Poco a poco aquella pesadilla parecía quedar atrás, las durísimas medidas impuestas por el gobierno se iban relajando, la epidemía parecía remitir y muy despacio la vida volvía a parecerse algo a la de antes de saltar todo aquello.
Los dos habíamos recuperado más o menos un ritmo normal, trabajo, algo de vida social el fin de semana, incluso poder salir a tomar algo a una terraza, osea un poco de vida. Lo que suele pasar en estos casos, es que durante el zénit de la crisis, te mantienes entero, pero justo cuando aparece la luz al final del túnel y cuando te podrías relajar, todo lo acumulado y retenido en esos momentos aparece y desborda a veces de la manera más tonta.
Era un sábado a primeros de Junio, nos levantamos sin excesiva prisa, el tiempo pese a estar casi en verano no acompañaba mucho, días tormentosos y hasta frescos. Yo tenía planes aquel día, quería instalar una batería de enchufes en la habitación que usaba de despacho, los necesitaba para el escáner y la impresora. Desayunamos tranquilamente y le dije que bajaría un momento a buscar lo que necesitaba, ella me dijo que se quedaría a ordenar y recoger y en ese quedamos. Me vestí, baj y cogí el coche con la intención de ir a buscar lo que necesitaba. La ferretería estaba a unos quince minutos en coche. Llegué, aparqué y al bajar recordé que era imprescindible la mascarilla, así que vuelta al coche a buscar una. Mi sorpresa fue llegar al coche y no encontrar por ninguna parte, un paquete de mascarillas del tipo FFP2, que llevaba siempre en el, por cuestiones de mi trabajo, en mi empresa habían y estaba convencido que debían quedarme 3 o 4 de un paquete sin estrenar. Busqué por todo el coche, interior y maletero y ni rastro. Al final resignado sin la puñetera mascarilla, tomé el camino de vuelta a casa y fue volviendo cuando recordé, que la tarde anterior ella había cogido mi coche, para ir a tomar café con sus amigas, así no sacaba el suyo del parking, ya que el mío estaba fuera.
Cuando llegué estaba en el sofá, tomando otro café, llevaba puesto un polo mio viejo, que le quedaba como un vestido cortito.
-Que rápido ¿no?
-Pues que no tenía mascarillas
-Jajajajajaj ya te vale, vaya cabecita.
-No, en el coche había ayer le resto de un paquete, al menos tres ¿Tu no sabrás nada no?
-¿Yo?....tu sabrás que haces con tu coche.
-Pero tu lo cogiste ayer y ayer estaban
-Ya estamos la culpa para mi, yo no vi nada.
-Bueno es igual ¿y las mascarillas?
Era pregunta retórica, al preguntar ya abría el armario del salón, donde estaban y allí vi el puñetero resto del paquete, con mis cuatro mascarillas. Las cogí y se las mostré.
-¿Y esto que hace aquí?
-Jajajaja no te pongas tan serio, las cogí, que no había ya en casa, no es tan grave.
-A mi no me hace ni puñetera gracia.
-Peor para ti....
Tal vez en otro momento, no lo hubiera echo ningún caso a aquella respuesta, pero aquel día, me sentó como un tiro, me acerqué a ella. La cogí del brazo e hice que se levantara del sofá.
-¿Te hace gracia? llevo media mañana perdida por la tontería ¿y tú aquí de risas?
-Joder, no hay para tanto....
-Ya veremos.
La conduje hasta el rincón y allí le dije.
-De rodillas.
-¿Que?!!! joder no hay para tanto.
-Eso ya lo veremos, de rodillas!!!!!
-Puffffffffffff
Se arrodilló en el rincón, con las manos sobre la cabeza.
-Ni se te ocurra moverte de ahí hasta que vuelva ¿está claro?.
Cogí una de las mascarillas, y me fui dejándola allí, su cabeza loca e irresponsable me tenían un poco harto y luego ya hablaríamos. Me fui a buscar lo que necesitaba, rápido ir y venir. De vuelta ya con todo, entré en casa, al ir al salón estaba allí donde la había dejado de rodillas en el rincón castigada. Me senté y la llamé, ya se me había pasado y pensé que igual había hecho demasiado de algo sin mala intención, un despiste sin más. Se acercó y mientras se acercaba me dijo.
-¿Estás enfadado?
-Ya no...
-Es que esta vez, te has pasado
-Si igual si.
Se puso a mi altura de pie, me paso las manos por el cuello, sonreí y empecé a acariciarle los muslos algo frios. Entonces algo me hizo "catracroquer" en la cabeza.....sus rodillas, si llevaba unos 20 minutos en el rincón deberían estar rojas y estaban inmaculadas, ella empezó a acariciarme la cabeza. De repente me levanté y la cogí de la oreja para su sorpresa.
-¿Que haces?!!!!!!!!
-¿Tu crees que me chupo el dedo?
-¿Y esto a que viene?
-¿No lo sabes?
-No...
-Pues tranquila que te va a quedar muy claro.
Aparté la mesita del sofá y le dije.
-De rodillas mirando al sofá.
-¿Por qué?
La respuesta fue contundente y par de sonoros cachetes en los muslos desnudos.
-Ya me has oído.
A regañadientes lo hizo.
-Brazos extendidos y palmas hacía arriba.
-Pufffffffff
Resopló pero lo hizo, fue a la librería, cogí un ejemplar de la guia de teléfonos de Madrid y otro de la de Barcelona y puse uno en cada palma de la mano, acto seguido me senté frente a ella.
-¿Sabes por qué estás así?
-¿Por qué?
-¿Cuanto rato has estado en el rincón?
-Si no me he movido de allí joder!!!!
-Por eso tenías las rodillas blancas cuando he llegado.
Bajó la mirada y se ruborizó....
-¿Creías que me la ibas a dar?
Silencio....
-Bueno ya veo, que tendré que dialogar con tu culo. Que entiende mejor las "normas" que tu cabeza.
Me quedé allí mirándola, sin que ella fuera capaz de mirarme, me encendí un cigarrito y a esperar...
-Uffff voy a soltar los libros.
-Tu misma
Estuvo un rato aún luchando porqué no se le cayeran los dos pesados tomos y yo sin dejar de mirarla ni un momento, hasta que la final se dió por vencida y ambos cayeron a la vez. Esperé un momento mientras ella agitaba los brazos entumecidos hasta que me levanté, fuu hasta ella y la levanté cogiéndola de nuevo de la oreja.
-Te voy a enseñar a intentar engañarme.
La hice ir así hasta el baño, allí cogí el nuevo cepillo, uno que había comprado hacía poco tiempo y estaba sin estrenar, de madera cuadrado, menos el mango que era redondeado y recubierto de goma blanda, parecía fabricado expresamente para mentes perversa. Sin soltarla en ningún momento de la oreja, de vuelta al salón, allí la solté para sentarme. Me remangué separé las piernas, le indiqué que se tumbara sobre mi piernas izquierda, lo hizo, de inmediato pasé mi derecha por encima de las suyas, le levanté el polo, metí los dedos por la cintura de las braguitas, tiré hacía abajo de ellas justo hasta medio muslo, es mucho más vergonzoso dejarlas ahí, que quitarlas del todo, lo justo, para descubrirle el culo, como una niña traviesa. Se lo acaricié unos segundos, ese tacto suave de piel fria, pero enseguida las caricias se transformaron en una ráfaga de azotes con la mano directamente sobre la piel fría y desnuda, una ráfaga rápida en intensa, de una docena no más, suficiente para ver mis dedos grabados en su piel blanca. Entonces cogí el cepillo, aquella docena fue todo el calentamiento que tuvo y empecé a usar el cepillo contra su culo desnudo, de forma muy progresiva, pero siempre in crescendo paulatinamente, todo muy bien repartido, la piel se fue enrojeciendo y calentando, cuando ya lo tenía totalmente enrojecido, hice una primera pausa, dejé el cepillo, la acaricié, comprobé como tenía el coño, húmedo y también caliente. Entonces volví a coger el cepillo, la sujeté de la cadera con el brazo izquierdo incluso haciendo algo de fuerza hacía arriba para obligarla a exponer más el culo y continué la azotaina, ahora mucho más directa, constante y centrada, en la mitad inferior de las nalgas. Los primeros embites los llevó bien, pero tras un rato de continúa azotaina, empezó a intentar moverse y quejarse ahí hice una segunda pausa, tenía todo el culo rojo, pero dos grandes circulos de un rojo mucho más intenso adornaban la parte inferior de los dos globos de carne.
No la acaricié cogí el cepillo al revés, para jugar con el mango, en su sexo, pasándolo entre los labios desde atrás hacía delante, hasta que acabó el mango dentro de su coño, entrando y saliendo despacio, primero y poco a poco cada vez más rápido, en un determinado momento empezó a gemir, mientras yo movía el cepillo cada vez más rápido, entonces paré, se lo saqué. Le di unos cachetitos suaves en el culo y le dije.
-Ahora te vas a levantar y te vas a poner en posición de castigo en el brazo del sofá, que aun no he terminado de dialogar con tu culo.
Esperé a que se levantase, me levanté yo para que se colocase correctamente. Inclinada sobre el brazo del sofá con los pies en el suelo, el cuerpo apoyado en el sofá, las manos metidas entre dos cojines para evitar tentaciones y el culo bien levantado y expuesto por el brazo. Antes de salir, el levanté bien el polo bastante por encima de la cintura enrollado, le recoloqué las braguitas, justo ahí a medio muslo y fui hasta el armario. De allí cogí algo y con elló en la mano me fui de nuevo al salón. Lo dejé sobre la parte desnuda de su espalda. Era un regalo que me había llegado de los Andes, tiene varios nombres en Bolivia los llaman "quinsacharani", en Perú "chicote" en otras zonas "sanmartín". Es muy simple, es una especie de mango grueso de cuero trenzado de unos 30 cm, del que salen 3 tiras de cuero finas, que pueden ser trenzadas o lisas, en este caso eran lisas de piel de cabra y de unos 30 cm de largo también. En esa zona se ha usado históricamente para la disciplina doméstica, tiene algo de parecido con el "martinet" francés. Al no ser muy largo y de cuero, su "mordida" es similar al de un buen cinturón, aunque quizás algo más aguda, al ser las tiras finas, lo cual le da una sensación nueva.
Lo cogí y le dije.
-En la cultura aimara, las tres tiras simbolizan, las tres patas de la disciplina. Uno: no robar. Dos: No holagazanear o procrastinar y tres: no mentir. Al menos dos de estas has imcumplido hoy.
Levanté el nuevo juguete y un golpe seco haciendo que las tres tiras de cuero impactaran en su piel, con un sonido muy peculiar. Paré un momento a mirar, las marquitas del azote en su piel, sonreí y pensé que los días siguientes aquellas marcas nos darían mucho juego. Volví a armar el brazo y de nuevo impacto seco. A partir del quinto o sexto azote, a cada nuevo azote, le costaba mantener la compostura, teniendo en cuenta que ya llevaba acumulación de cepillo, no quise alargarme en exceso, una veintena más que suficiente. Al terminar, pasé los dedos por las curiosas marcas del nuevo juguete, al notar mis dedos se le erizó la piel, estuve un rato jugando a reseguirlas, mientras se iban apagando, para dejar solo como unos puntitos amoratados en las zona de impacto. Tras un ratito de ritual, fui a buscar una cosa.
La primera un grato descubrimiento de todo esto: el gel hidroalcohólico, frescor al momento, que se tranforma en escozor sobre la piel castigada, le di una buena friega en las nalgas castigadas. Me sequé bien y empecé a jugar con mis dedos entre sus piernas, flipando lo mojada que estaba a pesar del castigo...hubiera seguido, pero decidí esperar un poco.
La hice ponerse de rodillas encima del sofá, de espaldas a mi, que me senté al lado, así la tuve un rato, que sintiera bien el quemor del castigo en su piel, hasta que empecé a acariciarla de nuevo, pasé un dedo entre sus labios y en aquel momento si le quité del todo las braguitas, le separé las piernas, me metí como pude bajo el puente de sus piernas, me apetecía mucho, ver, saborear, lamer, sobar, jugar y tocar su coño, todos aquellos misteriosos pliegues, montañitas y valles encharcados, y todos los alrededores, desde la cara interna de los muslos, pasando por el perineo y el ano, hasta hacer que se corriera...
Continuará.....
Los dos habíamos recuperado más o menos un ritmo normal, trabajo, algo de vida social el fin de semana, incluso poder salir a tomar algo a una terraza, osea un poco de vida. Lo que suele pasar en estos casos, es que durante el zénit de la crisis, te mantienes entero, pero justo cuando aparece la luz al final del túnel y cuando te podrías relajar, todo lo acumulado y retenido en esos momentos aparece y desborda a veces de la manera más tonta.
Era un sábado a primeros de Junio, nos levantamos sin excesiva prisa, el tiempo pese a estar casi en verano no acompañaba mucho, días tormentosos y hasta frescos. Yo tenía planes aquel día, quería instalar una batería de enchufes en la habitación que usaba de despacho, los necesitaba para el escáner y la impresora. Desayunamos tranquilamente y le dije que bajaría un momento a buscar lo que necesitaba, ella me dijo que se quedaría a ordenar y recoger y en ese quedamos. Me vestí, baj y cogí el coche con la intención de ir a buscar lo que necesitaba. La ferretería estaba a unos quince minutos en coche. Llegué, aparqué y al bajar recordé que era imprescindible la mascarilla, así que vuelta al coche a buscar una. Mi sorpresa fue llegar al coche y no encontrar por ninguna parte, un paquete de mascarillas del tipo FFP2, que llevaba siempre en el, por cuestiones de mi trabajo, en mi empresa habían y estaba convencido que debían quedarme 3 o 4 de un paquete sin estrenar. Busqué por todo el coche, interior y maletero y ni rastro. Al final resignado sin la puñetera mascarilla, tomé el camino de vuelta a casa y fue volviendo cuando recordé, que la tarde anterior ella había cogido mi coche, para ir a tomar café con sus amigas, así no sacaba el suyo del parking, ya que el mío estaba fuera.
Cuando llegué estaba en el sofá, tomando otro café, llevaba puesto un polo mio viejo, que le quedaba como un vestido cortito.
-Que rápido ¿no?
-Pues que no tenía mascarillas
-Jajajajajaj ya te vale, vaya cabecita.
-No, en el coche había ayer le resto de un paquete, al menos tres ¿Tu no sabrás nada no?
-¿Yo?....tu sabrás que haces con tu coche.
-Pero tu lo cogiste ayer y ayer estaban
-Ya estamos la culpa para mi, yo no vi nada.
-Bueno es igual ¿y las mascarillas?
Era pregunta retórica, al preguntar ya abría el armario del salón, donde estaban y allí vi el puñetero resto del paquete, con mis cuatro mascarillas. Las cogí y se las mostré.
-¿Y esto que hace aquí?
-Jajajaja no te pongas tan serio, las cogí, que no había ya en casa, no es tan grave.
-A mi no me hace ni puñetera gracia.
-Peor para ti....
Tal vez en otro momento, no lo hubiera echo ningún caso a aquella respuesta, pero aquel día, me sentó como un tiro, me acerqué a ella. La cogí del brazo e hice que se levantara del sofá.
-¿Te hace gracia? llevo media mañana perdida por la tontería ¿y tú aquí de risas?
-Joder, no hay para tanto....
-Ya veremos.
La conduje hasta el rincón y allí le dije.
-De rodillas.
-¿Que?!!! joder no hay para tanto.
-Eso ya lo veremos, de rodillas!!!!!
-Puffffffffffff
Se arrodilló en el rincón, con las manos sobre la cabeza.
-Ni se te ocurra moverte de ahí hasta que vuelva ¿está claro?.
Cogí una de las mascarillas, y me fui dejándola allí, su cabeza loca e irresponsable me tenían un poco harto y luego ya hablaríamos. Me fui a buscar lo que necesitaba, rápido ir y venir. De vuelta ya con todo, entré en casa, al ir al salón estaba allí donde la había dejado de rodillas en el rincón castigada. Me senté y la llamé, ya se me había pasado y pensé que igual había hecho demasiado de algo sin mala intención, un despiste sin más. Se acercó y mientras se acercaba me dijo.
-¿Estás enfadado?
-Ya no...
-Es que esta vez, te has pasado
-Si igual si.
Se puso a mi altura de pie, me paso las manos por el cuello, sonreí y empecé a acariciarle los muslos algo frios. Entonces algo me hizo "catracroquer" en la cabeza.....sus rodillas, si llevaba unos 20 minutos en el rincón deberían estar rojas y estaban inmaculadas, ella empezó a acariciarme la cabeza. De repente me levanté y la cogí de la oreja para su sorpresa.
-¿Que haces?!!!!!!!!
-¿Tu crees que me chupo el dedo?
-¿Y esto a que viene?
-¿No lo sabes?
-No...
-Pues tranquila que te va a quedar muy claro.
Aparté la mesita del sofá y le dije.
-De rodillas mirando al sofá.
-¿Por qué?
La respuesta fue contundente y par de sonoros cachetes en los muslos desnudos.
-Ya me has oído.
A regañadientes lo hizo.
-Brazos extendidos y palmas hacía arriba.
-Pufffffffff
Resopló pero lo hizo, fue a la librería, cogí un ejemplar de la guia de teléfonos de Madrid y otro de la de Barcelona y puse uno en cada palma de la mano, acto seguido me senté frente a ella.
-¿Sabes por qué estás así?
-¿Por qué?
-¿Cuanto rato has estado en el rincón?
-Si no me he movido de allí joder!!!!
-Por eso tenías las rodillas blancas cuando he llegado.
Bajó la mirada y se ruborizó....
-¿Creías que me la ibas a dar?
Silencio....
-Bueno ya veo, que tendré que dialogar con tu culo. Que entiende mejor las "normas" que tu cabeza.
Me quedé allí mirándola, sin que ella fuera capaz de mirarme, me encendí un cigarrito y a esperar...
-Uffff voy a soltar los libros.
-Tu misma
Estuvo un rato aún luchando porqué no se le cayeran los dos pesados tomos y yo sin dejar de mirarla ni un momento, hasta que la final se dió por vencida y ambos cayeron a la vez. Esperé un momento mientras ella agitaba los brazos entumecidos hasta que me levanté, fuu hasta ella y la levanté cogiéndola de nuevo de la oreja.
-Te voy a enseñar a intentar engañarme.
La hice ir así hasta el baño, allí cogí el nuevo cepillo, uno que había comprado hacía poco tiempo y estaba sin estrenar, de madera cuadrado, menos el mango que era redondeado y recubierto de goma blanda, parecía fabricado expresamente para mentes perversa. Sin soltarla en ningún momento de la oreja, de vuelta al salón, allí la solté para sentarme. Me remangué separé las piernas, le indiqué que se tumbara sobre mi piernas izquierda, lo hizo, de inmediato pasé mi derecha por encima de las suyas, le levanté el polo, metí los dedos por la cintura de las braguitas, tiré hacía abajo de ellas justo hasta medio muslo, es mucho más vergonzoso dejarlas ahí, que quitarlas del todo, lo justo, para descubrirle el culo, como una niña traviesa. Se lo acaricié unos segundos, ese tacto suave de piel fria, pero enseguida las caricias se transformaron en una ráfaga de azotes con la mano directamente sobre la piel fría y desnuda, una ráfaga rápida en intensa, de una docena no más, suficiente para ver mis dedos grabados en su piel blanca. Entonces cogí el cepillo, aquella docena fue todo el calentamiento que tuvo y empecé a usar el cepillo contra su culo desnudo, de forma muy progresiva, pero siempre in crescendo paulatinamente, todo muy bien repartido, la piel se fue enrojeciendo y calentando, cuando ya lo tenía totalmente enrojecido, hice una primera pausa, dejé el cepillo, la acaricié, comprobé como tenía el coño, húmedo y también caliente. Entonces volví a coger el cepillo, la sujeté de la cadera con el brazo izquierdo incluso haciendo algo de fuerza hacía arriba para obligarla a exponer más el culo y continué la azotaina, ahora mucho más directa, constante y centrada, en la mitad inferior de las nalgas. Los primeros embites los llevó bien, pero tras un rato de continúa azotaina, empezó a intentar moverse y quejarse ahí hice una segunda pausa, tenía todo el culo rojo, pero dos grandes circulos de un rojo mucho más intenso adornaban la parte inferior de los dos globos de carne.
No la acaricié cogí el cepillo al revés, para jugar con el mango, en su sexo, pasándolo entre los labios desde atrás hacía delante, hasta que acabó el mango dentro de su coño, entrando y saliendo despacio, primero y poco a poco cada vez más rápido, en un determinado momento empezó a gemir, mientras yo movía el cepillo cada vez más rápido, entonces paré, se lo saqué. Le di unos cachetitos suaves en el culo y le dije.
-Ahora te vas a levantar y te vas a poner en posición de castigo en el brazo del sofá, que aun no he terminado de dialogar con tu culo.
Esperé a que se levantase, me levanté yo para que se colocase correctamente. Inclinada sobre el brazo del sofá con los pies en el suelo, el cuerpo apoyado en el sofá, las manos metidas entre dos cojines para evitar tentaciones y el culo bien levantado y expuesto por el brazo. Antes de salir, el levanté bien el polo bastante por encima de la cintura enrollado, le recoloqué las braguitas, justo ahí a medio muslo y fui hasta el armario. De allí cogí algo y con elló en la mano me fui de nuevo al salón. Lo dejé sobre la parte desnuda de su espalda. Era un regalo que me había llegado de los Andes, tiene varios nombres en Bolivia los llaman "quinsacharani", en Perú "chicote" en otras zonas "sanmartín". Es muy simple, es una especie de mango grueso de cuero trenzado de unos 30 cm, del que salen 3 tiras de cuero finas, que pueden ser trenzadas o lisas, en este caso eran lisas de piel de cabra y de unos 30 cm de largo también. En esa zona se ha usado históricamente para la disciplina doméstica, tiene algo de parecido con el "martinet" francés. Al no ser muy largo y de cuero, su "mordida" es similar al de un buen cinturón, aunque quizás algo más aguda, al ser las tiras finas, lo cual le da una sensación nueva.
Lo cogí y le dije.
-En la cultura aimara, las tres tiras simbolizan, las tres patas de la disciplina. Uno: no robar. Dos: No holagazanear o procrastinar y tres: no mentir. Al menos dos de estas has imcumplido hoy.
Levanté el nuevo juguete y un golpe seco haciendo que las tres tiras de cuero impactaran en su piel, con un sonido muy peculiar. Paré un momento a mirar, las marquitas del azote en su piel, sonreí y pensé que los días siguientes aquellas marcas nos darían mucho juego. Volví a armar el brazo y de nuevo impacto seco. A partir del quinto o sexto azote, a cada nuevo azote, le costaba mantener la compostura, teniendo en cuenta que ya llevaba acumulación de cepillo, no quise alargarme en exceso, una veintena más que suficiente. Al terminar, pasé los dedos por las curiosas marcas del nuevo juguete, al notar mis dedos se le erizó la piel, estuve un rato jugando a reseguirlas, mientras se iban apagando, para dejar solo como unos puntitos amoratados en las zona de impacto. Tras un ratito de ritual, fui a buscar una cosa.
La primera un grato descubrimiento de todo esto: el gel hidroalcohólico, frescor al momento, que se tranforma en escozor sobre la piel castigada, le di una buena friega en las nalgas castigadas. Me sequé bien y empecé a jugar con mis dedos entre sus piernas, flipando lo mojada que estaba a pesar del castigo...hubiera seguido, pero decidí esperar un poco.
La hice ponerse de rodillas encima del sofá, de espaldas a mi, que me senté al lado, así la tuve un rato, que sintiera bien el quemor del castigo en su piel, hasta que empecé a acariciarla de nuevo, pasé un dedo entre sus labios y en aquel momento si le quité del todo las braguitas, le separé las piernas, me metí como pude bajo el puente de sus piernas, me apetecía mucho, ver, saborear, lamer, sobar, jugar y tocar su coño, todos aquellos misteriosos pliegues, montañitas y valles encharcados, y todos los alrededores, desde la cara interna de los muslos, pasando por el perineo y el ano, hasta hacer que se corriera...
Continuará.....
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