sábado, 6 de noviembre de 2021

Dulce venganza II parte.

 




Y llegó el viernes tras una larga semana. Iba de camino ya a casa pensando, había decidido que ya había sido suficiente castigo y mis planes para el último día de castigo eran diferentes. Aunque sabía perfectamente, que la restricción del placer era algo incumplido, tampoco podía demostrarlo, había un espacio de tiempo en el que no coincidiamos e imaginaba que algún desahogo se había regalado, pero contaba con ello. 

Mi idea era seguir el ritual de toda la semana, revisión de marcas, pero a partir de ahí "perdonarla" y dedicarme a su placer. De lo que no tenía ni idea era que ella había hecho planes por su cuenta. 

Llegué a casa cansado, semana larga, ella me esperaba extrañamente amable, servicial y cariñosa, hasta que llegué a creer que el castigo de la semana había sido efectivo. Me saludó efusivamente, besos y abrazos, tenía preparadas un par de cervezas frías, nos sentamos en el sofá, yo más bien me dejé caer. Nos tomamos juntos la cerveza, de muy buen humor y hablando de todo, tampoco noté nada especial, había terminado la semana, ambiente distendido y buen rollo. Me propuso pedir cena y acepté, buen día para no hacer nada y quedamos en pedir unas pizzas. Y me fui a dar una ducha, mientras ella me dijo que llamaría a pedir las pizzas.

Fui a por ropa cómoda, me quité la ropa de trabajo, la llevé al canasto de ropa sucia y me metí en la ducha, necesitaba una ducha caliente y larga. Estuve un rato desconectado bajo el chorro de agua casi hirviendo, hasta que cogí el bote de champú, me eché y empecé a enjabonarme la cabeza, al principio no noté nada, pero tras un rato de frotar aquello no hacía espuma y tenía una textura cremosa, miré el bote y era mi champú, lo abrí y lo olfatee, aquello no era mi champú, era suavizante para el pelo y ahí empecé a olerme algo raro. Pero pensé que igual estaba vacío y lo había rellenado para aprovechar, me tocó salir a coger un bote nuevo. 

Cuando le tocó al cuerpo, cogí el gel y también noté algo raro, para empezar no salía y estaba lleno, así que le quité el tapón y salió una masa viscosa blanca, me lo empecé a poner y aquello tenía un olor diferente y tampoco hacía espuma, no sólo eso, es que además me dejaba el cuerpo pegajoso, hice lo que no se debe hacer probarlo...era yogurt!!!! La tía se había entretenido en vaciar mi champú y mi gel y rellenarlos. Sinceramente, me dio la risa, pensé que eso era algo premeditado y juguetón, pero que también alteraría mis planes iniciales. 

Quería jugar a sabiendas del peligro de jugar a provocar con un castigo aún flotando en el aire? Pues jugaríamos.

Tuve que salir otra vez claro, embadurnado de yogurt a por el gel y por fin ducharme, aunque me partía de la risa yo sólo. Cuando por fin terminé, ya había llegado el pizzero, de hecho estaba ella atendiéndolo. Cuando se fue me dijo.

- Otra cervecita para la pizza?

- Venga

Cuando apareció llevaba las pizzas  en el envase y las dos cervezas. Las dejó sobre la mesita de café.

- No hace falta poner mesa no? Ni ensuciar platos.

- No, para qué? Venga a cenar que tengo hambre.

- Has tardado mucho en la ducha no?

Me soltó con esa sonrisa de picardía.

- Si, necesitaba una ducha larga y relajante.

- Me alegro entonces.

Me hice el loco, con mucho esfuerzo, cogí una porción de pizza y la mordí, a los pocos segundos empecé a notar una sensación de calor en la boca, que iba en aumento, cogí de inmediato la cerveza y le di un trago, hasta el gas de la cerveza me picaba.


- Joder cómo se han pasado con el picante

- Ahhh pues la mía no, vamos tolerable.

- Pues está, tela lo que pica.

- Si es la misma...

En efecto era la misma pizza, pensé que igual había cogido un trozo dónde se les había ido la mano, pero no, cogí otra porción y era fuego puro, aún así tenía hambre y lo intenté pero no había manera era incomible y eso que un toque picante ya me gusta, pero tuve que darme por vencido.

- No comes más?

- Nena esto es incomible, estoy sudando 

- Exagerado, pica un poco pero no hay para tanto.

- Déjame probar la tuya.

Cogí una porción de la suya y aquello era otra historia, tenía un toque picante pero tolerable.

- Prueba la mía

Cogió un porción le dio un mordisco y a los pocos segundos...

- Buaaa arde...

- Lo ves 

- Se les habrá ido la mano con la tuya, pero bueno si quieres nos partimos esta.

El tono de voz y el lenguaje corporal, me hacían pensar que aquello no se debía a los pizzeros...aún así cené mal, ya que tenía la boca cómo anestesiada. Al terminar, le dije.

- Vete a preparar, mientras yo recojo.

Eso quería decir que íbamos a hacer la revisión de marcas, así que fue para la habitación, mientras yo iba a tirar la basura en la cocina y allí el cuerpo del delito, en la encima estaba un envase de Tabasco, que recordaba lleno casi vacío y eso resolvía el misterio de la pizza incomible.

De vuelta a comedor, ella estaba sentada con cara de no haber roto un plato, me miró y me dijo.

- No había nada en la mesilla de noche.

- Ya lo sé, venga levanta.

Se levantó y me senté, el ritual lo conocía de sobra. De pie frente a mí debía bajarse el pantalón del pijama y acto seguido poner las manos detrás de la espalda. Lo hizo, yo sabía que aún haciéndolo mil veces, su cara se pondría roja igual, hacía ya un par de días que no habían marcas, pero aún así en cuanto presentó el culo desnudo empecé a acariciarlo, rozandolo con la yema de los dedos, al pasar mis dedos por la parte baja y más sensible de sus nalgas, suspiró y la piel de toda la zona se le puso de gallina. 

Así estuve un rato, ella de pié y de espaldas a mi, con el culo ofrecido y acariciándole cada milímetro de piel. 

- Ya no tienes nada, pero los castigos se tienen que cumplir, ponte en mis rodillas.

Cogió aire se dio la vuelta ruborizada y rápido se puso en posición. Nada más ponerse, le separé las piernas y empecé a acariciarle la cara interna de los muslos, en silencio, se retorcía un poco por las cosquillas y la sensibilidad y la piel se le puso otra vez de gallina. Aún le separé más las piernas y mis dedos llegaron a su coño, mojado y caliente. Mis dedos empezaron a jugar primero con los labios externos, luego con los internos y el clítoris, hasta que con dos dedos junté los labios externos y empecé a moverlos desde abajo hasta arriba rítmicamente, como estaba ya goteando resbalaban fácilmente, así estuve un rato, hasta que volví a separarlos, dos dedos entraron dentro de ella y el pulgar fuera haciendo presión y empecé a moverlos, dentro y fuera, pero sin meterlos del todo, haciendo que friccionaran esa zona rugosa a pocos centímetros de la entrada.

Cuando empecé a moverlos más rápido, tenía la mano completamente mojada y el sonido, se parecía al de un chapoteo, se tensó, empezó a jadear y gemir. Paré de repente y le di una ráfaga de palmaditas entre las piernas.

- Señorita mi plan inicial era acabar, pero han sucedido unas cosas muy raras desde que he llegado y necesito una explicación.

Ella aún cogía aire y tardó un rato en contestarme y cuando lo hizo fue en forma de carcajada, seguida de:

- Que cosas raras? 

- Bueno, mi bote de champú estaba relleno de suavizante para el pelo, el de gel de yogurt y luego la pizza de fuego...

- Pues ni idea... habrán fantasmas jajajaja.

En ese momento, la sujeté con fuerza de la cintura, junté sus piernas y mi mano empezó a caer sobre su culo desnudo.

- Parece mentira que no sepas aquello de qué quien ríe último, ríe mejor. 

Durante el primer minuto de azotaina siguió riendo, pero cuando el culo se le empezó a poner rosado, se acabó la risa. Paré.

- Vaya parece que ya no te ríes tanto.

Y continué con más ganas y velocidad repartiendo bien los azotes por todo la pielz hasta ponerla bien roja y brillante.


- Levanta 

Se levantó y se llevó las manos al culo...

- Odio tu mano lo sabes no?

Me levanté, la cogí de la oreja y la llevé al rincón, allí le di un par de azotes extra. 

- Esas manos, sobre la cabeza.

Resopló y lo hizo.

- Ahí quieta, que voy a preparar unas cosas en plan broma.

Mi primer destino la habitación, allí cogí un cinturón pequeño de cuero rojo, en realidad era un collar de perro, pero yo le había encontrado un segundo uso. La segunda parada en la cocina, dónde preparé un tallo de jengibre, pensé que era lo más adecuado para vengarme del picante y finalmente al baño de dónde cogí una toalla mediana.

De vuelta al salón lo primero que hice fue enrollar la toalla y ponerla sobre el brazo del sofá. Luego la fui a buscar la cogí del brazo y la llevé hasta el sofá. Le dije que se colocará a horcajadas sobre el brazo, es decir una pierna a cada lado y la entrepierna sobre la toalla enrollada. Cuando se colocó, cogí el pequeño cinturón.

- Esa espalda bien arqueada señorita bromista y saca bien el culo.

Resopló otra vez pero lo hizo, yo ya tenía el pequeño cinturón en la mano, había sido todo un descubrimiento, manejable, preciso y con mordida, además me permitía usarlo en nalgas diferentes. Y eso es lo que hice. Una primera tanda de diez en la nalga izquierda, diez más en la derecha, luego las reduje a tandas de cinco en cinco, pero apuntando bien, al ser tan corto, la zona dónde más pica es la más cercana al surco entre nalgas, zona bastante sensible y al estar en esa posición que la obligaba a separar las piernas, aún entraba un poco más cada azote. 

Perdí la cuenta pero debieron ser unos cincuenta en cada nalga, lo que seguro que dejaba una bonita marca más oscura hacia dentro.

Al terminar dejé el cinturón en la mesa. Le pasé los dedos por el culo, la piel caliente, palpitante llena de puntitos más rojos, acabé con la mano entre la toalla y su pubis frotando con toda la mano el sexo, que volvía a estar tan mojado cómo antes en mis rodillas. 

Saqué mi mano de debajo de ella, me levanté y cogí el jengibre.

- Separate los cachetes.

Yo sabía que aquella "orden" me costaría unos cuantos soplidos, pero tenía el cinturón a mano y si hubieron soplidos pero acabó con las manos agarrando sus propias nalgas y separándolas. Nada más exponerse el plug de jengibre fue a sus destino, primero cómo un lápiz resiguiendo el contorno del agujero más oculto y vergonzoso, hasta que poco a poco fue entrando en el y dentro le hice soltar las nalgas. Esperé un minuto más o menos a que el jengibre hiciera efecto, cuando empezó a moverse y a soplar, la hice levantarse. La cogí de la mano y la llevé hasta el rincón con la amenaza de una ración extra de cinturón si se caía el jengibre. 

Una vez allí, de rodillas, cogí dos libros y se los hice sujetar encima de la cabeza. Me senté en el sofá y me encendí un cigarrillo mientras. Imaginaba el escozor de los azotes en el culo, el picor del jengibre y la incomodidad de la posición, todo junto unido a la vergüenza. Al terminar me el cigarrillo, me fui hasta ella, le quité los libros, me arrodillé detrás, con el brazo izquierdo le rodeé la cintura, haciendo que su espalda se apoyará contra mi pecho y mi brazo derecho pasando por delante también hizo bajar mi mano hasta su pubis, comprobé que el jengibre seguía en su sitio, había salido un poco, así que terminé de meterlo y empecé a masturbarla, allí en el rincón  de rodillas y con el culo rojo, el primer orgasmo fue muy rápido, en apenas un minuto, pero seguí y obtuve otro aún más intenso, que le dejó apoyada en mi si aliento.

Fin. 










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