miércoles, 13 de marzo de 2024

Un castigo, es un castigo

 



Aquel día llegué a casa con ganas de tranquilidad y calma, había sido un día duro y estresante, la situación tampoco ayudaba mucho a tener optimismo. Pero bueno, me apetecía una cervecita, charlar un rato con ella, que seguro que me haría reír, en fin tranquilidad y relax.

Al llegar a casa, me extrañó todo tan silencioso y ninguna luz, estaba claro que no estaba y me decepcioné un poco, encima la cocina con los platos sin fregar, el baño con la ropa tirada, total que me empezó a picar la nariz y le envié un whatsapp:

- Nena ¿Dónde estás?

Me contestó al cabo de unos cinco minutos.

-Estoy tomando café con María, pero no tardo ¿tu bien?

-¿Cómo? ¿Tu no estabas castigada?

-Joder Santi no soy una niña pequeña.

-Bueno, ya hablaremos...

Ya no dije nada más, tras la última travesura había sido muy claro, toda la semana castigada sin salir. Una vez terminadas las obligaciones a casa. Y al tercer día ya estábamos así.


Una hora  más tarde más o menos llegó contenta y feliz, yo en cambio estaba serio y me dijo mientras dejaba la mochila encima  de la mesa del comedor.

-Uyyy que cara ¿mal día?

- ¿Vas a dejar eso ahí?

-Si, que pasa

-Joder, que no te cuesta nada digo yo dejarlo en la habitación

Lo cogió y comentó con ironía

-Puff ya veo que tenemos mal día

Y se fue a la habitación, tardó un poco, de  había quitado las botas de la calle y se había puesto las zapatillas de estar por casa, pero aun conservaba la ropa de calle, los vaqueros y una camiseta 

Se sentó en sofá, empezó a hacerme carantoñas y me dijo:

-Va cuenta ¿has tenido un mal día?

-Pues si y encima llego a casa y no éstas cuando se supone estás castigada y encima aquí te tengo haciéndote la loca, cómo si no hubiera pasado nada

-Yaaaa, pero María me dijo de quedar y no le iba a decir que no podía porque estaba castigada.

- Cuándo quieres encontrar excusas, bien que las buscas

-Joder Santi, ya no soy una niña, si te vas a quedar más contento, cumplo un día más de castigo y ya

- Nena, las cosas no van así ¿ Castigos a la cara ahora? Vete a la habitación y llévate la mochila

-¿Que?!!!

-Lo que has oído, si no sabes regularte sola, así aprenderás

- Bueno pues si te vas a poner así, mañana quedó otra vez.

- ¿ Me estás vacilando? Mañana cómo no estés aquí te voy a buscar y te traigo de la oreja si hace falta.

- Ya lo veremos

-¿Que has dicho?

-Joder Santi!!!!

Se había levantado a coger el móvil.

- Tira para la habitación y dame el móvil

Dejó el móvil y me miró seria.

-No me mires así, has decidido saltarte el castigo, pues ahora te aguantas las consecuencias

-YO NO TENGO LA CULPA QUE HAYAS TENIDO UN MAL DIA!!!!!!

Dio un patadita en el suelo toda digna y se fue a la habitación dando un portazo. Esperé que pasara un poco de tiempo  unos minutos y entonces fui a la habitación abrí la puerta, ella estaba tumbada en la cama jugando con el móvil y le dije, con mucha calma

-Ahora te vas a levantar, te vas a poner el pijama, vas a salir de habitación, me vas a dar el móvil y vas a volver a la habitación cerrando la puerta cómo las personas o tu culo lo va a pagar muy caro ¿Estamos?

Siguió impasible, como si no estuviera, jugando con el móvil ¿buscaba enfrentamiento? pues paciencia agotada.

Me fui para ella, le quité el móvil con firmeza y me lo metí en el bolsillo, la cogí del brazo y la levanté de la cama, la llevé hasta el salón, me senté.

- Ahora te vas a la habitación, sin soplidos, pisotones, ni por supuesto portazos, te pones el pijama y  ya puedes ir preparando el culo, que estos ataques infantiles de ira no te los tolero.

 Me la quedé mirando, me sostuvo la mirada un instante, hasta que al final a regañadientes lo hizo, imagino que tenía claro que iba a terminar con el culo rojo si o si y que más le valía no empeorar las cosas.

 Esperé 20 minutos, sabía que cada minuto era un pequeño tormento a sabiendas, que cuando entrara en la habitación iba a terminar con el culo rojo y caliente. Pasados los 20 minutos me levanté y me fui para la habitación, abrí la puerta y allí estaba en la cam, con el pijama de verano. 

- Levanta 

Se levantó y se cruzó de brazos con morritos. 

- El pantalón del pijama en los tobillos, ahora. 

- ¿Qué? 

No le contesté, me desabroché el cinturón. 

- Santi....

Estiré del cinturón y salió del pantalón.

- Pffffff...

Me la quedé mirando, dio un pisotón en el suelo, pero el pantalón del pijama descendió por sus muslos. Doblé el cinturón y empecé a juguetear con el, haciéndolo sonar contra mi mano izquierda. 

- Pon las manos sobre la cabeza.

- Pffff...

Sin pensarlo solté el cinturón y sonó contra su piel.

- He dicho que no más quejas, ni soplidos. 

De inmediato puso las manos sobre la la cabeza a la vez que una franja roja se dibujaba en su piel. 

- Date la vuelta sin bajar las manos, separa las piernas y te inclinas adelante sacando bien el culo. 

Un momento de duda, pero con el cinturón en la mano, le entró la convicción rápido y se puso en posición. 

- Dos docenas, cuenta.

Me acerqué un momento, le pasé la mano por las dos nalgas un momento, di un par de pasos atrás, apunté bien dándole unos toquecitos con el cinturón doblado, para asegurarme que los azotes caían en su sitio y sin previo aviso, le di media docena seguidos, que la hicieron resoplar y más en frío. Al contar el número seis no pudo evitar incorporarse un poco. 

- Pon el culo...

Esperé a que se pusiera otra vez y cuando estuvo seguí con media docena más, ahora más lentos. Ya con el calorcito de los primeros y el diferente ritmo, no se movió. 

- Los castigos ni son opcionales, ni son a la carta, si te castigo sin salir, es que te quiero encontrar en casa cuándo llegue y si eso no pasa, estas son las consecuencias. 

Apunté otra vez y despacio le di la segunda docena de azotes. Al terminar me puse el cinturón con calma, la cogí del brazo y la llevé hasta el comedor, directa a la pared.

- De rodillas, las manos en la espalda y no quiero ni escucharte respirar. 

Me senté un momento, tenía el culo bonito, a franjas que cruzaban las nalgas. 

Cinco minutos después me levanté, fui a buscar el aceite de masajes y la llamé. Se levantó y se acercó hasta estar frente a mí. La hice poner de nuevo las manos sobre la cabeza. 

- Escúchame con atención. Es la última vez que te saltas un castigo, ya puedes estar segura. Olvídate lo que queda de mes, de cafés, charlitas y demás, lo que queda de mes tu rutina va a ser, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Y ya me encargaré de darte tareas para aprovechar el tiempo, ideas me sobran, pero para terminar de aclarar la cosas y que no haya la más mínima duda, coge un cojín ponlo en mis rodillas y ya sabes. 

No hubo soplidos, ni quejas. Cuando estuvo en mis rodillas, lo primero que hice fue sujetarla con el brazo izquierdo por la cintura, bien sujeta cogí el bote de aceite lo destapé y eché un chorro en cada cachete, lo extendí rápido y empecé a azotarla con la mano, la piel empapada de aceite hacía que las palmadas sonarán más aún de lo habitual. Y para mí la parte auditiva de los azotes es muy excitante. Empecé alternando nalga y nalga, pero a mitad de azotaina, cambié a cuatro o cinco seguidos en la misma nalga antes de cambiar y ya no paré hasta secarle el culo a azotes. Empecé a pasarle los dedos por la piel roja, caliente y cubierta de una especie de pequeños granitos. Podía ver su sexo hinchado, rojo y brillante, pero aquel día no había motivo para juegos, era un castigo y así quería que lo sintiera. Así, que no me dejé llevar. 

- Ahora, te vas al pasillo te plantas frente a la puerta, las manos en la espalda y ya pensaré cuando te levanto el castigo. 

El pasillo me pareció el mejor lugar, así la tenía bajo control, casi desde cualquier lugar de la casa.

 Y allí la tuve hasta un rato, hasta que le dije.

- Ahora te vas a sentar y vas a escribir un carta de disculpa sobre tu comportamiento, que me leerás después de cenar.

Se sentó en la mesa con el culo desnudo y el cuaderno y no se levantó hasta que puse la mesa para cenar. Cuando terminamos de cenar, le dije que repasaraa carta de disculpas, mientras recogía y cuando me senté en el sofá, la llamé, frente a mí con el cuaderno en las manos, el pantalón del pijama en los tobillos y le hice leerme la carta, cuando terminó, pasé mis dedos entre sus piernas, sólo para comprobar si estaba mojada, que lo estaba, pero el único premio aquella noche, fue el masaje en el culo después de leer la carta, en mis rodillas, al terminar, la envié directa a la cama. Aquel día no hubo premio, un castigo es un castigo.





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