domingo, 6 de octubre de 2019

La caja negra II






Este relato forma parte de una pequeña serie que llamé "la caja negra" del cual podéis leer la primera parte en el enlace, que escribí en verano y por eso está segunda parte también está ambientada en verano.

Había sido una semana difícil verano, calor y trabajo no son buenos amigos, pero especialmente para ella de hecho los últimos días en especial los dos últimos la había notado distinta muy agobiada y que no daba más de si. Yo en breve cogía vacaciones y habíamos quedado en vernos con calma.


Pero el viernes por la noche sucedió algo imprevisto, yo tenía planes aquel sábado desde hacía días, pasar el día con unos amigos, un rato de playa, vermut, comida, sobremesa y un poco hasta que el cuerpo aguante. Como de costumbre en verano me subí a la terraza de casa después de cenar a hacer una cervecita al fresco y mientras chateaba me llegó un mensaje de ella y empezamos a hablar entonces me dijo que estaba agobiada y había tenido que salir, que estaba tomando una caña sola y sin pensar mucho se me vino a la cabeza, le propuse de venirse al día siguiente con nosotros, era una propuesta arriesgada ella no conocía a ninguno de los demás, pero aceptó, me pareció un gesto muy valiente por su parte y me hizo mucha ilusión. Ella tenía que hacer unas cosas por la mañana y quedamos que la recogería en la estación de donde habíamos quedado.



Llegó el día entre una cosa y otra cuando llegamos era casi hora de ir a recogerla y nos fuimos a la estación, fue llegar y llegar su tren, salió le presenté a mis amigos y nos fuimos a la playa, ella llevaba un vestido blanco de playa que la hacía muy atractiva a veces la sencillez puede ser muy sensual.


A partir de ahí playa, solecito, agua, risas, cervezas en el chiringuito, comida, sobremesa larga, mas risas, todo fue genial, un día de desconexión, sobre las 8 decidimos volvernos ya como habíamos ido con mi coche, le dije a ella que se viniera conmigo y se ahorrase el tren, aceptó y nos fuimos. Dejé a dos de mis amigos en su casa y ya nos quedamos a solas, debía dejarla en la estación de un pequeño pueblo donde había cogido el tren y había dejado su coche. Cuando llegamos decidimos ir a tomarnos la última caña y así poder hablar más a solas. Allí me estuvo contando la semana que había tenido y en algún momento se le pusieron los ojos vidriosos, estaba claro que el estrés estaba en un punto límite. En un determinado momento le dije que tal vez deberíamos irnos a descansar y entonces ella me dijo.


-Te vienes a casa, tengo vino, nos podemos apalancar en el jardín y seguir charlando, estoy sola.


No me  lo pensé dos veces le dije que si y nos fuimos, yo la seguía a ella y llegamos a su casa, nada más llegar me apalanqué en el jardín ella entró y salió con una botella de vino blanco y dos copas, se sentó y se encendió un cigarro. En silencio, un instante de silencio que dice tanto sin decir, entonces yo le dije señalando a algo que colgaba en un árbol.


-¿Anda el famoso columpio?


Ella se rió


-Siiii, al final lo conseguí, ven que te lo enseño.


Nos levantamos sin dejar la copa y fuimos hasta el culumpio construido con cuerdas y mosquetones, ella se sentó y descalza empezó a balancearse. Yo la miraba, sonreía su rostro pero no sus ojos, estaban tristes como distantes, como en otro lugar, entonces paré el columpio y le dije.


-Me lo vas a contar?


La sonrisa desapareció y me dijo


-Tan mal disimulo?


-Juego con ventaja...


-Son muchas cosas Santi.


-¿Trabajo?


-Si parte si pero no todo


-Y esa parte que no es trabajo, me la quieres contar?


Volvió a sonreír con una sonrisa melancólica y me dijo.


-Tal vez algún día, cuando esté preparada ahora me haría sentir demasiado desnuda


Entonces la cogí a de las manos, su mano fina y tibia, en contacto con mi mano ruda y caliente, hubiera sido una bonita foto captar aquellos manos enlazadas, tan distintas, me miró y aun con la poca luz, pude ver que le subían un poco los colores en las mejillas y le dije firme pero sereno.


-¿Confías en mi?


-No te hubiera invitado a mi casa si no confiara, de hecho no hubiera quedado contigo tan siquiera.


-¿Sabes? yo soy partidario que las cosas salgan solas, sin forzar, ese otro algo que te preocupa, ya me lo contarás cuando creas, pero en la otra parte puedo ayudarte y hacer que desconectes de todo un rato ¿estás dispuesta?


Los colores le subieron un poco más, pero su respuesta fue espontánea y sincera.


-¿Por qué no? No se pierde nada por probar.


-Bien, pero eso significa cederme todo el control y hacer lo que te pida, confiar a ciegas vamos


-Mmm lo sé, acepto el riesgo


-De acuerdo.


Le cogí la copa y la mia las dejé en la mesa y me volvi al columpio donde ella se balanceaba suavemente. Al llegar le dije.


-Levanta.



Otra vez los colores le subieron.



-Pero lo hizo.



Me acerqué le cogí de los hombros y le di la vuelta de espaldas a mi, mirando al columpio.



-Inclínate sobre el culumpio.



La ayudé, la cintura le quedaba sobre la base del columpio solo los dedos de los pies le tocaban el suelo y al otro lado se podía apoyar ligeramente con las manos. Me agaché pasé mis dedos rozando solo por la pierna desde el tobillo a la rodilla, su piel se erizó solo con eso, me levanté y le levanté el vestido por encima de la cintura, debajo llevaba aun el bikini, de un lado un poco metidito en la nalga, le pasé el dorso de la mano por ambas nalgas y le dije.



-Ahora quiero que te concentres solo en la sensación, que no te resistas a ella, que la dejes atravesarte, que seas solo cuerpo, seré progresivo, pero no pararé hasta lograr mi objetivo o hasta que tu me digas que paré si quieres que paré solo tiene que levantar una mano ¿de acuerdo?



Dijo un si entre cortado.



Entonces le separé un poco las piernas y enseguida empecé a azotarle las nalgas expuestas en el columpio con mi mano, le puse la izquierda en la espalda, para tener siempre contacto con ella y seguí, la carne temblaba a cada azote y la piel tibia fue caléntadose poco a poco, no había mucha luz y su piel dorada del sol hacía más complicado ver el paulatino enrojecimiento provocado por mis continuas palmadas, subiendo de intensidad, cuando escuché algún tímido quejido paré. Le acaricié los muslos, pero no las nalgas, quería que notara calor, no era un castigo o no propiamente dicho, no había un motivo, era un juego diferente, como el descenso de Inanna bajar al infierno para volver al cielo. Le dije que no se moviera que ahora venía.


Fui hasta mi coche y traje un pequeña mochila, la abrí y en ella había varias cosas, lo primero que cogí fue un venda negra, con mucho cuidado se la puse tapándole la vista.


-Esto es solo para que sientas más, sin que el cerebro se despiste.

 Me fui a la mochila y saqué de ella el cinturón de los azotes, es un cinturón que jamás me he puesto, ni tan siquiera me va, pero es de cuero de calidad, ademas tiene  un cinta que permite doblarlo y ajustar la medida, a parte de eso, lo cuido como a  una joya, hidratado y siempre en perfecto estado. Se lo dejé sobre la espalda, ya doblado y ajustado a la medida ideal, entonces tiré del nudo de los lados del bikini y el solo cayó al suelo, lo recogí y lo dejé a parte, cogí el bote de aceite de aloe vera 100% natural, me eché un poco en las manos y le embadurné bien las nalgas desnudas de aceite, ya untadas cogí el cinturón, el aceite consigué un efecto curioso de progresividad, los primeros azotes duelen menos, pero a medida que se va secando el efecto es más doloroso a igual fuerza. Le di una docena de azotes, seguidos, no muy fuertes, pero secos, al terminar esa primera tanda, volví a dejarlo en su espalda, le pasé los dedos por las nalgas, aun estaban con el aceite, aunque ya se podían ver en su piel las marcas rectangulares del cinturón. Lo cogí de nuevo y me cambié de lado, otra docena más de azotes le cayerón, ahí empecé a notar en ella cierta incomodidad aunque no levantó la mano.


Dejé de nuevo el cinturón en su espalda, le pasé los dedos por las marcas muy suavemente, solo por el contorno sin entrar dentro de la marca, quería que sintiera sobre todo que sintiera y todo lo que pudiera adulterar esa sensación trataba de mi minimizarlo, aunque a la vez, quería que sintiera contacto en todo momento, que no iba sola de viaje, al revés que era un viaje del cual yo era el guía. Sin embargo, en todas esas transiciones entre sensaciones si intentaba mantener con ella toda una gama de de comunicación no verbal, contacto, caricias fuera de zona, susurrale palabras al oido sin prisa, no había ninguna prisa. Tras un rato de todo aquel tipo de comunicación sin hablar, que era forma también de darle descanso, tampoco quería que la sensación muriese, si muere empezar de nuevo es empezar de cero y es incluso cruel, la sensación tiene que estar viva, si quieres seguir.


Me acerqué a la bolsa y cogí dos cosas una de ellas la dejé en su cintura, era algo rígido y lígero. La otra la sujetaba con la mano me situé entre sus piernas y le dije.


-Es diferente a lo que estás acostumbrada, pero solo eso diferente, algo nuevo.


Le separé las nalgas con la mano izquierda y empecé a pasar entre ellas algo frío y rígido, hasta que en determinado momento empecé a moverlo despacio girando hacía un lado y el otro mientras hacía un presión constante pero suave le dije con tono imperativo.


-Relájate y siente


Y surgió efecto, inconscientemente se resistía a aquella pequeña invasión pero mis palabras la relajaron y dejó de resistirse y el plug de acero quirurgico ondulado fue abriéndose paso despacio y las superar la parte más ancha desapareció, quedando fuera la piedra preciosa de imitación del tope, presioné con el dedo varias veces la piedra, como para asegurarme que estaba bien alojada. Entonces cogí el objeto que había dejado sobre su cintura, era una cuchara de madera simple, no muy pesada más bien ligera, el contraste del cuero y la madera junto con el plug que vibraría en cada azote, estaba convencido que sería lo que terminaría por romper esa barrera imaginaria para terminar de hacerla desconectar y empecé a trabajarle el culo con la cuchara, como con todo lo demás sin prisa pero con constancia, sin dar demasiado fuerte, pero insistiendo para mantener el dolor en una gama soportable pero constante, en uno de los momentos en que hice una pequeña pausa, me acerqué a su cara y le dije al oído, mientra le cogía de nuevo una mano


-Si quieres marcas, no digas nada solo aprieta la mano...


Esperé unos segundos, su cabeza empezaba a estar en otro sitio finalmente noté un apretón tímido pero que no dejaba lugar a dudas, le acaricié la cara y me fui de nuevo detrás cogí la cuchara y empecé con la mano izquierda presionaba un poco el plug y con la derecha empuñando la cuchara empecé a insistir en la mitad inferior de las nalgas y ya no paré hasta que la escuché quejarse, en ningún momento levantó la mano, pero yo sabía que era el momento de parar.


Enseguida le quité la venda de los ojos, la ayudé a levantarse, temblaba y estaba floja, escondió la cara en mi hombro, las piernas le flojeaban, casí la sostenía yo.


-¿Estas mareada?


-Un poco...


Esperé un instante a que se recuperase un poco, sujeta de la cintura la acompañé hasta la mesa, le di un vaso de agua, se lo bebió.


-¿Estás mejor?


-No se como expresarlo, estoy como flotando ahora....


La miré a los ojos y le subieron otra vez los colores.


-¿Quieres estar un rato a solas?


Le dio otro trago al agua y me dijo


-¿Por que  me lo preguntas, deberías decidir tu?


-Esto no es un castigo.....si fuera un castigo ya estarías en algún rincón, mientras me fumo un cigarro


-Me apetece fumar.


Encendí un cigarrillo y se lo di....lo cogió y le dio una calada profunda


-Ahora apenas notas dolor, pero en un rato irá subiendo y olvídate de playa unos días....


Sonrió mientras le daba otra calada. La volví a coger de la mano y nos fuimos al columpio. Cuando estuvimos frente a el, me agaché le levanté el vestido y le dije que se sentara en el, lo hizo con cuidado, al notar el áspero asiento en contacto con su piel "castigada" suspiró pero sonrió empecé a le di un empujón y el columpio empezó a balancearse, de vez en cuando volvía a moverlo, se agarró de las cuerdas y sonreía, por primera vez no solo sonreía el rostro también los ojos, tras un rato paramos, se levantó y me dijo


-Ahora si empiezo a notarlo....


-¿Quieres verlo?


-Si


Entramos en la casa ella me llevó frente a un espejo y allí  le levanté el vestido, estuvo un rato mirando en silencio los efectos en su piel y entonces me dijo.



-No me digas porque pero tengo mucho sueño...


-Pues a la cama...


-Y tu?


-Yo me iré para casa.


-Quédate esta noche conmigo...


Continuará....



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