sábado, 10 de abril de 2021

La bolsa de Marihuana

 





Siempre he considerado de los juegos, no son juegos sin un ritual. Un ritual no es la escena, ni el desencadenante, digamos que eso forma parte. Los rituales suelen tener etapas, marcadas por pequeños detalles, que suelen dar paso a un nueva etapa, hasta el objetivo final. Existen muchas maneras de llevarlo a cabo, pero casi siempre entran en juego: la anticipación, la espera, la vergüenza, el castigo y el perdón, lo que varía son esos detalles, que dan paso a cada etapa, pero mejor lo cuento a través de un relato, que se entiende mejor.

Todo empezó una tarde, que salí antes de trabajar, ella no estaba en casa, eso ya lo sabía, estaba en el gimnasio. Así que fui a prepararme una larga y relajante ducha y al ir a buscar ropa en el armario, me llegó un olor inconfundible para mi, olía a marihuana y venía de su parte de armario. Me pudo la curiosidad y la extrañeza así que abrí la puerta y allí sin mucho disimulo encontré  una bolsa, al abrirla, descubrí de donde venía aquel olor, lo que no tenía ni idea es que hacía esa bolsa en casa, en su parte del armario y mucho menos con semejante cantidad. Aquel misterio merecía una explicación convincente.

Al poco de salir de la ducha, llegó ella. No se solía duchar en el gimnasio, entre otras cosas, porqué a veces podía a ver tenido que dar explicaciones de ciertas marcas, en cierta parte de su cuerpo y casi siempre solía ducharse en casa, aunque no tuviera las marcas, ya por costumbre, aquel día no fue excepción. Llegó me dio un beso y se metió en el baño. Momento que aproveché, para ir a por la bolsa, prueba del delito y dejarla junto a la mesilla del sofá.

Primera parte del ritual: La llamada.

La confianza y el cariño, suele hacer que dentro de una relación de alta confianza sea del tipo que sea, no nos llamemos por nuestro nombre. Solemos usar diminutivos o apelativos cariñosos, que sirven de distinción y que sólo permitimos a ciertas personas. Nuestro caso no era una excepción y yo con ella siempre tanto en la intimidad como en público me dirigía a ella con su diminutivo o simplemente como "nena".

Así que aquel día cuando salió de la ducha, camino de su habitación a vestirse y dije su nombre completo, sin diminutivo, seguido de un:

-Cuando termines de vestirte ven, que tenemos que hablar.

Imagino que un escalofrío recorrió su columna vertebral, un hormigueo invadió su culo y también algo se debió agitar entre sus piernas. Tanto es así que tardó algo más de lo habitual en venir y cuando apareció por fin, lo hizo, como con pasos más suaves intentando intuir, cual podía ser, el motivo de la "llamada". Enseguida vi su cara palidecer y salir de dudas de golpe, cuando vio la bolsa en la mesita y a mi sentado, pero en posición activa y mirándola fijamente al entrar.

Segunda parte: Las explicaciones.

Entre adultos, cuando hay que dar explicaciones de algo, se suele hacer desde un plano de igualdad y desde el debate o intercambio de opiniones, cuando tienes establecido y consensuado un juego de intercambio de control y autoridad, eso desaparece, no hay debate simplemente, se establece como una última oportunidad de evitar lo inevitable y la autoridad debe estar calmada pero desde un plano de superioridad claro.

Y la situación era la siguiente, ella de pie, con la mirada a la bolsa y a sabiendas que no se sentaría hasta que yo escuchara unas explicaciones lo suficientemente convincentes o que lo haría más tarde y con cierta incomodidad en su culo.

-¿Se puede saber que hace esto en el armario?

-No, es mio

-Eso ya lo imagino, pero tampoco creo que haya llegado aquí por teletransporte. Soy todo oídos, así que empieza a explicarme como llega esto a tú armario.

-Es de María, ya sabes con su fribromialgía, le va bien, le calma. Ya sabes que yo no fumo.

-Eso lo sé de sobra, aún recuerdo, la vez que quisiste probar y lo mala que terminaste.

-Pues eso, me pidió que se lo guardara unos días.

-Ya ¿pero esto que es? ¿vuelves a tener 15 años y le guardas el paquete de tabaco a tu amiga para que no la pillen sus padres o como va eso?

-Joder, que no es eso, es sólo  un favor.

-¿Lo trajo ella a casa?

-No, me lo dió en el gimnasio ayer.

-¿Se puede saber que tienes en la cabeza?

-No seas dramático que no hay para tanto

-¿Fuiste con esto en el coche?

-Si, claro

-Tu no te acuerdas de que he trabajado yo ¿verdad?

-Joder, Santi....

-Aquí hay más de 100 gramos. Artículo 368 del código penal, más de 100 gramos de marihuana de 1 a 3 años de prisión. Delito contra la salud pública ¿Cómo te quedas?

En ese momento su cara era de total asombro.

-¿Estás hablando en serio?

-Te vuelvo a repetir ¿no recuerdas de que trabajé 12 años?

-Joder, no lo sabía....

-Imagina que te para la policia, la posibilidad es remota, pero posible, si te paran no estarías ahora aquí plantada delante de mi, estarías en un calabozo, esperando a ver al juez. ¿Se puede saber que pasa por tu cabeza? que no tienes 15 años !!!!!!!!

Tercera parte: la espera

Estábamos en ese punto, en el que ya su cabeza está asumiendo , que no se va a librar de un castigo. Hay dos formas de actuar, la inmediatez, que puede ser efectiva en el caso de por ejemplo un acto reflejo como una mala contestación o alargar la tensión de espera de lo inevitable, que le da un toque de seriedad tanto al castigo como a la falta. La espera siempre debe ser pro activa y colaborativa. 

Me la quedé mirando en silencio un instante, su cara se fue ruborizando y su mirada cada vez más baja.

-¿Te das cuenta de tu insensatez y de lo que podía haberte costado?

Contestó con un tímido "si".

-Pues coge la bolsa, la guardas y acto seguido te vas al despacho y me esperas en la esquina ¿está claro?

No contestó, cogió la bolsa y siguió mis instrucciones en modo autómata


Tercera parte b. Podríamos incluir esta parte como una sección de la espera. Es interesante disponer de una habitación concreta, no importa cual, que esté asociado a los castigos más serios y rituales. En nuestro caso era la habitación que yo usaba como despacho, aunque realmente la mayoría de azotainas no ocurrían ahí, cuando la enviaba al despacho, sabía perfectamente que era un plus, que el castigo iba a ser más serio y frío.

La escuché ir hasta a la habitación. abrir la puerta del armario, dejar la bolsa en el armario, caminar por el pasillo, meterse en el despacho, encender la luz y dejar la puerta abierta. Entonces empecé a contar, 15 minutos exactos de espera en el rincón del despacho. Entonces me levanté y me dirigí hacía allí, sabía que escucharía mis pasos acercarse y la puerta cerrarse al entrar.

Cuarta parte: Preparación de la escena.

Cerrar la puerta, no es más que un gesto de impacto, no es necesario, estamos sólos, pero el sonido de cerrar la puerta, indica que algo va a suceder ahí dentro y que cuando esa puerta se abra otra vez, allí dentro habrán ocurrido toda una serie de sensaciones y emociones a veces contradictorias y siempre con recuerdo caliente.

Además tras la puerta colgaba de un pequeño colgador, un cepillo del pelo especial y un cinturón también muy especial, que al cerrar también sonaron. Me quedé otro instante mirándola allí en el rincón, con las manos sobre la cabeza inmóvil. Podía ver su pecho hincharse en cada respiración profunda, hasta que le dije.

-Pon la silla en el centro

Bajó sus manos, cogió aire profundamente antes de darse la vuelta, sin mirarme fue a por la silla de madera simple, que había en el rincón opuesto, la puso en el centro de la habitación entre la mesa y la puerta. En estos casos, me gusta que ella participe de forma activa en preparar la escena de su castigo. Cuando estuvo la silla en su lugar, me senté sin más y le dije.

-Tráeme el cepillo.

Un resoplido, única queja de momento, al escucharme, pero fue a buscar el cepillo ovalado de madera oscura de arce, denso y pesado, muy distinto al cuadrado, claro y ligero del baño. Me lo entregó. Lo dejé en el suelo a unos 50 cm de mi pierna derecha.

Quinta parte: su  preparación.

Si la preparación de la escena es pro-activa, la suya propia también debe serlo, colaborar, en su propia azotaina es parte del castigo.

Ella estaba justo al lado contrario del cepillo, a unos 50 cm de mi pierna izquierda entonces le dije.

-Quiero ver el pantalón del pijama en tus tobillos.

Hacerlo ella, le añade una carga más infantil y de castigo, esperé un momento mirándola, finalmente metió las manos en la cintura del pantalón del pijama y lo hice descender, superadas las rodillas la gravedad hizo que cayeran solos hasta los tobillos, ante mi sorpresa llevaba ropa interior, un tanga juvenil.

-El tanga también abajo, hasta mitad de los muslos.

-Pufff que más te da, si no tapa nada (segunda queja)

Una palmada en el muslo, fue mi respuesta y el tanga bajó a medio muslo ¿Por qué ahí? Pues porque la sensación de vergüenza es mayor y de alguna manera el propio tanga hace de sujeción. La volví a mirar, aunque la camiseta tapaba algo, ahí estaba al lado de mis piernas, con la visión de la parte más baja de su sexo, pero también la más íntima, esperando instrucciones, aunque la instrucción sólo podía ser una.

-Ponte en mis rodillas.

Lo hizo resoplando y despacio, apoyó las manos en el suelo, la silla es bastante incómoda para una adulta, ya que el único apoyo es su vientre y su pubis en mi regazo.

-La camiseta levantada

Llevó las manos atrás haciendo un esfuerzo y levantó la camiseta, ahora las nalgas quedaban bien expuestas, el aire fresco acariciaba esa parte intima de su piel, momento que aproveché para las últimas instrucciones.

-Quiero ver ese culo de descerebrada bien levantado y quieto, si tan valiente eres para esconder los vicios de tu amiga, espero que lo seas para tu castigo.

Pasé la yema de mis dedos rozando su piel en círculos, que se erizó al contacto y entonces empecé a azotarla con la mano.

Sexta parte: la azotaina.

Esta parte va a depender mucho del "ejecutor", pero en un caso así, yo prefiero que sea larga y progresiva a corta e intensa. Y esto implica descansos, pausas y transiciones.

Los primeros azotes siempre suelen impactar, la piel está fría y la mente hiper sugestionada, así que prefiero baja intensidad y alternar, el color de la piel es muy indicativo, cuando empieza a sonrosarse, puedes aumentar el ritmo e insistir en una mejilla antes de cambiar, digamos que se va acostumbrando. Eso hice en cuanto cogió algo de color aumenté claramente el ritmo y la insistencia, hasta que empezó a enrojecerse, entonces le dí un tanda rápida e intensa para frenar en seco. Nada más terminar pase mi mano por ambas mejillas ya rojas y calientes, un par de minutos de descanso, hasta que le dije.

-Dame el cepillo

Lo había tenido en todo momento frente a sus ojos en el suelo, para que tuviera claro, que su piel lo iba a sentir. No dijo nada, lo cogió, con su mano izquierda, la estiró hacía atrás y se lo cogí. Volvió a apoyar la mano, cogió aire profundamente, mientras yo pasaba rozando su piel con las púas del cepillo. De repente cambio la suave aspereza de las púas, por la fría, densa y pesada madera que azota rítmicamente su piel, una primera pasada, por todo el culo, una pausa de otro par de minutos y una nueva tanda, está ya focalizada en la línea de sus glúteos, en esa parte baja de las nalgas, ahora mucho más intensa, me quiero asegurar que duerma boca abajo y con el culo desnudo esa noche, sigo implacable, hasta notar agotamiento y dolor entonces paro. Su primera reacción al parar es como de alivio, pero es engañosa, justo al parar es cuando el ardor se nota más. Dos grandes círculos de color escarlata están dibujados sobre un rojo intenso en la parte más baja de sus nalgas, dejo el cepillo cuidadosamente en el suelo de nuevo y termino con una sorpresiva última tanda a mano de nuevo. Al terminar está jadeante, como yo...

-Levanta y deja el cepillo en su sitio.

Se levanta, no me mira en ningún momento, recoge el cepillo del suelo y lo cuelga tras la puerta, al lado del cinturón amenazante, entonces le digo.

-Ahora señorita inconsciente, te quiero ver con los codos sobre la mesa y el culo bien expuesto.

Resopla pero lo hace, se inclina sobre la mesa, apoya los codos y me vuelve a ofrecer el culo, frente a la mesa hay un espejo, me acercó por detrás, termino de bajarle el tanga hasta los tobillos, le separo las piernas y le digo

-Mira al espejo

Cuando lo hace, llevo mi mano a su coño, paso los dedos entres sus labios, aunque el culo le debe arder esta mojada, muy mojada.

-Quédate así mirando al espejo, ahora vuelvo.

Abro la puerta del despacho y salgo, la dejo abierta, sigue sin haber nadie en la casa, pero rompo esa intimidad, la puerta abierta y ella en posición , expuesta , con el culo rojo y caliente, pero a la vez excitada y mojada.

Cinco minutos después vuelvo a aparecer, llevo algo entre mis dedos, al llegar junto a ella que sigue ahí en  posición lo muestro al espejo, es un trozo de jengibre pelado, con forma de bala y le digo.

-Ahora te voy a poner el jengibre, sacaré el reloj de arena y si lo aguantas lo que dura el reloj, habrá terminado el castigo, si no aguantas, descolgaré el cinturón, le volveré a dar la vuelta al reloj y te azotaré con el mismo tiempo ¿está claro?

No obtuve respuesta, así que separé sus nalgas, pasé la punta del jengibre alrededor de su ano varias veces, hasta que se lo metí. Entonces me fui al cajón, saqué el reloj, le di la vuelta y le dije.

-Mirando al espejo.

Me fui detrás de ella, que miraba fijamente el espejo, aunque cuando el jengibre empezó a hacer efecto de vez en cuando los cerraba, pero terminó por aguantar, imagino que la amenaza del cinturón, era ya muy potente en su estado. En cuanto el reloj dejo el cuerpo superior si arena, me acerqué le quité el jengibre, la ayudé a levantarse, pero antes de nada, le di la vuelta y le hice que viera con sus propios ojos los efectos de su imprudencia en su culo.

Luego la acompañé a la habitación, la hice tumbarse boca abajo en la cama, fui a por una toalla húmeda y fresca, la puse sobre su culo magullado, le di un beso y me fui a hacer la cena.

Séptima parte: reconciliación y perdón.

Aquella noche cenó en la cama, boca abajo, le serví allí la cena, recogí cuando estuvo y de vuelta, ya con crema y aceite, levanté la toalla, su culo era como una aurora boreal que iba del rosado al púrpura según la zona, así que le di un largo masaje, que terminó en otras cosas, entre ellas la promesa, que al día siguiente, aquella bolsa no estaría ya en casa y que ella no la transportaría.

Continuará.


5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. En breve saldrá un artículo explicándolo...estate atenta.

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    2. Estaré atenta a la explicación sobre el Jengibre.

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  2. La inveterada facilidad de las spankees para meterse en líos incluso cuando, las pobres, ni se dan cuenta.
    En todo caso, mejor el cepillo que su Señoría.
    Buen relato... y lo del jengibre... Lo he leído muchas veces, pero, y perdonad mi ignorancia ¿Que se busca con él? Ilustradme, porfa.
    (He visto que había escrito jengibre con "g" y me dolieron los ojos, por eso eliminé el comentario y lo escribí de nuevo).

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