgaba de la silla sacó el llavero.
- Si aquí están, pero ya te digo que no he visto pinzas la última vez que bajé además está todo que algún día habrá que ordenar. Tu mismo.
Cogí sus llaves y bajé al trastero del parking, al abrir la hecatombe, un desastre, todo apilado de cualquier manera, vaya dos, así que tuve que sacar medio trastero, bicicletas, herramientas, cajas de ropa vieja, trastos a fin de cuentas y finalmente las encontré, y cuando fui a cogerlas vi algo raro, unos paquetes sin abrir, de una conocida marca de venta online, al tacto eran recientes, y empecé a entender el porqué de la reticencia inicial a darme las llaves.
Unos meses atrás habíamos quedado o más bien me había pedido que le controlará las compras online, ahora todo tenía sentido. Cogí esos paquetes y los puse en el coche. Volví a meter a presión lo que había sacado y la llamé.
- Nena voy a llevar las pinzas un momento.
- Vale, no tardes que estoy sin llaves.
- No te preocupes, que no tardo nada.
En efecto tardé apenas diez minutos, pero al entrar iba con los paquetes todo decidido al salón, pero no estaba allí, los dejé sobre la mesa.
- Nena????
- Si soy un perro te muerdo, estoy en la cocina, las has encontrado?
- Si ya está, por cierto hay que ponerse a ordenar el trastero, que parece un punto verde o un desguace.
- Pues ya sabes, mañana tienes todo el día.
- Ya, por cierto he encontrado unas cosas muy raras puedes venir?
Supongo que ahí ya sabía de qué le hablaba y cuando apareció al ver los paquetes sobre la mesa, su cara me lo confirmó.
- Esto que es?
- No sé jajajajaja, has pedido algo por Amazon?
- Te hace gracia?
- Jooo es que un día estaba aburrida y vi unas cositas, tampoco me han costado tanto, además alguna es para tí
- Para mí?
- Bueno directamente no, pero te gustará cuando me las ponga.
- Vaya agradezco el detalle, pero en el trastero y escondidas poco te las vas a poner...
- Es que era una sorpresa y ahora me la has estropeado.
- Y que es?
- Ropa...y algo de lencería
- Pues nada, descubierto ya me lo enseñas?
Se fue a abrir los paquetes.
- No, puesta, la lencería digo, te espero en el despacho.
Había sido una buena idea convertir una habitación en despacho, pronunciar la palabra "despacho" ya tiene una fuerza especial.
- Pero si son unas medias, un tanga y sujetador
- Y? Pontelos y ven al despacho
Me fui y me encerré en la habitación que había convertido en despacho. Un rato después se abrió la puerta y apareció ella.
- Acércate por favor.
Lo hizo, la miré de arriba a abajo, llevaba un sujetador push-up de encaje negro, unas medias de rejilla, con las celdas anchas tipo pantys y un tanga de encaje negro también.
- Me gusta...
- Supongo que hubieras preferido las medias musleras pero no había.
- No, me gusta así. Ve a quitarte el tanga y vuelve con las medias.
- En eso también pensaba cuando las compré
- Ya veo que estás en todo.
Salió del despacho y en cuanto lo hizo fui a uno de los rincones, dónde habían dos taburetes, uno de medida normal y otro que apenas levantaba dos palmos, la atalaya de la vergüenza lo llamaba yo. Cogí el normal y lo puse, frente a mí mesa, con un par de DIN A3 en blanco y un bolígrafo y me senté en el.
Volvió a entrar, ya con las medias solo y con la cara más roja sobretodo al encontrarme sobre el taburete de brazos cruzados.
- Ven....
Se acercó...la miré.
- Date la vuelta
Lo hizo.
- Si, son para llevar sin nada debajo. Mírame.
Se giró otra vez.
- Las manos detrás de la espalda.
Bajó la mirada.
- Me pediste que controlara las compras online, verdad?
- Si -dijo con un hilo de voz-
- Mírame
Resopló y me miró.
- Nuestro trato no hablaba de una prohibición de comprar online, quedamos en consultar y en un techo de gasto mensual. Te has metido en un problema señorita, pero no por comprar, por esconderlo o lo que es lo mismo por mentir y o omitir, que es más grave y sobre todo muy infantil. Y cuando te comportas en modo infantil, ya sabes cuáles son las consecuencias, verdad?.
Volvió a bajar la mirada...
- Te he hecho una pregunta, así que responde. Cuáles son las consecuencias?
- Pffff que me castigas
- Pues ya sabes, lo que va a pasar.
Me levanté del taburete y le dije.
- Siéntate.
Se sentó.
- Empieza a copiar el "pasar compose" del verbo mentir, las dos hojas por las dos caras.
- Puffff, no te he mentido, te lo iba a decir sólo que quería que fuera una sorpresa.
- No estamos debatiendo, así que no vas a levantar el culo del taburete hasta que termines, tengo todo el día. Está claro?
Ya no dije nada más, me levanté, me fui y cerré la puerta. Un cuarto de hora más tarde entré un momento y estaba copiando, volví a cerrar.
Media hora más tarde, entré de nuevo y justo cuando entraba me dijo.
- Ya estoy.
Me acerqué y cogí las dos hojas, comprobé que estaban completas y sin la letra en exceso grande para ocupar mucho. Las volví a dejar en la mesa.
- Levanta.
Se levantó y moví el taburete hacia el centro del despacho, me senté en el.
- Ponte delante de mis piernas.
Lo hizo.
- A mis rodillas
Suspiró, y se puso despacio, con el taburete, no tenía precisamente una posición cómoda aunque si muy expuesta, la cabeza colgando hacia un lado, en el otro apenas podía apoyar la punta de los pies y la única sujeción, eran sus manos agarrando el travesaño de apoyar los pies del taburete.
Llevaba un rato sentada copiando sin ropa interior sólo con las medias, así que debía tener ya en su piel grabado el dibujo de la reja de las medias.
Sin decir nada, me subí las mangas, la sujeté de la cintura con el brazo derecho y empecé a hacer caer mi mano de arriba a abajo sobre su piel sin más protección que las rejillas de las medias. Miré el reloj de pared un momento y continué sin pausa durante 5 minutos de reloj, con una lluvia incesante de palmadas rítmicas durante cinco minutos. Al detenerme la hice levantarse y ponerse otra vez frente a mí.
- Manos en la espalda.
Lo hizo, cogí la cintura de las medias y las bajé a medio muslo.
- Date la vuelta
Lo hizo y nada más hacerlo empecé a pasar mis manos por sus nalgas, ya calientes y de un rosado que ya tiraba más a rojo.
- Vuelve a la posición
Nuevo suspiro, pero dócil y rendida se volvió a poner en mis rodillas sentado en el taburete. Le estuve acariciando las nalgas unos minutos esperando que las manijas del reloj marcaran, unos cinco minutos claros y cuando lo hicieron, empecé a azotarla de nuevo. Ahora ya piel contra piel, sin nada interpuesto y con ganas y dedicación, cubriendo cada centímetro de piel suave y cada vez más roja y caliente, hasta que pasaron otros cinco minutos.
Durante los siguientes cinco minutos me dediqué a acariciar cada uno de esos centímetros de piel roja y caliente. Y cuando pasaron, volví a cambiar caricias por azotes punzantes, esta vez dirigidos a la parte baja de las nalgas y alta de los muslos, hasta dejar como un tomate maduro, toda la piel desde dos dedos por debajo del nacimiento de la espalda, hasta cuatro dedos por debajo del final, en los muslos. Y es que la mano puede ser muy efectiva, sin necesidad de usar nada más.
Pasaron esos cinco minutos y no hubo caricias, la dejé coger un poco de aire, pero quería que sintiera bien los efectos de mi mano en su culo travieso.
- Levanta.
Se levantó, le señalé el pequeño taburete del rincón. Y hasta allí la acompañé, se subió en el manos en la espalda, prohibido frotarse, la pequeña elevación del taburete aumenta la sensación de exposición. Entonces cogí las dos hojas con las copias, levanté el cierre del sujetador sin desabrocharlo, puse las hojas en su espalda y dejé ir el cierre para que quedasen sujetas. Entonces cogí una moneda de 50 céntimos y la puse en la pared.
- Quiero tu nariz aguantando la moneda y si se cae, lo siguiente que harás es ir a buscar el cepillo.
Y ahí la dejé, culo rojo y expuesto, levantada, con las medias a medio muslo, las hojas con las copias en su espalda y luchando para que no se cayese la moneda. Otros cinco minutos más, mientras la observaba apoyado en la mesa.
Cuando pasaron, me fui hacia ella, le quité la moneda y la ayudé a bajar del pequeño taburete.
- Apoya las manos en la pared y separa las piernas.
Lo hizo al estar separada de la pared tenía que inclinar la espalda. Le acaricié las nalgas suavemente, me gusta sentir el calor que desprenden recién castigadas. Hasta que llevé toda la mano al coño y sonreí.
- Cuanto más serio me pongo más te mojas. Pero de momento no va a haber premio.
Acto seguido le di diez palmaditas desde atrás en el coño, algo que sabía que lejos de ser molesto, aún la excitaba más, cuando terminé, yo mismo le subí, las medias, le cogí las copias de la espalda, las rompí y las tiré a la papelera.
- Ya que las has comprado, al menos las vas a usar hoy, ponte algo en el cuerpo que no cojas frío, pero lo que queda de día, vas a llevar las medias y mañana, vamos a ordenar el trastero. De acuerdo?
Asintió, le di un beso y al salir del despacho un azote que la hizo dar un saltito.
Hubo premio después, pero tuvo que esperar un buen rato.
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