domingo, 5 de marzo de 2017

Sexo a trocitos



Jesús Ferrero en su ensayo: Las experiencia del deseo Eros y Misos. Define el sexo así:

"Con el sexo entramos en otra morada de eros, en la que empiezan a aparecer regiones diferentes en un territorio que antes parecía unitario.....Entendido como el momento de una relación amorosa, el sexo viene después de la idolatría, aunque ambos momentos puedan darse el mismo día en las relaciones eróticas rápidas, y supone la primera caida del ídolo que el otro es para nosotros, en parte por el ídolo no tiene órganos y en el sexo empiezan a aparecer los órganos....El deseo sexual trocea el cuerpo del amor".

Tiene mucha razón Ferrero en esas dos consideraciones. La primera es que el sexo, tumba por primera vez al ídolo, de alguna manera adentrarnos a explorar el cuerpo del otro, pone a la vista las miserias, imperfecciones y por otra parte el sexo trocea, parcializa el objeto del deseo. El deseo empieza en un todo pero se culmina en  una parte, los labios, las manos, el pecho, las nalgas, el sexo.....de alguna manera, vamos explorando y descubriendo distintas porciones del cuerpo que es objeto de nuestro deseo. Invadiendo y explorando esas pequeñas parcelas bien delimitadas vamos descubriendo eso puntos débiles, donde el otro se estremece instantáneamente ante nuestras acometidas. Así que si bien el amor es el deseo a la totalidad, el sexo es dividir esa totalidad en porciones corporales, es trocear al ídolo para convertirlo en humano, en animal.

Es precisamente esa capacidad de trocear, la que hace del sexo humano algo tan extenso y que tiene tantas expresiones distintas, de no ser así, no tendrían sentido determinadas prácticas todas ellas muy comunes y que no tienen ningún tipo de interés biológico. En ese proceso de troceo, órganos que no guardan relación alguna con la genitalidad como los labios o la lengua, se convierten en actores de la sexualidad. Otra de las características del sexo , es la experiencia comunicativa a través del contacto con una zona concreta, como a través de la variación de estímulos en una determinada zona, percibes distintas reacciones o como anuncia el paso a una etapa distinta de la relación sexual. Suele haber una progresividad, un paso a paso, desde la tímida prudencia a la absoluta pérdida de papeles y todo eso va a acompañado de una comunicación basándonos en una acción y reacción. Aunque nos pueda parecer que improvisamos,  en realidad hay un proceso comunicativo, previo al siguiente paso, que de alguna forma nos autoriza a seguir avanzando.

Ese troceo de la totalidad que es la sexualidad, tiene su máxima expresión en la perversión. La perversión tiene muy mala fama y se dice que es la parcialización del objeto de deseo, pero es que el sexo humano es siempre perverso, ya que siempre parcializa al objeto, como acabamos de ver. Una de felación es una perversión, como lo es un beso que inicia una relación sexual o como lo puede ser unas caricias en la espalda, si su cometido es culminar en una relación sexual. Así las perversiones sexuales no son más que la expresión mas extrema de esa parcialización. En el juego spanker y spankee, se trocean, la única diferencia es que en nuestro caso, ese troceo queda mas fijado en zonas muy concretas el cuerpo. En nuestro caso manos y culo obran esa comunicación entre parcelas distintas del cuerpo, en el cual la utilización de instrumentos no es más que una subrogación de ese objeto parcial, que puede adoptar formas de otras partes del cuerpo, el cinturón que azota como metáfora del pene que azota.

A fin de cuentas la sexualidad, toda su gama de juegos y fantasías no son mas que versión adulta de juegos a los que jugamos de niños, de esa sexualidad primitiva de la cuales quedan reminiscencias que se expresan en forma adulta. Somos perversos, porque fuimos perversos, que hemos perdido la capacidad de obtener placer con todo el cuerpo, por eso de adultos troceamos, tenemos que tumbar al ídolo, que nos fue inaccesible de niños, para hacerlo accesible y para ello debemos hacerlo trocitos, explorar esas partes tal y como explorábamos nuestro propio cuerpo de niños y nos picaba la curiosidad por el cuerpo distinto de otros.  Como dice el propio Jesús Ferrero:

"Al amar sexualmente: vamos desarrollando el mapa de un destino que nos dibujaron cuando aún no sabíamos dibujar.

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