Me levanté contento, era 31 de Octubre, lo que significa que se terminaba la semana laboral corta y además las vísperas de festivos si no había nada raro a las 2 de la tarde se cerraba y todos a casa.
Me estaba vistiendo, para salir a trabajar cuándo entró en la habitación, me dio una beso, me dijo
- Te he dejado café recién hecho, me voy y acuérdate que al salir vamos a tomar algo, con las compañeras, pero vendré pronto.
- Pásalo bien y aquí te espero.
Me terminé de vestir y fui a por ese café. Y ahí ya la primera. El fregadero estaba lleno de cacharros y teníamos un trato al respecto. Yo cocinaba y ella se encargaba de lavar los platos, pero bueno igual había explicación, me tomé el café, cogí las cosas y me fui a trabajar y al montarme en el coche, lo que prometía ser un día tranquilo, se convirtió en un enfado monumental de buena, mañana.
Nada más llegar al trabajo le puse un mensaje.
- Nena, cuando tengas un momento llámame.
Vi que lo leyó y me puse a hacer cosas, sobre las 11 y media me sonó el teléfono, era ella.
- Hola
- Hola, no he podido llamarte hasta ahora ¿Ha pasado algo?
- Si, ayer cuando fuiste a buscar las gafas y no sé qué más que tenías en el coche, tardaste mucho
- Joder, para eso me pides que te llame, me llamó Lucía y estuve un rato hablando con ella...
- Vale y abriste la ventanilla ¿Verdad?
- Ahora mismo no me acuerdo pero supongo que sí.
- Ya te digo yo que sí. Y que se ha quedado abierta toda la noche también y que ha entrado agua con el chaparrón también ¿Donde tienes la cabeza Nena? Imagina que se tira la noche lloviendo o que a alguien le da por entrar al coche...
- Pfffff vaya cabeza, lo siento.
- Pues no me vale con un lo siento Nena.
- ¿Y que quieres que haga? No ha sido queriendo.
- Sólo faltaría que hubiera sido con intención, y lo que quiero que hagas es muy sencillo, centrarte en primer lugar y cumplir las normas, no es tan difícil, pero vamos ya veo que no sabes , así que tendré que tomar medidas. Salgo a las dos, así que cuando salgas a las 4 derechita a casa.
- Santi....hemos quedado a tomar algo al salir.
- Habías quedado, ahora estás castigada, así que te inventas una excusa y me avisas cuando salgas y te aviso cómo no estés en casa 20 minutos después de salir te voy a buscar y te traigo de la oreja ¿Lo has entendido?
- Si....
- Pues luego hablamos
Los planes del día habían cambiado, me parecía urgente dar un golpe de autoridad y diseñar un castigo eficiente. A las 2 me fui para casa, comí algo, me puse ropa cómoda y la esperé. Sobre las 4 me puso un mensaje avisando que ya salía y cuándo se pone así obediente después de una trastada es que tiene claro, que más le vale no meterse en más problemas.
20 minutos más tarde entraba en casa, yo la esperaba en el sofá . Entró y dejó la chaqueta y el bolso colgados en el respaldo de una silla.
- Hola
- Hola, no sé qué pinta la chaqueta y en bolso ahí, ve a llevarlos a su sitio.
- Pfffff...
Resopló, pero obedeció y volvió a entrar. Le dije que se acercara a mí. Se acercó y se quedó de pie frente a mis rodillas.
- Santi....fue un descuido le puede pasar a cualquiera...
- Ya veo que no has entendido nada, eso lo puedo entender, pero no que no asumas la responsabilidad, le puede pasar a cualquiera si, pero a mí cualquiera no me importa, me importas tú y que te haya pasado a tí.
- Lo siento mucho de verdad, ya te lavaré el coche mañana.
- Y dale, que no es eso, que quiero que de una vez por todas te centres y dejes de poner excusas y dar largas ¿Lo de tener el fregadero como el de un restaurante de carretera también es un descuido?
- No...pero así espero a llenar el lavavajillas
- Vamos a ver nena, ensuciamos un plato, un vaso y juego de cubiertos cada uno, eso te lleva 10 minutos o menos fregarlo, así que deja de poner excusas.
- Ya veo que hoy estás en plan borde
Me levanté, la cogí del brazo y le di un par de azotes fuertes sobre los vaqueros que llevaba.
- Vuelve a contestarme así y te lavo la boca con jabón.
La llevé hasta el rincón y allí le di media docena más de azotes de pie.
- Te vas a estar aquí quieta y calladita un rato y ve asumiendo que hoy duermes boca abajo.
La dejé en el rincón y me senté a ver la tele. No suelo dejarla mucho cara a la pared, pero ese día la tuve por lo menos 40 minutos, hasta que la llamé.
- Ven aquí
Suspiró cómo diciendo "por fin" se dio la vuelta y se puso otra vez frente a mis rodillas. La miré y le dije.
- Además del castigo que te vas a llevar ahora, van a cambiar muchas cosas, hasta que me demuestres que eres una adulta responsable y no una especie de adolescente descerebrada. Bájate los pantalones.
Volvió a resoplar y la miré muy serio, de inmediato se desabrocho el botón de los vaqueros y los hizo descender hasta las rodillas.
- ¿Eso que llevas es un tanga?
- Si...
- ¿Y no te dije hace un par de semanas, que hasta nuevo aviso no los ibas a usar más?
- Es que con estos pantalones las braguitas se marcan...
- No es mi problema, para usar ropa interior adulta, hay que comportarse como tal. No te muevas.
Me levanté y fui a por una tijeras, nada más volver me senté y le corté la tira de las caderas y se lo quité de un tirón.
- Como vuelva a verte con un tanga de aquí a Navidad, además de ponerte el culo rojo, usaré otra vez las tijeras. Y ahora ya sabes dónde está tu destino
Le dije señalando mi regazo. Bajó la mirada y se colocó lentamente. Nada más hacerlo puse mi mano izquierda sobre su cadera derecha y sin más preámbulos empecé a azotarla con la mano sobre el culo desnudo directamente.
Los azotes caen una y otra vez, y otra vez. Cojo un ritmo constante, alternando de mejilla a mejilla y sin dejar ni un centímetro de su culo sin azotar durante varios minutos, hasta dejarle los dos globos carnosos de sis nalgas, de un bonito rojo brillante.
- Levanta.
Se levantó.
- Ahora te vas a ir a la cocina con los vaqueros bajados y el culo rojo a fregar todos los platos y cuando estés vienes a verme.
Yo me quedé viendo la tele y esperando. La escuchaba atareada en la cocina y de vez en cuando me levantaba para desde lejos que hacía. Hasta que volvió a entrar en el salón, con la vergüenza de llevar los pantalones por las rodillas.
- Ya estoy..
- Ahora iré a asegurarme, tú vete a poner el pijama y unas braguitas, cuando estés dejas el cepillo de ducha en la mesita y te tumbas boca abajo en la cama con las almohadas que te levanten el culo
No dijo nada.
Yo fui a la cocina y mientras ella se preparaba, yo también preparé algo que me sería útil más tarde. Al terminar me fui a la habitación. Allí estaba tal y como le había dicho y el temido cepillo de ducha bien a mano. Pero volví a salir, fui a la habitación de invitados y cogí otra almohada.
- De pie encima de la cama.
Se levantó y entonces puse la almohada que había cogido sobre las otras, pero a lo largo en vez de la ancho. Al terminar de un tirón le bajé pantalón y braguitas hasta los tobillos.
- Colócate
La posición de la última almohada, hacía que tuviera que abrir las piernas y su coñito tuviera contacto directo con la almohada, además de elevarle aún más el culo, que seguía rojo como un tomate. Entonces se me ocurrió algo, recordé que en la habitación de invitados había un espejo tamaño cuadro, fui a buscarlo, lo descolgué y lo llevé a la habitación poniéndolo en el cabezal de la cama frente a su cara
Cuando estuvo colocado cogí el temible cepillo de ducha, su forma redonda y el mango largo, hacen que concentre toda la energia en un punto. Empecé a pasárselo por la parte de cepillo rozando la piel en ambas nalgas, hasta que le di la vuelta y apunté a la que me quedaba más lejos.
- Mira al espejo
Y le di tres seguidos en la misma nalga, despues me fui a la otra e hice lo mismo, para volver a jugar a acariciarle la piel, ahora con la parte lisa del cepillo, de vez en cuando levantaba el cepillo, para ver cuál era su reacción.
- Vuelve a mirar el espejo
Cuando lo hizo, le di seis azotes más, ahora alternando nalga y nalga en casa azote. Al terminar otra vez a jugar con su piel pasándole el cepillo muy suavemente, empezaba a tener la zona donde caía el cepillo algo más que rojo.
- La mirada al espejo.
Y volvieron a caer los azotes, ahora seis seguidos en cada cachete antes de cambiar. Al terminar de darle los seis últimos vi que en el centro del círculo de los azotes, la piel estaba blanquecina y eso significa que al día siguiente habría un buen moratón en cada nalga, así que decidí parar. Dejé el cepillo en la mesita de noche. Me senté en la cama y le vi de cerca el culo.
- Te va a quedar un bonito recuerdo unos días de este castigo, así igual empezamos a hacer caso...ponte de rodillas y las manos en la espalda.
Lo hizo, miré la funda blanca de la almohada que estaba entre sus piernas y había una mancha de humedad.
- ¿Y esto señorita? ¿Te gusta que te ponga el culo ardiendo?
La miré y su cara estaba casi tan roja como su culo. Volví a dejar la almohada como estaba, pero de la otra cara
- Vuelve a ponerte
Y volvió a colocarse sobre las almohadas. Cogí el cepillo y lo puse sobre su espalda.
- No te muevas que ahora vuelvo.
Fui rápido a la cocina, cogí el pequeño cuenco en el que había preparado algo antes y vuelta a la habitación. Al llegar me senté en la cama. Le cogí el cepillo y lo puse en la mesita. Luego puse una alarma en mi móvil, para dentro de 20 minutos y también lo dejé en la mesita de noche. Sin decir nada más cogí el dedo de jengibre pelado que había en el cuenco, con la mano izquierda le separé las nalgas.
- Ahora vas a mirar al espejo.
Cuando se puso a mirar el espejo, y mirando el reflejo de su cara empecé a presionar el dedo de jengibre despacio, pero firme que fuera entrando en su culito, mientras le veía la cara, hasta que se lo metí.
- Hoy te has ganado que caliente tu culo por dentro y por fuera.
Me quedé un ratito aguantando el jengibre, hasta que empezó a hacer efecto y ella a resoplar. 20 minutos es más o menos el tiempo en el cual el jengibre deja de hacer efecto. Estuve allí mirándole la cara en el espejo, los primeros dos minutos, después cogí el cepillo y puse el mango entre sus nalgas.
- Vas a estar quietecita 20 minutos, si te mueves se caerá el cepillo y si se cae, lo volveré a usar.
La dejé allí en la habitación hasta que sonó la alarma. Fui de nuevo a la habitación, le quité el cepillo y la hice mirar de nuevo el espejo mientras le quitaba el jengibre. Al terminar le di un beso en cada cachete, la hice ponerse de nuevo de rodillas encima de la cama, volvía a ser visible la mancha de humedad en la almohada, está vez no dije nada, sólo sonreí.
- Veta a dar una ducha y luego cenaremos.
Eso hicimos, aquel día si fregó los platos al acabar de cenar. Mientras yo apagué la luz eléctrica, encendí varias velas, para ambientar el salón y sólo encendí la lámpara de lectura. Fui a la librería y cogí el Libro Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y lo dejé en la mesita.
- Nena cuando acabes ven y trae la crema.
Al entrar se sorprendió por la iluminación
- ¿Y esto?
- 31 de Octubre por la noche. Ven acércate.
Lo hizo.
- Date la vuelta
Nada más hacerlo le bajé el pantalón del pijama y las braguitas...
- Uffff esto tiene que ser incómodo....
Tenía el culo bien marcado y bastante rojo aún.
- Venga va túmbate boca abajo por encima de mi regazo.
Lo hizo y empecé a hacerle un masaje muy suave con bastante crema en el culo, por todas las nalgas y la parte alta de los muslos, durante un buen rato. Hasta que decidí que me estorba el pijama y las braguitas y se los quité del todo, le separé las piernas.
- Pásame el libro de la mesita.
Me lo dio, lo abrí, busqué la pagina donde empezaba la leyenda "el monte de las ánimas" y se lo di...
- Empieza a leer en voz alta.
- La noche de difuntos me despertó, a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como, en efecto, lo hice.
En cuanto empezó a leer, mis dedos comenzaron a pasearse por su sexo.
- Sigue leyendo...si eres capaz de leerla entera sin correrte, me pensaré si darte placer, si te corres, mañana te azotaré después de desayunar.
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