domingo, 7 de febrero de 2021

Cocinando a fuego lento.

 



Volvíamos a estar confinados, así que la única movilidad se limitaba de casa al trabajo y del trabajo a casa, con alguna pequeña excepción para los suministros básicos. No acabábamos de salir de aquella pesadilla, no había manera y aquello nos pasaba factura, en todos los aspectos, uno de ellos la convivencia, con la intención de evitar la máximo número de conflictos derivados, ideé un cuadrante de repartición de tareas, se lo propuse y aceptó. Era cosas simples como la cena, los dos comíamos fuera, los días laborables y rotábamos por día, al ser la semana impar, una semana te tocaba 4 días y la otra 3, y el fin de semana se igualaba, ya que un día  a cada uno, nos tocaba comida y cena.


Pero un sábado que le tocaba a ella, cómo tenía unas cosas pendientes de trabajo, hice la comida yo, cuestión de diálogo, al terminar nos apalancamos y nos hicimos una sesión de cine, poca cosa más se podía  hacer. Y claro llegó la hora de cenar, se lo dije tenía hambre y empezó a ponerme excusas, que si una ducha, que si pedir algo, pero me puse serio en plan "tira para la cocina". A regañadientes y maldiciendo se fue y yo se perfectamente como terminan estas cosas.

Al cabo de un par de minutos de haberse ido a la cocina me fui para allí. No me dio tiempo a decir nada, me soltó.

-No te creas que me voy a comer la cabeza, yo no tengo mucha hambre, así que un par de sandwich y tirando.

-De eso nada y mira, si cuando te lo he dicho, te hubiera visto intención y empatía, no hubiera pasado nada, pero como siempre te pierde la boca y las maneras, así que ve pensando algo más elaborado, que yo me curro en menú adecuado a tu régimen siempre.

-Bahhh paso, me voy a la ducha, luego me calentaré un vaso de leche, que no tengo hambre y si tu tienes toda la cocina es tuya.

-¿Dónde vas? ven aquí. Ahora.

-Paso

Salió de la cocina y enfiló el pasillo, me quedé sin saber reaccionar un instante, hasta que pensé cocinar voy a cocinar,  pero no lo que ella cree.

Me fui a buscarla, cuando estaba cogiendo ropa para irse a la ducha, la cogí del brazo con firmeza.

-Tira para la cocina.

-Suéltame joder, ya te he dicho que no.

Sin soltarle la conduje por todo el pasillo a base de azotes, mientras caminábamos. Mientras le decía.

-Si es que hay días que lo pides, parece que lo lo necesites. Pues no te preocupes.

Llegamos a la cocina. Cogí el taburete en un gesto firme, lo saqué de la mesa, sin soltarla me senté y a mis rodillas. Cómo sabía que no sería fácil hoy, al menos al principio, pierna encima de las suyas para bloquear y manos sujetas en la espalda.

-¿Es lo que buscabas? enhorabuena a fuego lento te voy a cocinar el culo.

Y empecé a soltar mi palma contra su culo, aun con el pantalón del pijama puesto. Tal y como suponía, en la primera tanda, hubo cierta resistencia, que me obligó a parar un par de veces y ponerla bien de nuevo, pero cuanto más se resistía más fuerte le daba y llegó un punto que se dejó llevar, además muy de golpe. Momento que aproveché para emplearme a fondo, bajando un poco la fuerza, pero siendo más preciso y constante, vamos una buena zurra, hasta que se calmó del todo. Entonces le solté las manos, no hizo la más mínima intención de llevarlas atrás, ni tan siquiera cuando empecé el ritual de bajarla el pantalón del pijama muy lentamente hasta los tobillos, para descubrir su piel desnuda. Para mis sorpresa estaba ya bastante roja, pero eso no la libró de una buena tanda más a mano con el culo al aire, hasta dejárselo rojo cereza todo él.

Entonces mi vista se fue a dos cosas ideales para terminar la cocción, una botella de aceite de oliva y la cuchara de madera, esa que sólo usaba para cocinar sus nalgas. Ni me lo pensé cogí el aceite y dejé caer un par de chorros, uno en cada mejilla roja, lo extendí bien con la mano. Me sequé las manos, cogí mi teléfono y pedí unas pizzas, no se pueden cocinar dos cosas a la vez.

En cuanto colgué cogí la cuchara  y empecé a azotarla con ella sobre la piel bien "engrasada". Al principio repartiendo bien los azotes por ambos cachetes, pero llegó un momento, que me dediqué a dibujar un camino picante, que recorría la línea que separa las nalgas de los muslos, para que así recordara su actitud unos días al sentarse. Algún suspiro más largo de la cuenta y el aceite ya consumido, me hizo pensar que igual era suficiente.

Cuando la mandé al rincón de la cocina, los humos habían desaparecido y la cocción estaba en su punto perfecto. Una vez en el rincón, le puse el mango de la cuchara entre las nalgas, para aumentar la vergüenza y con la advertencia que si se caía, recibiría más tarde un recordatorio. Me senté tranquilamente a fumarme un cigarrito, con la imagen de ella en el rincón, manos sobre la cabeza, nalgas rojas y brillantes, con una  línea en ambas nalgas de un rojo casi azulado y la cuchara sujeta entre las nalgas.

Sonó el timbre y fui a abrir, era el repartidor de pizzas, lo hice subir. Abrí la puerta, recogí las pizzas y pagué, si hubiera entrado un paso dentro, hubiera podido verla allí en el rincón castigada. Cerré y entré en la cocina con las pizzas, preparé todo y le di permiso para salir de su penitencia en el rincón. Las normas ya las sabía, prohibido subirse el pantalón, frotarse o acariciarse. Cenamos tranquilos, bueno ella algo incómoda en la silla, al terminar. Le tocaba recoger a ella, mientras guardaba algo, me levanté, me pegué a ella por detrás, empecé a acariciarle el culo.

-Aun está bien calentito, creo que he sabido cocinarlo al punto. Y voy a ver los jugos como están

Mi mano se fue a su sexo mojado como esperaba..

Continuará

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