Los rituales tienen un extraño poder de seducción sobre las personas. Te sumergen en un estado, que no sé definir, entre la fascinación y la incertidumbre, además crean en ti un estado de ánimo que tiende a la apertura mental durante el ritual y la desconexión con lo externo. Cuando entras a una iglesia por ejemplo, cuando se celebra el culto o no, aunque no haya acto y aunque no seas creyentes sucede esto. Y no sólo hablo de rituales reconocidos como tal, incluso actos que no consideramos rituales, tienen ese poder de sugestión, arreglarse para salir sin ir más lejos, es en si un ritual, que predispone a la diversión, que genera un estado de ánimo, enfocado a un fin. El ritual huye de la improvisación, tiene sus etapas y sus pasos predecibles pero a la vez tiene ese punto de misterio, por la capacidad de sugestión que tiene.
Cuando empiezas a jugar con alguien y estás en ese estado de "nos estamos conociendo" es bueno, que el juego tengo un punto ritual, ayuda mucho a ponerse a cada uno en su parte, a abandonarse y darle la magia de lo distinto, luego el tiempo y la confianza acaban por arrinconarlo un poco, al menos en los visible, en su solemnidad, pero aún así no hay juego sin ritual y recuperarlo en todo su esplendor de vez en cuando puede ser un muy buen estímulo.
El comportamiento de Sofía aquellas últimas semanas de restricciones, había mostrado en todo su esplendor su parte más de niña malcriada: impaciente, caprichosa, irritable, malhumorada, contestona...y una larga serie de adjetivos. Entendiendo la situación que dicho todo también me afectaba a mi, intenté ser lo más paciente posible, aún así muchas veces me había llevado al límite y lo había resuelto con una azotaina, cuando ya realmente estaba insoportable. El problema es que generalmente, tras una azotaina, la calma reinaba unos días sin embargo, últimamente parecía inmune, así que tras la última tomé una determinación. Volver al ritual o lo que es lo mismo no "castigar" en caliente.
Tras el último castigo le dije la nueva norma, era muy sencilla. A partir de la nueva semana, en vez de castigar al momento, cuando se me acabara la paciencia, le haría anotar su "falta" en la vieja agenda y un día a la semana, en concreto el viernes tarde/noche, haríamos una evaluación de su comportamiento semanal y actuaría en consecuencia, ello sin menoscabo que si durante la semana cometía alguna estupidez importante que creyera merecedora de un castigo inmediato así lo haría.
Yo sabía que a Sofia no le hacía mucha gracia aquello, en primer lugar porqué "manipularme" en caliente es más fácil, además una azotaina en caliente, suele ser muy impetuosa al principio, pero decae enseguida, en frio no y a ello sumado el hecho que verbalizar y compactar todas las faltas a un día, hace que puedan parecer muchas. Además cosas que podría haber olvidado son vueltas a poner sobre la mesa y no se evalúa falta a falta sino el conjunto. Mi idea era precisamente esa, evaluar el conjunto y sobre todo al haber constancia escrita, pedir una mejora de comportamiento. Pero no le dejé más remedio que aceptar y esa llegamos a la primera semana de vuelta al ritual.
Y la primera semana llegó, semana dura, seguíamos con todo el panorama que se nos vino encima el mes de Febrero, la sensación de año perdido era cada vez más marcada y la frustración asociada.
Estando aún en el trabajo, le mandé un mensaje, que era como el disparo de salida del ritual.
-Recuerda que hoy toca, evaluar tu semana, en cuanto llegué a casa nos ponemos.
Yo sabia que aquel mensaje ya generaba en ella un estado de ánimo, ella era perfectamente consciente de su comportamiento durante la semana y que por acumulación tendría alguna consecuencia para su culo, pero ahí empezaba la incertidumbre y la espera.
Llegó mi hora y me fui tranquilamente a casa, las calles empezaban ya a oler a leña de las chimeneas, el invierno llamaba a la puerta. Entré a casa, saludé y dejé mis cosas, me extrañó verla aun con ropa de calle, al menos parcialmente, con unos vaqueros muy ajustados y una camisa, eso si descalzada, con zapatillas de estar por casa. Me senté en el sofá.
-¿Que tal el día?
-Bien, aburrida ¿y tú?
- A mi no me ha dado tiempo a aburrirme
- ¿No te vas a poner cómodo? ¿Te apetece tomar algo? ¿Una cerveza?
-Espera déjame descansar un rato.
-Vale
Me extrañó esa amabilidad repentina, imaginé que había estado repasando la libreta y que había mucho escrito en rojo, tal vez por eso decidí alargar un poco más la agonía y acepté la invitación, me tomé esa cervecita con ella, mientas charlamos de todo un poco, entonces de repente cuando más relajaba estaba solté.
-Me daría una ducha, pero antes tu y yo tenemos algo pendiente.
A veces el poder de una frase, de un cambio de ritmo es muy potente, fue terminar de decirlo y verla absolutamente descentrada, algo ruborizada e incluso adoptando una posición infantil en el sofá, sólo me contestó.
-Pero ya lo sabes, nos podemos ahorrar esto.
-Sofia, ve a buscar la libreta ahora mismo y no voy a repetirlo.
Ahí cambié el tono de voz, ya no era relajado y distendido, sin elevarlo, pero sonó firme y decidido.
Se levantó y desde aquel momento su actitud se volvió muy infantil, incluso la forma de andar, de vuelta llevaba la vieja agenda con ella, yo me había sentado pero en posición más tensa y menos relajada, cuando estuvo frente a mi la miré y le dije.
-Bien, Sofia lee lo que hay apuntado.
Se ruborizó por completo, abrió la agenda, su mirada estaba clavada en ella, así evitaba mirarme y con voz suave y aniñada empezó a enumerar todas y cada una de las faltas, día a día, con la fecha incluida.
-Lunes x de Noviembre de 2020: Dos salidas de tono, procrastinar....Martes...Miércoles, Jueves...
Cuando terminó de leerlo todo, levantó un instante la mirada, le pedí la agenda, la cogí y la dejé a un lado.
-Señorita, ni un solo día de toda la semana sin alguna cosa apuntada y eso a sabiendas que habría evaluación hoy, pero es que ni un día.
-Ya....
-¿Eso es lo único que tienes que decir?
-La situación me puede, ya me conoces, gestiono mal la frustración y encima tengo planes de hacer cosas, pero luego...y aún me frustro más.
-Ya, a mi también me afecta y no me comporto como un niño caprichoso y malcriado.
-Tu es que pareces de acero a veces
-Pues no lo soy, sólo que tu no tienes culpa, entonces no pago contigo
-Ni yo contigo, soy así no lo puedo evitar.
-Si se que no te voy a cambiar ni quiero, pero si quiero al menos cierta voluntad y por lo menos actitud y no la veo, no la veo ni a sabiendas, no me dejas más remedio que mano dura. Dame el bolígrafo
Me lo dio, abrí la agenda con la intención de firmar y al abrir vi que entre lo anotado habían dibujitos, en los bordes de la hoja.
-¿Y esto?
Le dije mostrando la libreta.
-¿Que crees que estás dibujando un cómic?
Se le escapó una sonrisa.
-¿Te hace gracia? porque a mi ninguna.
-Jooo no hay mala intención.
-No, lo imagino, pero si inmadurez. Imagina que tienes que presentar una factura ¿la presentarías llena de dibujos? Pues esto es como una factura. Pero como ya veo que al final no te tomas nada en serio, vamos a ver si al menos consigo algo a mi manera. Pon el culo en mis rodillas.
-Pufffff.
-Sofia!!!!
Mi voz sonó imperativa y resignada, se colocó en mis rodillas, nada más hacerlo, la cogí por el cinturón de los vaqueros y estiré hacia arriba con la mano izquierda, haciendo que aun quedaran más tensos.
-Últimamente estabas pasando, con una zurra en caliente, habrá que volver a los orígenes y si es necesario una azotaina semanal como Dios manda la tendrás.
Empecé a azotarla con la mano sobre los vaqueros, la tela de los vaqueros es dura y gruesa suele parar bastante, pero tiene para mi cierto encanto empezar con ellos puestos, además el ritual iba a ser completo, así que estuve unos minutos azotándola con ellos puestos, pero mi mano se empezaba a fatigar, entonces paré y la hice levantarse, le dije que pusiera las manos sobre la cabeza, busqué el cinturón, lo desabroché, luego los botones despacio y cuando estuve empecé a bajarlos lentamente hasta las rodillas, ella asistía resignada al proceso de desnudarla para continuar el castigo, cuando bajé el pantalón, hasta encima de las rodillas, le dije que se diera la vuelta, y en cuanto lo hizo su ropa interior siguió el mismo camino que su pantalón, para dejar al aire sus nalgas desnudas, tenían buen color a pesar de la protección del vaquero.
Una vez terminado el proceso de desnudar, de nuevo a mis rodillas, ahora ya directamente si protección alguna, mi mano empezó a "corregir" ahora si en serio la semana. A ritmo de castigo real, en vez de alternar nalga y nalga, le daba una tanda de media docena en una nalga antes de cambiar a la otra, procurando cubrir toda la piel de sus nalgas de vigorosas palmadas, que iban enrojeciendo su piel, en especial en la parte baja de sus nalgas y el nacimiento de los muslos. No fue una azotaina rápida de esas improvisadas en caliente, más juguetonas que otra cosa, fue una larga y concienzuda azotaina a mano, hasta dejarle el culo de color rojo brillante, paré porque la mano me empezaba a picar a mi también.
Al terminar no hubo caricias, directa al rincón a que se refrescara un poco el culo y las ideas. Una pausa de transición es también algo muy ritual. Allí la tuve unos diez minutos, hasta que la llamé. El momento de acercarse a mi saliendo del rincón, es también muy interesante, ya que con el pantalón y la ropa interior por las rodillas, su intimidad se muestra todo el paseo hasta mi.
Parada frente a mi, le pedí su cinturón, se lo quitó y me lo entregó, era de cuero negro, ancho, lo toqué ante su mirada, y le dije.
-Buena elección, me servirá para castigarte, ponte en posición en el brazo del sofá.
Ahí si rechistó algo, como ya había doblado el cinturón y lo tenia en la mano, le di un golpe en el muslo con él.
- Sofia!!!
Lo entendió rápido, Se tumbó sobre el brazo del sofá, que levantaba y exponía su culo, dejé su propio cinturón sobre su culo desnudo y le dije.
-Pon las manos bajo el brazo del sofá.
Lo hizo de tal forma que su brazos quedaban pegados al cuerpo, hasta la cintura, allí se escondían bajo el cuerpo. Mientras yo me desabroché el mío, dos cinturones, cuando lo tuve en la mano, pasé un extremo bajo su cuerpo de tal forma que también le sujetaba los brazos, pasé la punta de mi cinturón por la hebilla apreté hasta el agujero correspondiente y lo abroché sujetando sus brazos contra su cintura, entonces cogí el suyo, que reposaba en su piel y le dije.
-Dos docenas, cuenta y a cada número di la frase "Gracias por tu esfuerzo en aguantar mis impertinencias".
Contar por docenas es también algo muy ritual, como la azotaina a mano había sido larga e intensa y el cinturón era bastante ancho y pesado, tampoco quería alargar en exceso, era más la sensación de castigo, inmovilizada, vulnerable, indefensa y lo de contar junto a la frase una manera como otra de alargar el tiempo entre azote y azote, con el añadido de la vergüenza. Saber un número también ayuda al estar inmovilizada a tener la seguridad de que el castigo tiene un límite claro.
Los azotes empezaron a caer, al principio, tardaba bastante en contar y decir la frase, además con la voz baja, más perturbada por la vergüenza que por el efecto del cuero en su piel desnuda, pero a la media docena, empezó a decirlo más claro y alto, casi como un alivio.
El castigo se cumplió tal y como había anunciado, dos docenas de azotes con su cinturón, al terminar tenía el culo bien marcado con esas franjas rectangulares de color escarlata que cruzaban su piel. Dejé el cinturón, terminé de bajarle el pantalón y la ropa interior hasta los tobillos y la dejé ahí en la posición con los brazos inmovilizados, unos minutos, mientras fui a buscar lo necesario para el after care.
De vuelta, lo primero que hice fue comprobar su humedad...algo que sé que la pertuba mucho. Después, le apliqué crema a conciencia por toda la piel. Después cogí el plug de acero de los castigos, lo lubriqué, le separé las nalgas y lo inserté despacio en su culo, entonces si la liberé, al levantarse me abrazó, así abrazados estuvimos un rato, hasta que le dije que se desnudara del todo y fuera al rincón, me puso cara de pena pero lo hizo.
Yo mientras fui a la cocina a por una cerveza, de vuelta allí estaba totalmente desnuda, en el rincón con el culo azotado. Me senté en el sofá, la llamé, yo estaba en una esquina del sofá, ella se tumbó de lado apoyando la cabeza en mi pecho sin decir nada, yo empecé a acariciar su piel, sobre todo el culo caliente, de vez en cuando jugaba un poco con el plug, hasta que con la mano libre empecé a estimularle el pecho, caricias en todo el pecho, los pezones se pusieron duros y empecé a jugar con ellos, lentamente mi mano fue bajando por su vientre, hasta llegar a su sexo mojado y palpitante necesitado tanto alivio como su culo.
Continuará.
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