sábado, 25 de enero de 2025

El gimnasio (por Mariel)

 



El gimnasio siempre ha sido un lugar donde siento que puedo superarme. Esa tarde, lleno de energía y algo de arrogancia, decidí cargar más peso del que debía en la prensa de piernas. Mi entrenador me advirtió:

—No te pases, aún no estás lista para eso.


Pero no hice caso. Quería demostrarme que podía ir más allá de mis límites. Al principio, todo iba bien, pero en la última repetición sentí un crujido en el pie. Un dolor agudo subió como una corriente eléctrica, y supe que algo no estaba bien.


Horas después, con el pie envuelto en una compresa fría y la culpa haciéndome compañía, decidí contarle a el que además de mi amigo también es mi spanker. Sabía que no se lo tomaría a la ligera. Cuando le conte lo ocurrido, su mirada pasó de la preocupación a una seriedad implacable.


—Te lo advertí más de una vez: no jugar con tu salud —dijo con voz firme.


Antes de que pudiera intentar justificarme, me indicó que me colocara en posición. Sabía lo que venía, y aunque no era mi primera vez, sentía el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Sacó el cinturón de cuero, ese que guardaba exclusivamente para ocasiones graves, y me indicó que bajara los pantalones y me inclinara sobre el respaldo del sillón, me dio una buena cueriza. Cada azote resonaba en la habitación, y aunque intenté aguantarlo, el ardor se volvió insoportable, es pesado y de verdad pica muchísimo Las lágrimas brotaron sin permiso, mis piernas temblaban, y mis nalgas dolian tanto como mi orgullo herido.


Cuando terminó, me abrazó con cuidado y me ayudó a calmarme. Con una voz más suave, me dijo:

—Lo hago porque me importas. Tu salud no es algo que puedas ignorar. 


Me acomodó en el sofá y comenzó a cuidarme como siempre hacía después de una lección. Preparó un jugo de papaya, mi favorito, junto con un sándwich que sabía reconfortaría más que mi estómago. Mientras comía, me recordó una y otra vez la importancia de escuchar a mi cuerpo y a quienes se preocupan por mí.


Más te vale no volver a jugar con tu salud. Si algo así vuelve a pasar, será peor."


Esa noche, mientras descansaba con el dolor aún presente en mis nalgas y el sabor del jugo aún en mis labios, entendí que esa experiencia no se trataba solo de asumir consecuencias. Era un recordatorio de que alguien se preocupaba lo suficiente como para no dejarme caer en mis propios errores, y por eso, lo valoré aún más.


Mariel


4 comentarios:

  1. Excelente, espero sigas escribiendo y avanzando en las cosas que quieres.

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  2. Reinard Reynardus XIV25 de enero de 2025, 15:54

    Mariel, bien; muy bien. Me gustaría seguirte leyendo en nuevas historias. Tienes un buen ritmo narrativo. Te expresas muy adecuadamente. Transmites perfectamente esas sensaciones que algunos conocemos.

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  3. Como cada fin de semana, un excelente relato para disfrutar, pensar y soñar con mi Santy.

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  4. Muy bueno. Es el spanking mas lindo: Con firmeza y con mucha ternura ;)

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