sábado, 1 de octubre de 2022

Las cosas se devuelven tal cuál te las han dejado.





Aquella semana ella había utilizado mi coche toda la semana. El suyo estaba en el taller por una pequeña reparación, pero estábamos en época de falta de suministros y la pieza tardó en llegar. No había problema yo podía usar una furgoneta de empresa esos días y el viernes me llevaron a casa. 

 El sábado por la mañana cuando estábamos desayunando me llamaron del trabajo. El motivo; había saltado la alarma y estaba sonando y me pidieron si podía ir a desconectarla, ya que yo tenía llaves. Así que a medio desayunar me vestí y me dispuse a ir un momento, porque eso era en teoría lo que me iba a llevar solucionar el tema: 20 minutos.

Al subirme al coche y arrancarlo sonó un pitido estridente y en el tablier un mensaje: " peligro nivel de combustible bajo" miré la aguja del indicador y en efecto abajo del todo. Porque llevaba prisa sino subo y se lleva una buena bronca. Pero salí total la gasolinera está a dos minutos de casa, pues no eso a unos 300 metros el coche empezó a dar tirones y se paró. Ahí mi nivel de enfado pasó de moderado a severo. Dejé el coche en el arcén caminé hasta la gasolinera, tuve que comprar una garrafa, poner cinco litros volver, echarlos y arrancar. Suerte que mi coche es gasolina y tras un par de intentos fallidos arrancó, si llega a ser diesel, problema. Después parada en la gasolinera y llenar. 

Total, lo que era una trámite de 20 minutos me llevó más de una hora, pero esto no iba a quedar así, impune.

Y menos aún, cuando al llegar, me dijo.

- Dónde te has metido? 

- Dónde me has metido dirás?

- No sé cómo me lo hago pero la culpa siempre es mía -me dijo sarcásticamente, aunque no creo que supiera de que le hablaba- 

Me fui para ella sin decir nada más serio y firme, la cogí de la cintura con el brazo izquierdo por la espalda, la apoyé de pie contra mi pierna y empecé a azotarla sobre el pijama, mientras le decía.

- A ti no te han enseñado que las cosas se devuelven tal y cómo te las han dejado?

- Auuu!!!! Pero qué pasa ahora? 

- Que pasa? Pues que ni he llegado a la gasolinera. Eso pasa. Al menos avísame. Santi el coche está sin gasolina.

Todo esa conversación mientras seguía azontandola de pie, en una especie de baile , ya que ella intentaba escabullirse e íbamos dando vueltas.

- En serio te has quedado sin gasolina? 

- En el maletero hay una bonita garrafa roja que he tenido que comprar, fíjate que es del mismo color que te voy a poner el culo, cómo una premonición.

- Pfff pues sí que aguanta poco la reserva de tu coche.

- Cómo la de todos, pero este hacía rato ya que encendía el testigo, así que yo de ti procuraría no intentar vacilarme, bastantes problemas tienes ya.

Ahí paré, nos quedamos frente a frente, ella se llevó las dos manos al culo frotando.

- Pfffff no te enfades, le iba a poner hoy...

La cogí de la mano y estiré de ella hasta el sofá, me senté, cogí el pantalón del pijama con una mano de cada pierna, de un tirón hasta los tobillos y acto seguido a mis rodillas. La sujeté bien de la cintura con el brazo izquierdo, levantadola un poco y todo. Pasé mi pierna derecha por encima de la suya y empecé a darle una lluvia de palmadas ya a piel desnuda, muy Sonora y rápida y en absoluto silencio, durante al menos cinco minutos.

Paré y seguí mi discurso, ya con el culo bastante rojo. 

- Suerte que era el mío, si es el tuyo, hay que llamar a la grúa. Y además estoy seguro que hace al menos dos días que se te enciende el chivato, porque cuando suena el pitido y sale el mensaje es que está en las últimas y aún da para 50 km al menos. Y desde el trabajo llamándome que los del polígono estaban quejándose...

Y empecé otra vez a calentarle el culo en mis rodillas, ella hacía tiempo ya que no decía nada y aguantaba la lluvia de palmadas calientes. Durante otros cinco minutos hasta asegurarme de dejárselo bien rojo.

Al parar un pequeño respiro, que sintiera bien el quemor palpitante en su piel, una palmada, seguido de un.

- Vete al rincón, hasta que te llame.

Resignada, se levantó sin mirarme e hizo el paseo de la vergüenza, es decir de mis rodillas al rincón, con el culo rojo al aire y los pantalones del pijama enrollados en los tobillos. Allí manos en la cabeza y codos tocando cada uno una pared. 

Dos minutos después me levanté, fui al baño cogí una toalla pequeña y el cepillo del pelo ovalado de ébano. Al llegar puse la toalla sobre el brazo del sofá. Y la llamé. 

El brazo del sofá es un clásico del repertorio de la disciplina en casa, pero aquel día lo iba a usar diferente. En vez de hacerla tumbar perpendicular con el cuerpo por encima del brazo, la hice poner una pierna en cada lado del brazo, como a horcajadas, sentada encima del brazo, la toalla estaba para absorber las más que posibles "fugas". Cuando se colocó, puse mi mano izquierda sobre su espalda, los glúteos le quedaban casi colgando y es una posición ideal para golpear la parte baja de las nalgas, de abajo a arriba.

Empecé a usar el cepillo apuntando precisamente ahí a esa zona, más sensible y dolorosa, al estar yo en una posición un poco forzada y el golpe ser de abajo a arriba, tampoco fueron muy severos, pero el cepillo es muy eficaz por acumulación y más cuando insistes en el mismo sitio y un rato después, ya le había pintado dos círculos escarlata en cada nalga que cubrían también un poco de los muslos y decidí darle un respiro. 

- Otro día al menos avisarás.

Entonces mi mano izquierda, que aún descansaba en su espalda empezó a notar algo extraño, un ligero vaivén rítmico de sus caderas.

- Te estás frotando, traviesa?

El vaivén se detuvo de golpe.

- No me lo puedo creer, te estoy castigando y te estás frotando?!!!!

- Pfff es para calmar el picor del p...cepillo.

- No te muevas 

Sin soltar el cepillo, me fui a la cocina, abrí un armario y abrí el envase de una de esas esponjas de cocina, que tiene dos caras, una tipo esponja amarilla y la otra verde tipo estropajo. Con ella en la otra mano me fui de vuelta al salón.

- Levanta el culo.

Suspiró y lo hizo, lo suficiente para poner la esponja con la cara verde y áspera sobre la toalla hacia arriba. Cuando la puse, apreté mi mano, haciendo que su sexo se apoyase sobre la parte áspera de la esponja.

- Vamos a ver si ahora nos seguimos frotando o entendemos que estás castigada.

Cogí el cepillo otra vez y empecé de nuevo, nalga y nalga un buen rato, despacio pero sin pausa y los dos círculos se hicieron aún más oscuros y sin frotarse esta vez. Al terminar la dejé un rato ahí en la posición, poniendo el cepillo en su espalda así sabía si se movía y no el cepillo permaneció diez minutos inmóvil en su espalda, con el único alivio para su culo de la caricia del aire.

Pasados los diez minutos me senté en el sofá, había cambiado el cepillo por la crema.

La hice levantarse y presentarse frente a mí manos en la cabeza.

- Date media vuelta.

Lo hizo presentando su culo castigado. Y así de pie le alivie un poco el escozor del castigo con la crema refrescante. 

- Date la vuelta otra vez. 

Lo hizo.

- Separa las piernas.

Nada más hacerlo le di unos azotitos en el sexo...

- Parece que también está rojito y mojado.

Se puso roja...

Siguieron unas cuantas palmaditas más en el sexo, que hicieron que gotease, hasta que empecé a masturbarla de pie frente a mí, con los manos entralazadas sobre la cabeza y el culo rojo.

 




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