sábado, 26 de diciembre de 2020

La libreta de Sofia.

 



Continuaban los pesados días de encierro y toque de queda, con el añadido que de una semana hacía aquí estábamos inmersos de lleno en un precioso veranillo de San Martín, días soleados, temperatura agradable, que anima a salir, a tomar el sol, antes que el largo invierno nos abrace del todo, a calle, a  pasear, a terraza y sin embargo, nos teníamos que encerrar en casa, al salir de trabajar y los fines de semana, el día es muy corto ya y cuando por fin llegas a casa ya es de noche. Nos invadía la triste sensación de año perdido.

El sábado amaneció un día precioso, el cielo limpio y claro y el sol aún calentaba algo, así que nos pusimos ropa de deporte y salimos a andar un rato, lo único que se podía hacer, caminamos como hora y media a buen ritmo y al llegar a casa de nuevo, descansamos  un rato y volvimos a salir a hacer la compra, la comida y después de comer volvimos a salir de nuevo para un paseo más relajado, antes que el sol se escondiera por poniente, en su ruta diaria y eterna, otro día menos o más para olvidar aquello. Ya en casa, nos apalancamos un rato a tomar una cerveza tranquilos en el sofá, al terminar Sofia me dijo que se iba a la ducha y yo que aprovecharía para enviar un par de mails que tenía pendientes en el despacho.

Un rato después se abrió la puerta del despacho, yo estaba con la mirada en la pantalla, la levanté y la vi ahí en el umbral de la puerta, se había puesto un camisón corto de seda negra, semitransparente, que hacía que su piel blanca resaltara más.

-¿Qué le apetece cenar al señor ocupado?

-¿No vas a pasar frío con eso?

-No hace nada de frío, al revés, recién salida de la ducha, tengo hasta calor

Todo aquello en circunstancias normales me hubiera parecido, jugueteo y seducción, pero era Sofia, y la cabeza me hizo "click" de repente lo entendí todo, cerré el ordenador, la miré y le dije.

-Date la vuelta por favor quiero ver como te queda por detrás.

Lo hizo con un toque de orgullo incluso, la miré un instante y le dije.

-Ya que estás encarada ve a buscar la libreta semanal, que ayer se me pasó.

Sofia se volvió a dar la vuelta, su cara ya no era aquella sonrisa de picardía.

-No me lo puedo creer, me visto así y ahora me sales con la libreta.

-Me encanta como te has vestido una cosa no quita la otra, ahora tienes dos opciones o vas o me levantó e irás igualmente, pero con las bragas en los tobillos y el culo rojo, tu elijes.

Puso cara de resignación sin moverse, hasta que dije.

-Sofia tu elijes

Se dio media vuelta, y se perdió por el pasillo, cuando apareció de nuevo llevaba la libreta, se acercó a mi, pero le dije.

-Cierra la puerta por favor.

Lo hizo, y ya con los dos encerrados dentro del despacho, se plantó de pie frente a mi mesa, con la libreta contra su pecho.

-Lee por favor.

-Santi de verdad esto es necesario, es humillante y ya lo sabes todo, nos lo podemos ahorrar.

-Es estrictamente necesario, así que empieza a leer.

Abrió la libreta nerviosa y a la vez que se ruborizaba, empezaba a leer con la voz tenúe.

-Lunes: Te contesté mal, me avisaste y volví a contestarte mal

-Martes: Estuve insoportable y te grité....

Fue enumerando todos los días de la semana, todos con algo anotado, salidas de tono, procrastinación, impulsividad. Cuando terminó ya solo me miraba con el rabillo del ojo.

-¿Que opinas Sofia?

-Que ya me conoces, sabes que hay cosas que no puedo evitar y más si me provocas.

-O, sea que la culpa es mía ¿es eso?

-No....pero me das gasolina

-¿Sabes que pienso yo?

-Dime

-Pues que tengo delante de mi a una adolescente que has suspendido todas, tiene una nota de mal comportamiento y en vez de asumir su responsabilidad tira pelotas fuera.

Aun se ruborizó más.

-Si, Sofia si, aunque te hayas vestido como una mujer, tu comportamiento no deja lugar a dudas y mientras continué así, sin alguna mejora tangible, te trataré como lo que me demuestras ser. Coge la silla y ponla en el rincón. 

Me levanté rodeé la mesa, mientras Sofia llevaba la mesa al rincón. Me puse detrás de ella y le dije.

-Al revés, el respaldo mirando al rincón. 

Lo hizo.

-Súbete de rodillas.

-Va Santi....

Mi respuesta fue cogerla de la oreja. Y de inmediato se subió. Se agarró con las manos al respaldo. Se las cogí despacio, las llevé a su espalda, haciendo que cogiera el camisón y lo levantara, entonces le dije.

-La nariz pegada a la esquina.

Cuando lo hizo, le bajé de un tirón las minúsculas braguitas de encaje negro, hasta las rodillas.

-Voy a terminar de enviar el último mail, ve pensando en tu comportamiento de la semana.

Realmente no tenía ningún mail que enviar, ya los había enviado, pero abrí de nuevo el portátil y me puse a escribir otra cosa, de vez en cuando levantaba la vista, para verla allí expuesta y a la espera de un castigo inevitable, de vez en cuando la escuchaba suspirar y me imaginaba el aire fresco acariciando la piel expuesta de su culo, que en breve calentaría vigorosamente. Al cerrar de nuevo el portátil hice ruido para despertarla de su mundo con la nariz pegada al rincón. Pero no dije nada, me levanté, en su cabeza debían resonar mis pasos acercándome, cuando estuve justo detrás suyo, le cogí una mano y la ayude a bajar de su trono del pudor. Cogí con la otra mano la silla del respaldo, y con una mano guiando a Sofia y la otra la silla, puse la silla frente a mi mesa y me senté. Con ambas manos golpeé mis muslos, para decirle a Sofia que ese era su destino más próximo. 

Sofia inició el ritual de colocarse en mis rodillas estando yo sentado en una silla desnuda, en esa posición no es necesario decir nada, las manos apoyadas en el suelo por un lado y los pies en el otro, levantan su culo hacía el techo. Una vez "acomodada" procedí a levantar el camisón y empecé a pasar mis dedos suavemente por sus nalgas, buscando una reacción de su piel, en el momento que se erizó, empecé a azotarla con mi mano, sobre las nalgas desnudas, muy progresivamente, calentando bien y despacio, que se fuera cociendo a fuego lento, hasta conseguir ese color rosadito, que indica que puedes subir el fuego y empecé a aumentar el ritmo de mis azotes constantes, con la puerta cerrada y ningún ruido el sonido de los azotes era abrumador en el despacho y el rosa ante el aumento de fuego se iba transformando en rojo cada vez más intenso y ahí me mantuve un rato largo, aguantando un ritmo constante de palmadas mientras notaba como yo me endurecía y ella empezaba a retorcerse, imposible ya estar quieta, tras 20 minutos de azotaina sin respiro. 

Entonces paré, solo para ver, el resultado de mi palma incansable en sus nalgas, la mano me quemaba, su culo debía quemar aun más. Le separé un poco las piernas y mis dedos fueron a comprobar su sexo, estaba tan mojado que metí dos sin dificultad, en un baño caliente y viscoso. Pero los saqué enseguida, sólo quería comprobar. Tras unos diez minutos más en mis rodillas, ya sin azotes, dejando que descansar su culo le dije.

-Levanta e inclínate sobre la mesa.

Lo hizo, apoyó todo su cuerpo en la mesa, la inclinación de 90 grados, el culo rojo bien expuesto, yo fui abrí un de los cajones de la  mesa, cogí de el mi cinturón favorito para los castigos, nunca me lo ponía, ella era la encargada de cuidarlo, manteniéndolo siempre el cuero hidratado, cuando lo cogí, le dijé que levantara el camisón, lo hizo. Me fui frente a la mesa, detrás de ella, con la visión de su precioso y travieso culo, dispuesto a la corrección. 

Doblé el cinturón cuidadosamente y le dije.

- Vamos a ir progresivamente, hoy vas a pasar con una docena, como la semana que viene no haya mejora, doblaremos. ¿Esta claro?

Al instante casi de terminar de decir la frase el cinturón cayó veloz y fuerte sobre su piel, acto seguido salió de su boca un pequeño gemido, fui implacable, los doce azotes con el cinturón anunciados aunque aplicados con ganas y energia, haciendo que todos dejaran huella en su piel. Al terminar, dejé el cinturón en su sitio, al día siguiente ya tenía tarea, hidratarlo como después de cada uso, del cajón secreto de mi despacho, cogí un pequeño plug joya de acero quirúrgico y lubricante, lubriqué el plug, mientras ella seguía en posición de castigo. Me fui detrás separé sus nalgas marcadas y calientes, apliqué un poco de lubricante en su pequeña y oculta rosa y el puse el plug firme. Entonces fui a buscar la silla, la hice levantarse, cogí un bolígrafo del bote, abrí su libreta y anoté.

"Voy a esforzarme en mejorar mi actitud y mi comportamiento durante la semana". 

-Siéntate y copia la frase 100 veces, cuando estés, te espero en la habitación.

Me dirigí a la puerta, antes de cerrar, la miré, allí sentada con el camisón levantado, la braguita de encaje negro en los tobillos y el plug dentro de su cuerpo, me quedé  un rato mirando mientras empezaba a copiar luchando por encontrar un posición cómoda para su culo y cerré.

Entre media hora y tres cuartos después apareció en la habitación, me entrego las líneas, las conté, dejé la libreta en la mesilla y le dije que se tumbara boca abajo en la cama. Ya había preparado la crema hidratante y nada más tumbarse empecé con el masaje de alivio para sus nalgas castigadas, así estuve un rato, pero aquel día tenía especial necesidad de alivio yo, paré para desnudarme, me subí en la cama por detrás, entre sus piernas, le quité el plug y enseguida llevé mi polla a la entrada de la pequeña rosa, dilatada por el plug y así la tomé boca abajo y entregada,  por su agujero más íntimo y estrecho, hasta correrme dentro de el.

Continuará...



2 comentarios:

  1. Me encanta 😍, incluso más que la primera vez que lo leí...

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  2. Curiosamente, amo esta historia de principio a fin, tal vez sea porque me desestabiliza y me saca de mi zona de confort! 🥰😍

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