martes, 10 de diciembre de 2024

De vuelta al despacho

 





Estaba sentado en el sofá, sólo la luz tenue de la lámpara de pie, iluminaba el salón, eso y los destellos de la tele. Tranquilo y relajado, tomándome una cervecita y viendo el partido. El resto de la casa estaba también a oscuras, sólo  de la puerta entreabierta del despacho salía una luz y allí estaba ella, de vuelta al despacho. Hacía unas semanas cuando terminó el curso, que me había prometido no pisar el despacho en una temporada, pero las promesas y las palabras, se las lleva el tiempo. 

Cuando terminó el partido, la llamé, la escuché levantarse y caminar por el pasillo, entró en el salón, llevaba consigo un cuaderno en la mano y tanto el pantalón del pijama cómo las braguitas en los tobillos, se paró frente a mí, con la mirada baja y ruborizada. 

Me entregó el cuaderno, lo abrí y vi lo que había escrito. 200 líneas, 100 en bolígrafo azul y 100 en rojo, alternas, una de cada calor, en las que se leía:

" Mi actitud y comportamiento de esta tarde ha sido infantil e insolente y voy a ser justa y severamente castigada por ello"

Le entregué el cuaderno y le hice leer en voz alta, la frase de nuevo.

- ¿Tienes algo que añadir? 

- He tenido un día horrible...

- ¿Por mi culpa?

Contestó flojito y con voz aniñada.

- No....

- ¿Entonces a qué se debe esas formas desde que he llegado?

- El cansancio supongo...

- Excusas ¿A caso sabes si mi día ha sido mejor? 

- No

- Exacto, no tienes ni idea, porque por malo que hubiera sido, lo que nunca haría sería pagarlo contigo, cómo mucho te lo contaría. En cambio tú, has estado borde, insoportable, contestonas y en esa actitud de niña malcriada e insoportable ¿Sabes que hago yo en estos casos ?

- Si...

- ¿Que?

- Pfffffff

- Eso no es una respuesta!!!! Te he hecho una pregunta ¿Que hago con las niñas insoportables, caprichosas e impertinentes?

- Las castigas...

- Correcto

- Pero ya me has castigado, llevo más de una hora copiando....

- Eso sólo ha sido el inicio, para que te calmaras y parece que ha dado resultado. Por lo menos parece que la fiera se ha amansado algo. Pero sabes que esto no termina aquí ¿Verdad?

- Imagino...

- Imaginas bien ¿Cómo va a terminar?

Volvió a resoplar y la miré serio.

- Responde

- ¿Con unos azotes?

- ¿Es pregunta o afirmación?

Volvió a suspirar...

- Santi...lo siento de verdad, intentaré que no vuelva a pasar 

- Y me parece muy bien, pero esto no va a quedar así. Deja el cuaderno en su sitio y cuando vuelvas me traes el cepillo, ya sabes cuál.

Resopló de nuevo, antes de coger el cuaderno y perderse de nuevo por el pasillo, yo me levanté cogí una de las sillas la puse en el centro del salón y me senté.

Poco después volvió a aparecer, con el viejo cepillo de ébano en la mano, sin mirarme extendió la mano para ofrecérmelo.

- De momento lo vas a sujetar tú, ya te lo pediré cuando lo necesite. Ahora lo que quiero ver es tu culo sobre mis rodillas.

Muy lentamente se tumbó sobre mis rodillas, no hizo falta retirar nada de ropa, porque ya había estado copiando en el despacho con el culo desnudo. Empecé a acarciarle la piel desnuda, rozando con la yema de los dedos.

- Ya conoces las normas, el culo bien expuesto, si veo que intentas evitar o te mueves, pararé, te irás a mirar la pared un rato y volveremos a empezar ¿Está claro? 

Sólo respondió con un suspiro, la sujeté por la cintura y empecé a azotarla a mano, alternando cachete y cachete del culo a ritmo constante.

De vez en cuando paraba un momento, para recordarle que les pasa a las "niñas" grandes que se comportan cómo niñas pequeñas. Un buen calentamiento con la mano, es básico y así lo hice, hasta que le pedí que me diera el cepillo.

Se lo cogí, y lo dejé un momento sobre su piel, ya con un bonito color rojo.

- Sabes que cuando elijo este cepillo para " corregirte" es por un motivo especial y hoy necesitas sentirlo bien.

Empecé a jugar con el sobre su piel, hasta que en un determinado momento y metiendo la mano entre mis piernas y si cuerpo la "obligué" a levantar más el culo y empezaron a caer los azotes con el cepillo, sin prisa, pero si pausa. El rígido, pesado pero manejable cepillo, me permitía cubrir todas las zonas con precisión, aunque insistí especialmente justo en el límite entre nalgas y muslos, fue una azotaina especialmente larga, sin necesidad de darle fuerte, buscando la efectividad por agotamiento. De vez en cuando paraba unos segundos para darle un respiro antes de continuar, en cierto punto empecé a notar que estaba llegando al límite, por la respiración, y por como empezaba a moverse y paré.

No hice nada la dejé allí, en mis rodillas, con el culo en llamas y entonces brotaron las lágrimas, la dejé soltar, sin decir ni hacer nada más que acariciarle la espalda por dentro de la camiseta del pijama, hasta que cesaron.

Entonces la ayudé a incorporarse, nada más hacerlo sin decirle nada, se sentó sobre mi regazo y apoyó su cabeza en mi hombro, así estuvimos un rato en silencio y conectados, hasta que la cogí de la barbilla, para que mirase, aún tenía los ojos vidriosos, le di un beso en los labios.

- ¿Mejor? ¿Se te ha pasado el enfado con el mundo?

Sonrió y me devolvió el beso, mi mano bajó entre sus piernas y descubrí que allí había una humedad diferente a las lágrimas que aún humedecían sus mejillas...

- Venga va, ve a buscar la crema y te espero en el sofá. Sonrió, suspiró al levantarse y con el culo cómo un tomate fue a buscar la refrescante y necesaria crema.

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