Hemos escrito muchísimo en todo este tiempo, sobre los rituales de los juegos. Me parece que todos tenemos muy claro ya, que estos juegos requieren de un ritual, de un juego dentro del juego que tiene un objetivo doble. Desconectarnos del mundo para así ponernos en situación. Si lo pensamos bien, jugar de alguna manera nos pone en contra de pilares básicos de nuestro aprendizaje social
Teniendo en cuenta esta característica se puede pensar que esa necesidad nos lleva a un tipo de juegos muy mecánicos, vamos ritualizados. Pues nada más lejos de la realidad, en apariencia puede parecerlo, pero en la realidad no es así. El ritual no se repite y de ahí esa sensación tan marcada que tenemos todos, de que nunca un juego es igual.
Es cierto que los juegos suelen tener cierta previsibilidad, vamos que una o ambas partes del juego pueden predecir con bastante precisión cuando se está gestando un juego. Un ejemplo claro es cuando se lleva un juego de "normas" y hay conciencia de un incumplimiento hay poco espacio para la sorpresa. Sin embargo esa previsibilidad innegable, no resta espacio a la incertidumbre.
En estas sensaciones de hoy, quiero hablar de esos juegos, digamos de aquellos que no se esperan, que simplemente surgen. Como me dijo una vez alguien: "Ahí quiero llegar yo...A ese momento en el que no me planteo jugar y surge ese juego". Esos juegos con factor sorpresa, son muchas veces los más divertidos e intensos. Es cierto que no tienen eso que puede ser tan perturbador que podemos llamar, la lenta agonía. Osea el saber que va a ocurrir, lo que hace que la mente se ponga a trabajar antes de tiempo, pero cuando eso pasa, generalmente la cabecita tiende a ir más allá de la realidad , hasta el punto que la realidad suponga un alivio en comparación a lo que la menta había imaginado.
En esos juegos en los que no existe previsión, ese efecto no se produce, es una especie de aquí te pillo, aquí te mato, con lo que tampoco da mucho espacio a la reacción, factor sorpresa, con lo que la rendición suele ser más rápida también. Pero tienen un factor más importante aun: la sensación de descontrol. En los juegos en los que hay previsión también hay cierto control sobre el juego, hay conciencia de haberlo provocado o de que va a suceder, eso implica control de la situación. Cuando no hay previsión, ni sensación de haberlo provocado y de repente te ves en medio de una situación de juego, la sensación de descontrol tiene que ser muy potente y profunda. Personalmente creo que una de los trabajos más divertidos de ser spanker, es precisamente ese. El de mantener la tensión siempre viva, que pese a que sea lógico y sano además no andar permanentemente con el rol activado, este puede activarse en cualquier momento y ser capaz de en un momento dado girar una situación normal para convertirla en juego. Esta claro que desde el otro lado, también, pero yo hablo desde el que conozco.
Lo único a tener en cuenta, es que para llegar a ese tipo de situaciones, se requiere de tiempo y conocimiento mutuo, que es un trabajo y que necesita de dedicación. Pero el resultado vale y mucho la pena. Esas situaciones de la cotidianidad, en las cuales, se puede despertar un juego, en cualquier lugar y circunstancia, aunque en principio no esa buscado, pero que durante el proceso eres capaz de conseguir que aquello que no ha sido buscado, acabe siendo deseado con más fuerza que de haber sido provocado. Yo creo que nadie podrá sentirse nunca spankee, si es esa persona la que siempre provoca e intuye los juegos, tal vez durante el juego adopte el rol spankee, pero creo y es una opinión muy personal, que alguien solo puede sentirse spankee del todo, hasta el día que no siente el descontrol, hasta ese día en que sin saberlo con antelación, se ve envuelta en un juego y termina en las rodillas del spanker. Si siempre sabe cuando le va a caer, no se cumple aquello que hemos dicho tantas veces de: "La spankee propone y el spanker dispone".
Además se pueden tener los dos tipos de juegos, los previsibles, en los que hay esa espera angustiosa y esos en los que no hay tiempo a reaccionar, lo inesperado y descontrolado.
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