viernes, 10 de marzo de 2017

Yo y la autoridad (Por D.).



Hace poco en una charla con unas amigas, tratamos el tema de la autoridad y una de ellas estaba muy interesada en saber por qué me atraía tanto. Siempre que alguien me pregunta eso, antes de responder, en mi cabeza aparecen imágenes muy eclécticas que van desde una mujer en una cueva recibiendo al cazador que lleva 3 días fuera, pasando por un desfile militar, hasta el antidisturbios que vi el otro día. Abro la boca para decirle algo y me doy cuenta de que no sé cómo explicarle ese sentimiento de sumisión que siento frente a una figura de autoridad (Una que me guste claro)

Supongo que formo parte de las personas que responden a ciertos arquetipos que existen en todas las épocas y culturas, los uniformes, el poder, elevan a esa persona a cotas más o menos inalcanzables y les confiere un pequeño halo de superioridad sobre ti. Si nos fijamos en las típicas fantasías de este tipo, podemos ver a ese policía que representa la autoridad que querríamos doblegar, el sacerdote podría responder a la pureza que busca ser corrompida, el profesor que es como ese “padre” que cuida y presta atención al que te gusta provocar.

Pero, ¿qué pasa cuando la persona que te provoca esos sentimientos no forma parte de ninguna de esas categorías? no tiene un puesto de poder sino que eres tú quien le otorga esa autoridad. Yo siempre busco a personas que me resulten autoritarias en momentos puntuales, hombres seguros de sí mismos (o aunque no sea así, que sepan mostrar esa seguridad en ciertos momentos), imponentes, no en su físico, sino en su personalidad. La inteligencia suele ser un rasgo muy atractivo para mí, supongo que soy lo que se llama sapiosexual y un hombre culto es algo que puede llegar a someterme más que el militar con mayor rango del ejército.

Sí, sé que en mis genes, tiene mucha fuerza esa cavernícola que pide sometimiento a la fuerza con el macho Alfa de la tribu. Un par o tres de vestigios de ella me quedan en el cuerpo y la fascinación por un hombre que sabe cuál es su sitio, no iba a faltar. Es fácil adivinar pues cuál ha sido siempre mi relación con las figuras de autoridad de mi entorno no familiar, siempre existe al principio esa fascinación unida al morbo, ese toque de prohibición que sientes al saber que no está a tu alcance o está casado, el momento inevitable de flirteo cuando está alrededor para ver su reacción.

Y ahí es dónde radica el problema, si en ese momento de flirteo, la caza te resulta demasiado fácil, la autoridad se desvanece, pierde todo su misterio. Así que he llegado a la conclusión, que el poder o el morbo que da la autoridad, es algo subjetivo que otorgamos cada uno de nosotros a quién queremos. Responde a los gustos de cada persona, sus prototipos, sus deseos o necesidades en ese momento y muchas veces esos patrones vienen aprendidos y se repiten una y otra vez a lo largo de nuestra vida con personas muy diferentes.

Para acabar comentaré que hay algo que a la gente le suele pasar desapercibida y es que la autoridad puede venir de las dos partes, de arriba (un jefe por ejemplo) o abajo (un subordinado) y lo mismo en nuestras relaciones ya sea jugando, en una relación bdsm o en una vainilla. Muchas veces visto desde fuera parece que es fácil adivinar quién tiene la autoridad en una relación, pero tenemos que fijarnos en los pequeños detalles. A veces quién menos lo parece lleva dentro toda la erótica del poder.

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