sábado, 31 de marzo de 2018

Penitencia. (Relato)





Lo que se narrá a continuación ocurrió tal cual una Semana Santa de hace algunos años. Espero que nadie se sienta ofendido por ello, no es la intención ni el objeto de este relato.

Llegamos ya de noche a Soria un Jueves Santo, todavía al atrevesar la vieja ciudad a orillas del Duero retronaban los tambores que marcaban el ritmo del paso de la Virgen de la Soledad. Hacía algo más de 4 horas que habíamos cambiado el sol del Mediterráneo muy cerquita de Barcelona, por la noche aun fría a principios de primavera de las orillas del Duero. La idea había sido mia, quería concederle un capricho, sabía de su extraña relación amor/odio con los ritos católicos, recuerdos lejanos de aquel colegio de monjas donde cursó las primeras etapas de su educación y que inculcaron en lo más profundo de su mente una extraña atracción por la disciplina y la penitencia. Las Semanas Santas de la vieja Castilla poco tienen que ver con las alegres, bulliciosas , primaverales y soleadas Semanas Santas sureñas. Aquí aunque el sol empieza a calentar algo a mediodía las mañana y las noches siguen siendo frías, y el bullicio y la alegría son sustituidas, por el silencio, la solemnidad y el misterio, que conjuntamente con los escenarios naturales donde se desarrollan conforman un espectacular escenario que te retrotrae a épocas pasadas. Las callejuelas empedradas, iluminadas con antorchas, los nazarenos, los cirios todo cobra un aire de misterio, incluso con cieto aire tétrico.

Aparcamos el coche en el viejo Hotel Leonor, un edificio de piedra que se eleva en una de las partes más altas de la vieja ciudad, justo al lado del Hospital Provincial. Una inmensa puerta con su arco de piedra da acceso al hall, teníamos reserva para cuatro noches, Jueves Santo, Viernes Santo, Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección, el Lunes de Pascua volvíamos a nuestro lugar de origen. De camino habíamos parado a cenar algo. Nada más registarnos dos fuimos a la habitación, todo tenía  un toque muy mediaval, desde el baño, hasta la gran cama con palio. Deshicimos las maletas, bueno yo me limité a dejarla en el armario, mientras ella deshacía la suya, yo miraba por la ventana las extraordinarias vistas sobre la vieja ciudad del Duero.

Para los dos había sido un día laborable y sumado el viaje y que casi era media noche, decidimos que lo mejor era irnos a la cama, eso hicimos y ambos no tardamos nada en quedarnos dormidos. Al despertar al día siguiente nos preparamos, ropa cómoda para andar. mochila por si acaso y bajamos a desayunar al comedor del hotel. Desayunamos y aprovechamos para coger provisiones para el resto del día y la llevé a hacer una de la excursiones típicas de la ciudad. Empezar visitando el claustro de San Juan de Duero, por más veces que lo visites siempre impresiona y despues ir resiguiendo el sendero que bordea el rio para terminar visitando la ermita de San Saturio y sus grutas y eso hicimos mochila a la espalda y abrigados pese a que ya hacia unas cuantas horas que había salido el sol, nos pusimos en marcha, primero San Juan de Duero y despuás siguiendo el Duero hasta San Saturio. Allí durante la visita estuvimos charlando de historias y leyendas de templarios, de las distintas y espectrales imágenes del diablo que hay en la ermita, como queriendo meternos en situación. Respostamos fuerzas en un precioso paraje un poco más abajo siguiendo el curso del Duero. A primeras horas de la tarde el sol por fin creaba un ambiente tibio. Nos sentamos a comer algo de lo que habíamos cogido del hotel a los pies del tronco de un gran olmo, yo seguía contándole leyendas del lugar, algunas muy famosas que en su momento popularizó el genial poeta andaluz Gustavo Adolfo Bécquer, hasta que en determinado momento me levanté y me acerqué a la orilla y mientras ella me miraba apoyada en el tronco, empecé a cortar algunas ramitas de abedul, de aproximadamente un metro de largo, hasta hacer un manojo de un docena de ramitas, con el manojo de vuelta me senté a su lado y empecé a quitarle las hojas, ella me miraba y me preguntó.

-¿Y eso?...

No le contesté simplemente sonreí ella me devolvió una sonrisa pícara, no era tonta y sabía que algo tramaba y no se equivocaba.

De vuelta rehicimos el camino, las ramitas asomaban por una abertura en mi mochila y al llegar de nuevo a San Juan de Duero, nos quedamos allí un rato viendo los juegos de sombras que hacia el sol descendiente al atravesar con su rayos los arcos, todo un espéctaculo misterioso como todo el entorno que habíamos visitado. Pero aunque sea Semana Santa cuando el sol desciende en Castilla todo el poquito calor que viene del cielo cede el paso al frio que sube del suelo y antes que empezara a atardecer pusimos rumbo a la ciudad, al llegar nos dio tiempo de ver la lúgubre e impactante procesión de la Cofradía del Santo Entierro, entre una multitud silenciosa, empezaba a caer la noche y pusimos rumbo al hotel, después de un día especial. Teníamos mesa para cenar aquella noche, así que nada más llegar nos dimos una ducha y nos arreglamos  para bajar a cenar. Yo la esperaba mientras ella terminaba de arreglarse, al salir del baño primer impacto. Se había puesto un vestido muy especial, como queriendo mimetizarse con el ambiente, era como de terciopelo granate, con una gran escote hasta casi los hombros, entallado has las caderas y a partir de ahí con vuelo hasta los pies casi, el amplio escote hacia que su piel blanca hiciera resaltar aún más su pelo rojizo y los labios pintados de rojo intenso todavía remarcaban el contraste. La miré.

-¿Te gusta?
-Mucho
-Era una sorpresa
-Pues me encanta. ¿Bajamos?
-Encantada.

Sse cogió de mi brazo y bajamos al comedor, al llegar el maitre nos acompañó a hasta una mesa, con vistas a la ciudad, acto seguido nos dio la carta, como era de suponer la inmens mayoría de platos eran platos de cuaresma, ella la hojeó rápido y la cerró.

-Que rápida, ¿Ya lo tienes claro?
-No me hacía falta ni carta voy a pecar jajajajajaja
-No se porque me lo temía, empiezo a entender  porque a las pelirrojas las mandaban a la hoguera jajajaja.

Se acercó el maitre, nos tomo notá, ella eligió un único plato chuletón. No pude evitar sonreir al escucharla pedir, con soberbia de quien se goza transgrediendo. Cenamos tranquilamente y al terminar decidimos retirarnos a nuestros aposentos. Nada más entrar ella se metió en el baño y yo me senté a los pies de la cama y me encendí un cigarrito, le estaba dando una calada cuando salió del baño simplemente se había descalzado seguía con el precioso vestido de aire medieval encima, se acercó a mí con una forma de caminar muy juguetona. Yo la miraba y cuando estaba a un metro de mi, se miró el reloj y me dijo.

-Mmmm es casi media noche, es hora de mis oraciones.

Se arrodilló ente mis piernas, sin decir nada me desabrochó el cinturón del pantalón, los botones y metió la mano para sacarme la polla del boxer con la mano, mientras empezó a subir y bajar la mano, me dijo.

-Creo que antes voy a pecar un poco más.

Dejó un momento mi polla, para  desabrocharse la cremallera de la espalda del vestido y quitar ambos brazos de las mangas, el escote cayó  por debajo de sus pechos cubiertos con un precioso sujetador de encaje rojo, a juego con su pelo y que hacia resaltar su piel blanca, pero no tenía suficiente y tambien se desabrochó el sujetador, sus pechos redondos y blancos quedaron sueltos y cogiendo otra mi polla con una mano, empezo a pasarla por sus dos pezones duros, despues apretó mi polla entre sus pechos subió y bajó varias veces, hasta que paró y sonriendo mirando hacia arriba empezo a pasar su lengua despacio por la punta de mi polla, recorriendo todos los pliegues con la putita de la lengua, incluso la abertura, para terminar metiéndosela toda en la boca, despacio muy despacio desde arriba hasta abajo del todo, de vez en cuando paraba para respirar pero continuaba con su mano masturbándome y continuaba con su boca, yo me iba excitando más y en un momento determinado vi que me iba a correr, le dije que parase que aun no...hizo caso omiso, al revés aumentó el ritmo, se lo volví a repetir, demasiado tarde, unos segundos después irremediablemente me corría en su boca y ella seguía con el mismo impetú del principio, solo cuando vio que habia soltado todo relajó la mamada, pero siguió hasta escurrir la última gota, mientras lo hacía y recuperaba aire le acariciaba el pelo, hasta que en determinado momento la cogí con fuerza de la parte de atrás del pelo, haciendo que se levantase a la vez que yo y frente a frente le dije.

-Veo que hoy no estás para normas y ha despertado la pecadora, habrá que ponerle remedio a ello no crees? una penitencia no te vendría mal y así aprenderás a respetar las normas y a que cuando te diga para, es que pares.

No dijo nada solo sonrió, la solté del pelo, la cogí de la mano saqué una silla que había bajo el escritorio y de un movimiento rápido la puse en mis rodillas, estaba satisfecho pero a la vez enfadado que no me hubiera hecho caso, empecé a azotarla con la mano, pero enseguida me dí cuenta que el vestido era muy grueso y que encima cogía aire con lo que los azotes eran muy amortigüados. Busqué el final del vestido, y se lo levanté era pesado, llevaba como una especie de forro interior, finalmente vi asomar unas braguitas tipo brasileña tambien de encaje rojo a juego con el sujetador, y sobre aquellas braguitas empecé a azotarla con la mano, un buen rato con rabia, hasta que su blanca piel apenas se distinguia del color de la braguita entonces me detuve, la hice levantarse, la cogí de la mano y la lleve a los pies de la cama, sin soltarla cogí un cojín y lo puse en el borde y la hice tumbarse boca abajo con el vientre sobre el cojín y los pies en el suelo, volví a repetir el ritual de levantarle el vestido solo que esta vez un vez el vestido levantado cogí las braguitas y tiré de ellas hacia abajo, recorriendo todas sus piernas y quitándoselas del todo.

-No te muevas.

Me fui al armario, saqué los cordones a unos de mis zapatos y cogí la docena de varitas de abedul que había cortado a la orilla del Duero, las uní por el extremo mas gordo e hice un mango con el cordón del zapato,  una vez terminado el improvisado instrumento, lo hice restrellear en vacio varias veces para asegurarme de su fiabilidad y a la vez para que escuchase el sonido de las varitas cortando el aire, sonido que escucharia como preludio al impacto con su piel. Me acerqué ella seguía en la posición con el culo bien expuesto, le pasé suavemente el  improvisado látigo de ramas de abedul y justo cuando se escuchaban en la ciudad las campanadas de media noche, le di el primer azote, un suspiro entrecortado de dolor salió de su boca, al terminar las campanadas, empezaron a sonar todas las iglesias con toque de difuntos, el lento y monótono ding dong que anunciaba el entierro de Cristo y inconscientemente empecé a acompasar los lacerantes azotes al ritmo de lento de las campanas, los primeros los aguantó estoicamente, pero a partir de unos 20 más o menos, a cada azote le seguía un pequeño grito y un profundo suspiro. Yo segui implacable, todo su culo y la parte alta de sus muslos no se libraron de la mordida de aquel improvisado instrumento, cuando vi que algunas de las ramitas empezaban a romperse entonces me detuve, le pasé suavemente las yemas de los dedos por su piel castigada respiraba agitada y estaba temblorosa, toda su piel estaba enrojecida y diversos puntitos de sangre a causa de las microheridas en su piel decoraban todo su culo y la  parte alta de los muslos.

Me levanté, dejé en la papelera el "birch" inservible y fui al baño cogí  una toalla la mas pequeña y de mi bolsa un bote de alcohol de 70 grados, me acerqué de nuevo a ella que seguía en la posición y eché un buen chorro de alcohol, para pasar despació la toalla por una de sus nalgas, al sentirlo suspiró con fuerza, primero el escozor del alcohol en las microheridas y después el frescor aliviante, hice los mismo en la otra nalga y volvi a repetir en las dos, ya no había ninguna pequeña gotita, sin embargo tenia todo el culo lleno de puntitos rojo intenso. Entonces la ayude a levantase, le dije que se desnudase del todo, simplemente dejó que el vestido se deslizase hasta su pies. Yo tambien me desnudé y entonces la hice tumbarse boca arriba en la cama, puse un cojín debajo de su espalda, para evitar en los posible que su culo tocase la ropa de cama. La cogí con fuerza de la cintura y la arrastré hasta el borde de la cama, las piernas le caían en el suelo, pero no por mucho rato fui hasta la maleta y cogí dos de mis cinturones rodeé ambos tobillos con un cinturón haciando pasar el cinturón por la hebilla y despacio levanté una de sus piernas para atarla a una de las columnas del palio que cubría la cama, hice lo mismo con la otra pierna, de tal forma que quedaban ambas piernas levantas, atadas y separadas, dejándola totalmente expuesta para mi. Llevé mi mano a su coño mojado, lo apreté con fuerza y lo froté, le metí dos dedos, ella cerró los ojos y de repente cambié los dedos por mi polla, me la follé así en la posición del misionero hasta que se corrió un par de veces, cuando la notaba a punto le ordenaba correrse y la orden resultaba muy efectiva, entonces  saqué la polla de su coño, le volvi a meter un par de dedos solo un momento para mojarlos bien y pasarselos por el culo. un pequeño masaje en el ano y uno de mis dedos entró en su agujero estrecho, no me entretuve mucho en trabajar su culo, jugué un instante con mi dedo y enseguida llevé mi polla a su culo, en esa posición quería verle la cara mientras le follaba el culo, me costó meterla poco a poco y haciendo fuerza, se que seguramente le molestaba un poco al entrar, pero poco a poco se fue relajando hasta acloparse perfectamente, y así empecé a follarle el culo viéndola la cara, sus expresiones mientras yo no paraba de entrar y salir, en un determinado momento ella empezó a masturbarse con la mano mientras yo seguía, se corrió y al poco me corrí yo también en su culo.

Un rato para tomar aire acariciandonos tumbados, entonces me levanté le desaté las piernas y fui a buscar otra cosa que había en la maleta, la cogí y la invité a acompañarme.

-Como no tenemos reclinatorio usaremos esta silla, ponte de rodillas encima de la silla y recita en voz altas tus oraciones.

En ese momento le di un libro de oraciones en el cual había una serie de oraciones marcadas, se subió de rodillas en la silla totalmente desnuda con el culo como un mapa y recien follada por todos sitios y empezó a recitar. Yo simplemente la miraba en las primeras oraciones, después me acerqué y le dije.

-Tu sigue recitando.

Y lo hizo mientras yo con mis dedos la volvía a masturbar a la vez que recitaba, sin dejar que se corriera hasta que no recitó todas, entonces si le di permiso para correrse y lo hizo.

Después desnudos y relajados en la cama nos estuvimos acariciando y tocando hasta quedarnos dormidos.

El Sábado nos levantamos nos dimos una ducha que necesitabamos, todos aquellos puntitos rojos de su culo, se  habian transformado en azules, nos vestimos para bajar a desayunar y le dije que tenía que ponerse, el vestido verde que se puso en nuestra primera citas unas medias musleras y sin ropa interior, ni arriba ni abajo, bajamos a desayunar y despues de desayunar nos dirigimos a la ciudad a un lugar muy concreto. La que para mi es la más bonita de las iglesias de Soria la de Santo Domingo. Una vez allí nos dirigimos a la entrada y antes de entrar le cubrí el pelo con una bufanda negra que llevaba y le dije.

-Ahora vamos a entrar y te vas a confesar.
-¿que dices? no me acuerdo como se hace tan siquiera.
-Es muy fácil vas hasta el confesionario, te arrodillas, dices  "padre he pecado" y le cuentas que ayer comiste carne y tuviste sexo.. Te pondrá una penitencia por tus pecados pero de eso ya me encargaré yo...

No le di tiempo a reaccionar entramos en la iglesia no habia nadie, esa semioscuridad misteriosa de la iluminación de las velas, andamos por el pasillo central, en uno de los extremos habia un confesionario, yo me senté  en el banco y con un azotito en el culo le indiqué que fuera. Observando desde el banco la vi arrodillarse ante el confesionario como al hacerlo levantaba el vestido, mucho más de lo necesario, hasta que se podía ver el final de las medias y el inicio de su piel. Allí estuvo unos diez minutos, se santigüó tres veces antes de levantarse a la vez que el vestido volvía a su sitio y sonriente me vino a buscar y salimos del templo. Fuera me contó la penitencia que le había impuesto el confesor, pero eso y lo que provocó tal vez lo explique otra Semana Santa o tal vez no.

Soria: Semana Santa de 2009.

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