martes, 9 de agosto de 2022

La confesión (Por A.)

 



Llevaban ya muchos meses hablando, prácticamente a diario, era ya casi una rutina, pero él seguía poniendo el freno, de vez en cuando seguía diciendo esa frase tan suya de "sin prisa"...y a ella le costaba entenderlo. Prisa para qué? si solo se estaba dejando ir, descubriendo un juego en común que a ella le generaba muchísima curiosidad y tenía ganas de vivir. Entendía que él ya llevaba mucho tiempo en esto, y que quizá no tenía esa "urgencia" por experimentar, pero qué había de malo en probar más?...


Las últimas semanas estaban siendo más complicadas, sobre todo para él, que le estaba afectando más. Le notaba más distante, más metido en la rutina, y casi siempre cansado como para jugar. Ella lo entendía, su trabajo, en la calle, en plena ola de calor irritaría a cualquiera, y la necesidad de vacaciones se notaba, pero haberlo probado un poquito u de repente quedarse sin nada otra vez la frustraba...

Intentó provocarle, pero en esos días no había manera...así que decidió no andarse por las ramas. Había roto su pacto de cederle el control del placer y había jugado sin permiso. Una confesión así le haría saltar, seguro, pero no fue así...

Era domingo por la mañana, ambos recién levantados y, como de costumbre, se dieron los buenos días. Tras unas frases más ella decidió no andarse con rodeos

- Ayer me porté mal

La frase era directa y no dejaba lugar para las dudas. Solo con  decirlo ella ya empezó a activarse.

- Por qué no preguntaste?

- Porque estabas ocupado...

- Bueno, mira, tienes excusa, la verdad es que no te hubiera podido contestar...


Y con eso se rompió cualquier intento de juego...y en el fondo vino algo de decepción o frustración, no sabría definirlo. Ella esperaba que saliera ese hombre autoritario y estricto que sin necesidad de voces ni de malas palabras te hace entrar por el aro, pero no fue así. No solo no se "enfadó" por la desobediencia sino que encima la justificaba.


La conversación continuó un poco más, pero ya no era lo que ella quería...y con una reacción quizá un poquito infantil cerró el diálogo sin despedirse ni nada.


Pasó el día entero medio enfadada. Sí, él estaba con familia en casa, y no pretendía que el juego entero fuera en ese momento de la mañana, pero sí que lo hubiera iniciado, aunque lo culminaran por la noche. Con el tema del móvil a veces él era blanco o negro. Cuando tenía alguien cerca el móvil no existía ni para decir un "no puedo". Y teniendo en cuenta que estaban lejos, y que era su única forma e comunicarse ella se veía muy limitada a veces.


Ya de noche él la escribió, y a su manera, con ese punto de dulzura y empatía que él tiene, la regañó. La hizo ver lo infantil y caprichoso de su reacción y ella mientras le leía se hizo pequeña...incluso derramó un par de lágrimas, y es que se dio cuenta de que ella lo que quería era su atención, pero la forma no había sido la adecuada.

Deseó tenerle cerca, sentir su presencia mientras la regañaba, sentir esa vergüenza que no te deja mirar a los ojos a la otra persona, y por supuesto deseó haber podido sentir las consecuencias de su niñería...

Se imaginó ante él, rendida, sabedora de su destino. Cómo él la pondría entre sus piernas de pie, le bajaría el pantaloncito del pijama hasta las rodillas, a continuación las braguitas, dejando su sexo expuesto ante sus ojos, muerta de pudor pero a la vez muy excitada. Él le preguntaría:

- Qué crees que mereces por tu reacción de niña caprichosa?

- mmmm...unos azotes - diría ella en un susurro

- Eso es unos buenos azotes hasta ponerte el culo tan colorado como tu cara.


Y sin decir más la tumbaría sobre sus rodillas, ya con el culo desnudo, sin brusquedad, firme pero cuidándola. La acariciaría un momento sus nalgas y tras unos segundos empezaría con la azotaina, alternando un cachete con el otro, a un ritmo e intensidad creciente, coloreando todo su trasero. Ella aguantaría callada, sin rebeldía...esta vez no, se había portado mal y esto era lo que se había ganado. Ya le picaba el culo, sus manos fuertes y grandes caían con fuerza, su mano izquierda sobre su cintura agarrándola la daba seguridad.

Tras un buen rato pararía, en silencio, sin levantarla. Solo una caricia en la cara y su mano derecha posada en su culo ardiendo. Tras unos minutos así la ayudaría a levantarse, aun con las braguitas y el pantalón por las rodillas, de la mano la llevaría al rincón, nariz pegada a la pared, manos a la espalda y culo hacia fuera bien expuesto, mostrando las consecuencias de sus malas decisiones.

Tras unos quince minutos se acercaría por detrás, le quitaría las braguitas y el pantalón del todo dejándola solo con una camiseta de tirantes hasta la cintura, aun de cara a la pared.


- Has pensado en tu comportamiento?

- Sí rey...- diría con tono dulce

- Algo que decir

- Que siento mucho haberme comportado así contigo en lugar de hablarlo como una adulta, de verdad.

- Bien. Quieres salir del rincón?

- Sí por favor

- Date la vuelta


Al girarse él estaría ahí de pie, mirándola. En su mano había una paleta de madera y una zapatilla de suela de goma. Ella al verlo no pudo contener un par de lágrimas


- Rey ya te he dicho que lo siento...no me perdonas?

- Bichito claro que te perdono, pero las lecciones hay que terminarlas, y nos falta la última parte. No me gusta tener niñas caprichosas en casa. Elige, o la paleta o la zapatilla. 

- ….ninguna

- Nena te dejo la opción de elegir, pero si no lo haces será con las dos.


Ella elegiría la zapatilla...le sigue teniendo miedo a la madera. Tras escoger el la sacaría del rincón de la mano, la pondría de nuevo sobre su regazo, esta vez sobre su pierna izquierda para sujetar sus piernas con su derecha. En esa posición con el culo tan arriba era fácil ver su sexo, brillante e hinchado. No podría evitar pasar un dedo entre sus labios...


- Veo que te sigue excitando que te calienten el culo...


Ante el contacto con su dedo ella movería su cadera pidiendo más, que le metiese un par de dedos y la masturbara hasta hacerla correrse, pero de un cachete él la pararía


- No nena...nada de esto hasta que yo decida. Está claro? - un azote fuerte reforzaría ese mensaje.


- Serán doce en cada nalga, los quiero contados y tras cada uno dirás " me han tenido que calentar el culo por caprichosa"


Uno tras otro fue acabando el castigo...contado en alto y con la frase tras cada azote que no haría sino excitarla aun más. Al finalizar la dejaría así, esperando a oir su respiración más calmada, y ahora sí con su sexo aún más mojado la masturbaría con sus dedos hasta hacerla estremecer del gusto...para luego ir a la cama a disfrutar los dos.


Así se lo imaginó, y, por supuesto la siguiente semana fue mala varias veces, no pudo evita tocarse pensando en verle estricto con ella, una vez con permiso, y alguna otra si él, y deseó que su juegos volvieran a aparecer...



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