domingo, 12 de enero de 2020

Brasas...






El único lugar donde entrar en calor en aquella enorme y vieja casa de pueblo, era en la inmensa cocina. Mas que cocina era como una especie de sala de estar, en cuyo centro había una vieja cocina de leña de aquellas de hierro colado. Nada más llegar había puesto un par de gruesas astillas de encima a consumirse y allí estaba tirado en la especie de sofá que había frente a la cocina, hipnotizado mirando las astillas ya incandescentes a través de la portezuela de hierro abierta. Poco a poco el calor que desprendía se acumulaba en el hierro y este a su vez caldeaba el aire de la estancia.

Ella estaba en la ducha, habíamos llegado aquella mañana a la casa, era propiedad de un conocido, en un pueblecito aislado de una pequeña provincia. Dejamos las cosas y marchamos a una ciudad cercana, allí pasamos el día, comimos y fuimos a hacer algo de compra, para ya no salir, hasta volver pasado el Día de Reyes. Nos habíamos conseguido fugar en fiestas, de los respectivos compromisos y eso había que celebrarlo, aunque fuera solo un fin de semana largo con un día extra. Me levanté un momento a por otra astilla, la metí desde la distancia, apenas podía acercarme ya al hierro casi incandescente, al lanzarla cientos de chispas iluminaron por un momento el hueco, enseguida se calmó y todo volvió a coger ese color a brasa consumiéndose lentamente. Volví a mi situación privilegiada, con la vista fija en el fuego, es fascinante esa capacidad de atracción que tiene, casi hipnótica, es como si estuviera vivo, se mueve cambia de tono, siempre dentro de la gama de rojos, no se a que me recuerda...En aquel momento mientras miraba el fuego sin parpadear por mi cabeza empezaron a pasar imágenes de hacía un rato, en el supermercado y sonreía recordando, a veces ocurría estando conmigo y lejos de miradas inquisidoras, la mujer se transformaba en niña, caprichosa, rebelde, juguetona, traviesa y provocadora, eso había pasado hacía muy poco, mientras hacíamos la compra, yo me quejaba, la advertía, incluso me hacía el enfadado ante ese comportamiento, pero en realidad disfrutaba viéndola así y pensaba cuanta contención había en la rutina diaria, como podía mantener enjaulado a ese bicho provocador y travieso tantas horas al día para parecer seria y responsable, incluso llegaba a preguntarme ¿cual de las dos era más real?. Supongo que las dos, pero también el hecho que conmigo dejara salir esa parte, me agradaba especialmente aunque tuviera que ponerme en mi papel, que imagino que en parte es lo que ella buscaba también, así que recordando, todas las pequeñas trastadas que me había hecho en el supermercado mientras miraba el fuego sonreía.

Entonces apareció en silencio, y se puso al lado del fuego, llevaba puesto un albornoz, el pelo a medio secar y abría las manos como queriendo coger el fuego.

-Joder que frío!!!!!! hace en esta casa!!!!!!
-Ya te avisé... y encima sales de la ducha así....
-Yaaaaa es que me dejado el pijama
-Jajajajajajaaj ¿en serio?
-Si y no te rías....tu no habrás cogido dos no?
-No....
-Grrr que rabia y mira que tenía la sensación que me dejaba algo
-¿Tu crees que vas a pasar frío?
-Aquí no pero las habitaciones están heladas
-A las habitación solo tenemos que ir a dormir y frío no vas a pasar.

En ese momento se acercó a mi, ya había entrado en calor, yo estaba medio recostado en la especie de sofá, sin levantarme, metí la mano dentro del albornoz por la cara interna del muslo.

-Me encanta así suave y además recién duchada...

Ella se dejó hacer sonrió, incluso se acercó un poco más, como invitándome a seguir las caricias.

-Señorita....¿que pretendes?
-¿Yo? nada....

Subí un poco más la mano  hasta la ingle para comprobar que debajo del albornoz no había nada.

-¿Y esto señorita?
-Ya sabes que me gusta ir cómoda.
-Ya, ¿pero tu crees que tu comportamiento de esta tarde merece ciertas licencias reservadas a mujeres adultas?

Mientras esperaba respuestas, rozaba sus labios desnudos con el dorso del dedo...

-Bahhh si solo jugaba un poco y además será que no te lo pasas bien
-Si no lo voy a negar, pero hay un momento, en el que digo "basta" y no me gusta repetirlo.
-Pues yo no lo recuerdo que los hayas dicho jajajjajajjjaj

En ese momento con el pulgar y el índice le pellizqué el labio con un poco de fuerza. Suspiró, un suspiro entre dolor y placer.

-¿Te estás riendo de mi?
-¿Yo? nunca haría eso...

Apreté la pinza de mis dedos un poco más y le dije.

-Ya te he dicho que frío no ibas a pasar.

Solté la pinza, me incorporé, gesto rápido sin tiempo a reaccionar y a mis rodillas, le separé un poco las piernas, hubo alguna queja sin mucho afán, hasta que empecé a levantarle el albornoz.

-Pufffff sabes que no llevo nada debajo....
-Haberlo pensando antes.

Le levanté el albornoz  por encima de la cintura, apenas había luz, el fuego y una pequeña lámpara de pie en un rincón. Empecé a acariciarle el culo desnudo, la piel suave, el tacto esponjoso y delicado, así unos segundos acariciando y mirando las brasas incandescentes, se me puso sonrisa malvada, en el fondo aquel era el destino que le esperaba a su culo, caliente y rojo como el fuego. Empecé a azotarla con la mano de forma progresiva, subiendo paulatinamente fuerza en intensidad de los azotes, yo creo que es una sensación como a tres etapas, la primera la adrenalina como la de un salto al vacío, a medida que avanza la zurra aparece como una relajación parecida a la de un masaje y llegado a un punto vuelve la inquietud, cuando cada nuevo azote pica más que el anterior, la poca luz no me permitía ver muy bien el color exacto de su piel ante la acometida constante de mi mano, fue un "tratamiento" continuado, sin pausas, constante y bastante largo, por experiencia sabía que tras el largo rato de zurra continua, necesitaba un pequeño reposo, entonces recordé que justo al fondo de la enorme sale que hacía de cocina, había como un huevo abombado en la pared y justo allí había un viejo reclinatorio de madera, imagino que antaño, aquello era una improvisada capilla, seguramente habría vida la figura de algún santo o virgen, ahora solo quedaba aquel viejo reclinatorio de madera.

Los azotes cesaron, y empecé a acariciarle todo el contorno de la zona enrojecida en especial los muslos un rato en silencio, mis ojos iban constantemente de su culo desnudo y ofrecido en mi regazo, al fuego hipnótico, en un determinado momento mis dedos hicieron una incursión entre sus piernas, salieron mojados por un agua densa y caliente que emanaba de su fuente íntima. Se me escapó una carcajada.

-Eres un pecadora, levanta!!!!!

Se levantó el albornoz cayó, pero deshice el nudo que lo sujetaba me levanté y muy despacio lo hice pasar por un hombro y después por el otro, y el mismo se deslizó hasta el suelo, la vieja cocina había caldeado ya toda la sala, completamente desnuda la cogí de la mano, la llevé hasta el reclinatorio, al verlo imagino mis planes.

-¿Sabes rezar?
-Pufffff lo dices en serio?
-Haz lo que quieras, eso si arrodillada y las manos sobre la cabeza.

Un pequeño y suave tirón fue suficiente  para que cediera, se arrodilló sobre el reclinatorio, le cogí las manos, las puse sobre la cabeza y me retiré, de camino cogí una nueva astilla que lancé de nuevo al fuego y me senté. Ahora mi mirada iba constantemente de mi frente a mi izquierda, del rojo del fuego que brillaba por la ventaba de la vieja cocina de leña, al otro fuego el de su culo, que brillaba arrodillada en el reclinatorio. Yo sabía que en aquel momento, tras cesar los azotes, aquel calor que notaba en el culo allí desnuda, era un calor agradable, que seguramente, sus muslos goteaban, solo por ese calor, pero que pasado unos minutos iría a la baja y que me apetecía algo mas duradero. Entonces vi toda una serie de utensilios de cocina de madera colgados encima de la cocina, y de entre ellos mi atención fue enseguida a una cuchara, me levanté y la cogí, la revisé bien, que no tuviera ninguna astilla, que estuviera en perfectas condiciones, las sospesé, densa pero no muy pesada más bien ligera y manejable, ideal para lo que tenía en mente.

Con ella en la mano me acerqué hasta el reclinatorio, seguía allí inmóvil de camino encendí algo más de luz, ahora si necesitaba ver bien. Al llegar no le dije nada, empecé a pasarle la cuchara, por el culo, por los muslos, hasta que de repente le di  un pequeño golpecito con ella en una nalga y le dije.

-Quiero que apoyes los codos en la parte alta del reclinatorio, espalda bien doblada y culo bien expuesto.

Resopló, pero se levantó, se estiró un poco, yo la miraba sosteniendo la cuchara en la mano derecha, ella me miró, con la vista y un gesto con la cabeza le dije que se pusiera en la posición, lo hizo, al ponerse la cogí de la cintura, y rectifiqué un poco la posición, le di unos pequeños golpecitos en la cara interna de los muslos para indicarle así que separase un poco las piernas, lo hizo, puse mi mano izquierda sobre su espalda, pasé de nuevo la cuchara por ambas nalgas, haciendo círculos suaves, otra vez quería que la adrenalina del salto al vació recorriera su columna y de repente, empecé a azotarla con la cuchara, alternaba los golpes de tres en tres, tres en una nalga y cambiaba a la otra, la cuchara ligera y manejable me permitía ser muy preciso en los golpes, como la zona de contacto es relativamente pequeña, insistía un poco sobre la misma zona y cambiaba, dibujando como varios círculos concéntricos de un rojo mucho más oscuro en la mitad inferior de las nalgas. Paré un momento, un respiro, y más que caricias comprobé las marcas en su piel, froté un poco con los dedos y le dije.

-Ya te aseguro que frío no vas a pasar.

Cogí de nuevo la cuchara, con la mano izquierda, le estiré la piel de las nalgas, primero una y despúes la otra, y volví a insistir con la cuchara, con la piel estirada, los golpes son más dolorosos, haciendo que gimiera a cada azote, incluso una última tanda, separando las nalgas y dando en la cara interna y oculta de piel muy fina y sensible, cuando terminé respiraba agitadamente, el culo bien marcado se había convertido en otra fuente de calor, como comprobé con mis manos, pero no la única, entre sus piernas fluía una fuente de agua caliente, que aun fluyó más cuando empecé a frotarla y a darle pequeñas palmaditas, desde atrás, yo sabía que eso la excitaba especialmente hasta el punto que sin decirle nada, ella misma separó las piernas, como pidiendo más....

-Eres incorregible...

Su respuesta un gemido y más palmadas, me apetecía follármela allí mismo en el reclinatorio, con el culo caliente, me desabroché el cinturón y el pantalón cayó a mis tobillos, liberé mi polla de la opresión de los bóxer, la cogí con la mano, la guíe a su coño un par de pasadas entre sus labios , un golpe de riñones secó y se sumergió en su fuente caliente, la cogí de la cintura y empecé a hacer chocar su culo contra mi pubis, el sonido era parecido al de los azotes, aunque algo amortiguado por el chapoteo de su humedad, ya no paré, nos corrimos los dos y allí nos quedamos inmóviles un instante eterno jadeantes de placer.

Yo decidí darme una ducha, ella me dijo que se pondría con la cena. Cuando bajé de ducharme, la cena estaba lista casi, me senté me trajo un cerveza, seguía desnuda, al darse la vuelta pude ver que su culo seguía incandescente, trajo los platos y se sentó, entonces miré donde colgaban los instrumentos de cocina de madera y faltaba uno, la cuchara con la que la había castigado. La miré

-Jajajaajaj no pensarías que la iba a dejar ahí, pica mucho jajajajajja

El fuego de la cocina de leña parecía tener más llama, no había duda que la cuchara había pasado a mejor vida convertida en cenizas y brasas. Me dio por reír, cenamos, recogimos y le dije, que era el momento de darle mimos a ese culo, evidentemente no dijo que no., cerré la portezuela de la cocina para que el fuego se ahogara y subimos a la habitación.

Hacía bastante más frío, había dos candelabros con tres velas, en cada mesilla, las encendí y apagué la luz, ella se tumbó boca abajo en la cama, yo cogí las cremas y empecé a aplicársela, hasta que la piel le quedó bien seca, mientras acariciaba ya su piel seca, resiguiendo las marcas, recordé la trastada de echar al fuego la cuchara de madera. Cogí de nuevo la crema, le eché un par de chorros, la extendí pero sin dejar que se secara, quería que formara una película de grasa. Fue terminar de hacerlo y coger una de las velas, levantarme e inclinarla despacio un chorrito de cera caliente cayó en la piel de su culo, de inmediato un gemido...seguido de un

-Joder cabrón....
-Paró?
-Si quisiera que parases me hubiera levantado y te hubiera dado un hostia

Sonríe y seguí jugando con la cera, en su culo, y en los muslos, entre la crema y la distancia no había peligro de quemadura, solo el calor repentino, en una zona que ya estaba muy sensible,  cuando me cansé cogí una toallita fresca y muy suavemente le retiré la cera, empecé a besarle las nalgas los muslos, le separé las piernas y los besos pasaron a juegos con la lengua, cosquillas en la cara interna de los muslos, incursiones en su coño, en el ano...la piel se le erizaba por momentos

Y no se volvió a quejar de frío en toda la noche, aquella noche de Reyes.

Continuará....

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