martes, 1 de octubre de 2019
Invertir el significado.
Esta entrada guarda cierta relación con la última que publiqué titulada : sentido común a veces pecamos de querer buscar una justificación comprensible a todo esto que no existe o al menos no existe a nivel general, aquí habría que aplicar la máxima orteguiana del "yo soy yo y mis circunstancias", así que buscar explicaciones generales solo nos va a llevar a una base que puede ser más o menos común a la mayoría, pero no aplicable a cada individuo, ya que cada uno tiene sus propias motivaciones.
Por eso igual de malo es el reduccionismo biologicista, como el culturalista, ambos están interrelacionados y en cada persona provocan distintas reacciones, si no fuera así sería muy sencillo, descubrir a quien le gusta y a quien no esto. No todo el mundo que ha vivido las mismas experiencias desarrolla el mismo gusto, como tampoco las endorfinas asociadas al dolor por poner un ejemplo provocan en todas las personas la misma reacción.
Sin embargo, si hay cosas que parecen comunes y es que a quienes nos gusta esto somos adictos a la ansiedad. Suena feo ¿verdad? la ansiedad, la angustia en teoría es una sensación muy desagradable, de hecho es parte del síntoma de respuesta lucha/huida, la ansiedad o angustia anuncia algo desagradable en teoría ¿pero siempre es así? pues no, lo que pasa es que hay algunos tipos de excitación que no las interpretamos como angustia o ansiedad aunque su somatización física sea idéntica, lo cual significa que al igual que el dolor somos capaces de interpretar la angustia y la ansiedad e incluso invertir sus efectos.
Para empezar hay que entender algo, la relación de continuidad entre: ansiedad, excitación, aceptación y alivio placentero. ¿Cuando se produce esta cadena? pues muy sencillo cuando no hay posibilidad de luchar o huir, vamos cuando hay una rendición, ante eso una estrategia defensiva es revertir la ansiedad erotizándola. El reconocimiento de un destino inevitable anula la lucha/huida, lo cual implica rendirse y aceptar, tras la aceptación llega el alivio placentero. Osea que se crea una cadena donde cada paso es necesario para llegar al destino final, saltarse un paso implica el no llegar a la meta.
Aplicado a los juegos es fácil de entender, al menos en mi experiencia personal cuanto más real y creíble es el juego más final placentero produce, pero para ello es necesario pasar por una ansiedad previa, de ahí que los juegos tiendan a ser anticipados y la espera sea tan importante, durante esa espera la ansiedad debido a la escena creada se transforma en excitación, que da paso a la rendición y aceptación que sería el castigo propiamente dicho, tras el cual llega el alivio placentero en sus múltiples formas emocionales y físicas, que van desde la descarga de culpa al placer sexual.
Para entender esto hay que tener en cuenta tres factores muy importantes. El primero es la propia interpretación de castigo. Un castigo puede ser entendido como venganza o humillación por ejemplo, pero también devenir en algo profundamente erótico en el cual se cumple un deseo: el de saber que el sufrimiento provocado por el otro es una prueba de deseo. El segundo factor a tener en cuenta, es que el amor incondicional no permite al receptor decir no o transgredir, por el miedo a fallar, en mi experiencia personal me he encontrado a mucha gente que jamás se permitieron decir que no o transgredir a su entorno más cercano y eso no deja de ser un cadena muy pesada y finalmente algo que se da en estos juegos y es el constante intercambio de papeles entre actividad y pasividad. Cuando te provocan y eres el provocado, el provocador es la parte activa y el provocado la pasiva, en el momento en que respondes a la provocación los polos se invierten.
La intensidad del goce en los juegos parece depender más de la calidad que de la cantidad. Por eso en las escenas de juegos, los ritmos, los tiempos, las modificaciones, el espacio para la sorpresa, la aceleración o el frenar son más importantes que mantener siempre el mismo estímulo.
En definitiva, somos expertos en invertir sensaciones y cuanto más fuertes sean, cuanto más tiempo esté la excitación viva, mayor es el placer final y aquí en esto la explicación química no sirve, es la mente la que provoca esos cambios, la mente propia y la del otro. Por eso si algo tengo claro es que en los juegos el dolor no es el objetivo, es la presencia del mismo en el juego la que hace el objetivo aun más apetecible.
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Me he identificado mucho con algunos pasajes de este texto, en cuanto a la ansiedad se refiere.
ResponderEliminarTambién comparto lo referente a la espera, puesto que la ansiedad se transforma en una excitación aún más intensa.